04.

3004 Words
Meadow. Una maleta y un bolso de mano. Es todo lo que saco de casa, todo con lo que voy a pesar de haber vivido toda mi vida en ese lugar. Muerta de sueño, de pena e incertidumbre, estaciono el coche fuera del edificio de Ethan. Tengo demasiadas ganas de acostarme, dejar de pensar y enfocarme en cómo demonios haré a partir de ahora. Por lo pronto, quiero descansar para poder ir fresca a trabajar por la mañana. Bajo las maletas. El portero me recibe con una sonrisa mientras me abre las grandes puertas. —Señorita Davis. ¿Cómo se encuentra? —pregunta, sin perder la amabilidad, aunque no pasa desapercibidas las maletas. —Bien, muy bien Gerard. Gracias. —¿Quieres que le ayude a llevarlas? —No será necesario, estaré bien. Intento poner una sonrisa, pero por más que alargue las esquinas de mi boca, estoy segura de que solo salió una mueca horrenda por la expresión que él hace. Me acompaña, como siempre tan caballero, hasta el ascensor donde presiona el botón del apartamento de mi prometido en lo que yo acomodo mis cosas a un lado. Le doy las gracias en lo que las grandes puertas se cierran, dividiéndonos, preguntándome si él será el primero en darle la noticia a Ethan de que estoy aquí. Sea como sea, los pisos van avanzando, la tensión de lo vivido en casa de mi madre va en bajada y pienso demasiado en lo que sucedió, en cómo reaccioné. Ninguno de mis padres estaban en la sala cuando bajé con las maletas, por lo que no me sorprendería que comenzaran a llamarme en cuestión de nada, intentando indagar dónde me fui y por qué lo hice, pues de seguro no pensaron que estaba hablando en serio, ya que esta es nuestra primera discusión fuerte. Desde joven siempre me apegué a las reglas. Lo que mamá decía, se hacía o al menos yo lo hacía sin rechistar. Creo que por eso se sorprendió de mi actitud esta noche y aunque no me gusta pelear con ella, creo que tengo razón esta vez. En esa casa no se me respeta y tampoco respeta mi espacio. De haberlo hecho, de haber siquiera pensado en mí, estoy segura de que no habría invitado a Molly en primer lugar a sabiendas de lo que me provoca. Las puertas del ascensor se abren en el piso de Ethan. Arrastrando las maletas me detengo frente a su puerta agachándome para correr la maceta donde sé que guarda un juego de llaves. Por suerte la encuentro. Puedo ingresar al apartamento y el olor a perfume masculino inunda mis fosas nasales. Durante nuestros años de relación he venido de vez en cuando. Duermo aquí al menos una vez a la semana, pero jamás dejé ni una sola prenda en este lugar por lo que se siente extraño. Me quedo de pie en la sala durante varios minutos, preguntándome si en verdad quiero estar aquí, si esto es un paso seguro, pero a este punto, donde estoy tan casada que no puedo ni siquiera pensar con claridad, decido tomar mis maletas y caminar directo hasta el cuarto de Ethan. A pesar de vivir solo, tiene el apartamento pulcro. Con el servicio de limpieza que viene una vez a la semana y él que es un obsesivo con sus espacios, se siente a gusto poder caminar descalza una vez que me quito los tacones de la fiesta de compromiso después de dejar mis cosas en el suelo. Caminando hacia la cocina, rebusco en el refrigerador al menos un poco de fetas para hacer un sándwich sirviéndome un poco de soda. Solo cuando estoy sentada en la barra de la cocina, soy capaz de analizar todo lo que pasó en el día. Vi un desconocido correrse al mirarme, resultó ser primo de mi prometido, novio de mi prima que detesto, la misma que se quedó en mi casa, calentita, con todas las comodidades, mientras yo tengo que salir en buscar de mi prometido para poder tener dónde pasar la noche. ¿No fue divertido? Claro que no. Desde el primer momento en que abrí los ojos esta mañana supe que algo raro iba a suceder, solo que jamás pensé que sucedieran tantas cosas juntas, una tras otra. Es como si se tratase de alguna clase de maldición hacia mí. No hay otra forma de verlo. Suelto un gran suspiro. Nunca pasé más de una semana fuera de casa, a no ser que fuera por trabajo, y ahora no quiero ni siquiera regresar. Por más que intente pensar en que fue un tema pequeño como para tomar las dimensiones que tomó, hasta el punto en que tuve que salir de casa, no me veo aminorando la ira que siento y la traición. Es ese sentimiento de traición el que no me permite siquiera pensar en regresar. ¿Podría convivir con alguien como Molly? Por supuesto que no. Lo más importante, ¿Podría dejar que Ethan estuviera cerca de Molly? De ninguna manera. Por más que intentaron hacerme creer que aquella vez sucedió solo porque se enamoró de mi entonces novio, nadie me quita de la cabeza que mi prima es amante de lo ajeno, de lo que me pertenece y de