Días después Diego recargó su espalda sobre su sillón reclinable. Cerró su laptop. Estiró sus brazos, cansado del agotador día que tuvo, entonces miró su reloj dándose cuenta de que se le había hecho tarde. Presionó sus labios sabiendo que otra vez Pamela, saldría con sus reclamos. Sin embargo, todo eso se disipaba cuando observaba el rostro angelical de su pequeña Dulce María, sonrió al recordar cómo saltaba a sus brazos apenas él llegaba, sin pérdida de tiempo se puso de pie, tomó su chaqueta y salió de su consultorio. Se despidió de sus compañeras y caminó rumbo al estacionamiento, subió a su vehículo: «Tú y yo by Luis Miguel» acompañaba el viaje de Diego, hasta su casa, pero el tráfico de la capital no lo dejaba circular, y su móvil no paraba de sonar, era su esposa, que no ce