CAPITULO XII. El castigo

1074 Words
FERNANDO Ya que las visitas se fueron, Luna y yo volvimos a reunirnos para tratar de ahogar esta terrible atracción, en esta ocasión, decidimos escaparnos de la civilización por un día. Lo organizamos todo en un par de horas, yo renté una cabaña a nombre de Samuel, para asegurarmende no dejar rastro slguno, y Luna se encargó de comprar las cosas necesarias para nuestra estadía en ese lugar, me hubiera encantado acompañarla, pero obviamente, debíamos ser discretos. En el hotel dejé un recado, sólo por si alguien pregunta por mí, mi esposa, por ejemplo, que había ido en busca de activos fijos para el negocio, y Luna fingió estar muy enferma para evitar ser molestada, Samuel sabe exactamente qué inventar en caso de algo y además, es el único que conoce la ubicación del lugar al que vamos, nos aseguramos que nadie nos vea salir juntos. Hemos llegado de día, disfrutamos de un picnic bajo un árbol, al aire libre, en compañía del cielo azul, el cantar de los pájaros y un paisaje precioso junto a un lago, todo muy romántico y perfecto, la melancolía me invade y ella no me demuestra ningún sentimiento, no me atrevo a preguntarle, pues no creo que valga la pena, además, la prefiero así, libre y haciendo de las suyas antes que hacerla sentir atada a mí, o peor aún, enamorada de un infiel que no puede ofrecerle nada más que una relación a escondidas; éste no es el adiós, sin embargo, ya siento que me falta una parte importante de mí tan sólo de pensar en que se acerca el día de la despedida. LUNA El señor Rivera y yo estamos solos en un lugar lejano, es una experiencia maravillosa y completamente nueva para mí, tengo preparado algo para la noche y he dejado objetos en lugares específicos, objetos que sé, él nunca antes ha usado ¡Sí que se llevará una gran sorpresa! Él está afuera esperando mi señal, le prometí que esta noche sería muy emocionante, la cena está lista, he adornado la mesa con velas y las luces están apagadas, el calor del fuego será nuestra única iluminación, he puesto una música muy linda para enamorados, sé que no está enamorado de mí, pero simplemente no puedo evitar ponerla para esta ocasión. Traigo un abrigo que me cubre hasta las rodillas y me asomo por la puerta para indicarle que ya es hora de cenar, él se acerca y en la entrada a la cabaña lo espero sin dejar de mirarlo, ese hombre me encanta, cuando llega a mí, lo tomo de la barbilla y comienzo a besarlo con tanta pasión y deseo que no puede resistirse, pero solamente es una trampa para vendarle los ojos con un pañuelo que guardé en uno de mis bolsillos, le ayudo a llegar a la mesa y hago que se siente, descubro sus ojos y le invito a cenar, puedo ver lo sorprendido que está con la forma en que arreglé todo para él, me quito al abrigo y queda estupefacto al verme con mi uniforme de servidumbre, es muy sexy. — ¿Le ofrezco el menú de la noche, señor Rivera? — Se... señorita, mejor dígame cuál es la especialidad del chef — Noto que lo puse nervioso, pero continuo en mi papel — Nuestro chef preparó hoy su comida favorita, le sirvo gustosa — Por favor — ¿Prefiere vino blanco o vino tinto? — Blanco, por favor, ¿usted no piensa acompañarme?, la verdad, odio cenar sólo — Al señor lo que pida — ¡Ésto está riquísimo! Felicíteme al chef Terminamos la cena y pasamos a lo que nos concierne, después de todo, el platillo fuerte soy yo, de nuevo lo beso para cubrir sus ojos, lo empujo hasta llegar al sillón, en el cual lo tumbo para besarle el pecho y acariciar su entrepierna, desabrocha su pantalón con paciencia y empiezo a chupar su pene para sentir cómo se eleva cada vez más. Luego me monto en él con desesperación, lo cual le encantó, mi cabalgata ha sido con tanto vigor que logro un orgasmo, el primero de la noche, y así, se intercambian los papeles, él se aprovecha de mi debilidad en ese momento y logra quitarse la venda de los ojos, inesperadamente, me la coloca, toma mis manos y las detiene por detrás para poseerme, ha visto las esposas que dejé en el buró, me las coloca y me lleva a algún lugar de la casa, me pone de rodillas enfrente de él para que mi boca quedara a la altura que él necesita. FERNANDO Me gusta cómo su boca me da placer, sabe muy bien lo que hace, pero no dejo que me haga llegar al clímax, la inclino un poco más hacia delante y me pongo por detrás para darle duro mientras le digo algunas cosas.. — Usted no ha entendido quién manda en esta relación, señorita. — Obviamente yo, señor Rivera — Su arrogancia es la causa de que hoy estemos en esta situación — Mmm... ese no es un castigo, señor — Es usted muy mala y tendrá que decir las palabras mágicas si quiere evitar un castigo mayor — ¿Castigo mayor? Suena bien — No me tiente, señorita — Eso quiero, pero usted ató mis manos dejándome inmóvil — Es usted muy perspicaz, pero no caeré… Mi pene entra sin previo aviso, después de unos momentos logro su segundo orgasmo y me separo, pero no para dejarla descansar, sino para admirar a la mujer que tengo enfrente mío, esa que ha puesto mi mundo de cabeza y por quien me siento maldecido y bendecido al mismo tiempo, al no escuchar ruido ni sentir movimientos me pregunta si pasa algo. — Señor Rivera, ¿pasa algo?, ¿está usted bien? — Mejor que nunca, señorita Luna — ¿Se le acabaron las ideas? — De ninguna manera — ¡No mienta! Pero no se preocupe, hay objetos escondidos por todas partes — ¿Objetos? — Juguetes, si no sabe cómo usarlos, sólo pregúntenme — ¿Qué clase de...? ¡Oh, ya veo! Bastó con mover una almohada para encontrar uno de los objetos escondidos, se trata de una pluma roja y suave, la paso por mi piel sólo para saber cómo se siente al roce y he escuchado que alternar una pluma y un hielo es de lo más excitante, creo que la volveré loca...
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