lo que quiero. Lo hizo desde pequeña, siempre queriendo las cosas que yo tenía, obligándome a dárselas e incitando a los demás a seguirla. Es malvada, siempre lo fue. Y no cambiará, así se case, Molly siempre será igual. Para mí las personas no cambian. No existe tal cosa. Quizás pausen sus malas intenciones por un tiempo, pero siempre resurgirá esa parte, esa necesidad de hacer lo incorrecto y a mí nadie me convence de lo contrario. Y lo peor de todo no fue que me quitara a mi novio, sino que los demás me obligaran a aceptarlo. ¿Por qué minimizar mis emociones? Solían decir que era cosas de jóvenes, pero fue una traición importante para mí. Trazó gran parte de mi conducta posterior, como el no tener amigas cercanas, no confiar en absolutamente nadie y creer que siempre que ella será una amenaza. Lo que más me preocupa de su estadía, es que se dé cuenta de lo maravilloso que Ethan es. A diferencia del chico que me robó, que no le llegaba ni a los talones a mi prometido y de todas formas lo quiso, no quiero ni siquiera pensar en qué pasará si se da cuenta de la perfección que tengo al lado. Lo querrá a como dé lugar y no pienso dejar que otra vez, me dejen por ella. Por más que intenten convencerme que ahora está enamorada, mi percepción de ella no cambiará y nadie más que Molly tiene la culpa. Decidida a que tomé la decisión correcta al alejarme, por mi propio bien y el de lo demás, dado que no pienso discutir con nadie mis razones para no aceptarla de nuevo, termino de comer. Limpio cada miga que dejé en la barra, lavo el plato y los cubiertos y pienso en darme una ducha en lo que voy de camino al cuarto. Mañana temprano tengo que ir a trabajar, crear pasteles y pastelillos para reponer todo lo que se vendió el fin de semana y limpiar. De solo pensarlo estoy doblemente agotada. Me quito toda la ropa sobre la alfombra, desnuda voy al cuarto de baño preparando la ducha a mi temperatura para luego de dejar el agua correr, buscar entre mis pertenencias mi neceser. Todo lo que ocuparé lo cargo en brazos, regreso a la ducha cerrando la puerta de cristal que me divide de las otras partes del baño y dejo que el agua se encargue de mojar mi cabeza mientras cierro los ojos. No hay nada más terapéutico que un poco de agua caliente sobre tu cabeza. Personalmente, siento como si con esto se llevara todos mis problemas por el drenaje, en especial hoy. Limpio mi cabello con mis productos y dejo el cuerpo para el final, pues para mí es la mejor parte. Saco mi jabón líquido con aroma a rosas, esparciéndolo por todo mi pecho y cuello y con un poco de agua creo la espuma que recorre mi esternón hasta el abdomen y luego hasta mi puente de Venus. No sé por qué tengo los pezones endurecidos, ni siquiera sé por qué surge la necesidad de darme un poco de placer, solo sé que este masaje erótico dado por mí misma me esta volviendo loca. Extraño a Ethan demasiado, por eso cierro los ojos intentando recordar la última vez que estuvimos juntos para poder tener una mejor experiencia, sin embargo no lo veo a él sino a esos tormentosos ojos grises. Veo sus músculos contraerse, escucho vívidamente sus gemidos y... —¿Necesitas ayuda con eso? Abro los ojos de golpe. Esa voz, esa maldita... —¡¿Qué demonios haces aquí?! —grito, al ver que Alex está de pie, con los brazos cruzados en el umbral de la puerta, observándome como un depredador a su presa. —¡Sal ahora mismo! —¿Qué hago yo? Vivo aquí, la pregunta es ¿Qué haces tú aquí? Ethan no me dijo que vendrías. Frunzo el ceño, cubriendo mis pechos con mis brazos y torciéndome para que no vea ninguna otra parte que pudiera llegar a ser indecorosa. —¡Vete, ahora! Se encoge de hombros, dando un paso dentro en vez de uno fuera. Me altera las hormonas el ver sus ojos grises, capaces de crear tormentas incluso en la mujer más sensata, como yo. Es increíble que no hubiera notado hasta ahora que lleva el torso desnudo, enseñando de nuevo esos abdominales que parecen de piedra, con un pantalón deportivo que apenas y se sostiene a sus caderas marcadas, señalando el camino hacia su... —¡Vete, Alex! Sonríe descaradamente. —Mi nombre en tu boca suena tentador—susurra. Cuando creo que seguirá su camino hacia mí, solo se ríe a carcajadas, lanzándome la toalla la cual cae al piso y dejé sobre el inodoro—Cúbrete, llamaré a Ethan. El alma se me baja a los pies de inmediato. No sé qué es peor, si el que tenga que salir cubriéndome los senos o el saber que le dará a mi prometido la noticia de que estoy en su casa, además de que sabrá que vine sin invitación. —No hagas eso—le pido, cubriéndome con la toalla. El agua escurre por mi cuerpo, mi cabello mojado me está dejando fría la espalda, pero nada me importa más que detener al hombre que se voltea, observándome con la misma sonrisa de perversión. —Es una sorpresa y vas arruinarla si lo llamas. Frunce el ceño. —¿Por qué huelo a mentira? Trago grueso. —No te interesa que hago aquí, Alex. Ethan es mi prometido, hoy fue nuestra fiesta y quiero celebrarlo con él cuando llegue. ¿Qué otra explicación tengo que darte? Se encoge de hombros. —Bueno, a decir verdad, no me debes nada, pero él no me dijo nada acerca de que vendrías. —¿Qué parte de que es una sorpresa no entiendes? Soltando un suspiro da un paso hacia mí. No puedo retroceder, no puedo ni siquiera fingir que estar dentro de esta habitación con él no me está afectando porque lo hace. Nunca he estado con nadie más que con Ethan de esta forma tan privada, y el que Alex pareciera poder ver hasta mi alma, incluso debajo de la toalla que envuelve mi cuerpo, no lo hace más llevadero. —Me resulta difícil de creer por una simple razón—dice en voz baja—Que no pareces la clase de chica que sorprende a su novio, mucho menos en esas fachas. —¿Ah sí? ¿Y qué clase de chica parezco? —Una mojigata. Abro la boca ofendida. —¿Disculpa? —Sí, luces como una mojigata. De esas niñas mimadas que no pueden hacer nada sin el permiso de sus padres, que se casan con el hombre correcto, que no pelean por nada. De esa clase, de las aburridas. —¿Y Molly es diferente? Sonríe con perversión. —Es divertida y de seguro que es menos cerrada que tú. Inhalo profundo. —Sea como sea, no quiero que le digas nada a Ethan ¿De acuerdo? Llegará en la mañana y hablaré con él. De momento, solo necesito que guardes un favor... de un primo a otro. Alza ambas cejas sorprendido. —¿Ahora somos primos? ¿Tan rápido? Me encojo de hombros. —Bueno, eres el novio de mi prima, según ella su prometido prontamente y yo estoy con un pie en el altar con tu primo, así que sea como sea seremos familia. —Eso lo hace todo más divertido ¿No crees? —¿Qué? —Nada, olvídalo. Si quieres sorprender a Ethan entonces está bien, no diré nada, pero prométeme una cosa, de un primo a otro. Sostengo la toalla bien pegada a mi cuerpo, asintiendo a sabiendas de que voy a arrepentirme pronto. —¿Qué quieres? —Que no le contarás a Molly todo lo que verás mientras estés aquí. Sacudo la cabeza, sin llegar a comprender lo que quiere decir, porque a decir verdad, esto me tiene algo confundida. —¿Qué cosas veré? —Cosas—me corta, apuntando a la salida. Está casi del lado de la habitación cuando se voltea, dejando ver esa sonrisa torcida que hace que sus ojos se oscurezcan por alguna razón. —Y por cierto, serías la prima más hermosa y sensual que tengo, si tan solo cambiaras esa cara de constipada que llevas todo el tiempo. Le lanzo el acondicionador, logrando que suelte una carcajada mientras se larga del cuarto. Las ganas de insultarlo las tengo en la punta de la lengua junto a un amplio vocabulario de malas palabras que me niego a decir por el mero hecho de que no fui educada de esa forma. Rara vez he insultado, rara vez me he comportado como una de esas chicas porque a mí forma de parecer, es vulgar, pero es que simplemente ese hombre me despierta las ganas de... ¡Maldito! Solo cuando sé que ha dejado el cuarto soy capaz de terminar de ducharme. Me cambio con mi pijama y me acomodo en la cama encendiendo la televisión, relajándome un poco gracias a la oscuridad que me rodea. Todo el drama resuena en mi cabeza como algo lejano, y durante horas intento mantenerme despierta aún sabiendo que Ethan regresa en la madrugada, hasta que el sueño me vence y caigo rendida en esa enorme cama. (…) Despierto gracias a los sonidos que hace la puerta de entrada. Por más que estaba durmiendo, he estado atenta a la llegada de Ethan por el simple motivo de que no quiero que la sorpresa sea mayor al verme dormida y acomodada, cuando ni siquiera hemos acordado que me quedaría al fin y al cabo. Me siento en la cama tallando mis ojos, justo cuando la luz del cuarto se enciende. Ver la sorpresa en su rostro me paraliza, a ambos en realidad. Ni yo soy capaz de hablar ni él de moverse. Solo con sus ojos da un vistazo al cuarto y se enfoca en las maletas al pie de la cama, a las cuales le presta demasiada atención. —Hola, cariño—susurro, dando el primer paso, al fin y al cabo, soy yo quien está invadiendo a este punto. —Yo... —Amor, ¿Cómo estás? Deja su maletín y sus cosas en la mesa de noche, reaccionando, finalmente para tomar asiento en la cama, observándome. —Lamento haber aparecido así, pero es que... —Tu madre me llamó—me corta, con una expresión fría—Me comentó que te molestaste porque llevaron a Molly a vivir ahí hasta que pase el tema de la boda, me dijo todo. Suelto un suspiro, bajando la mirada. —¿Incluso te contó la parte en la que me echó? Sonríe débilmente. —Sí, me dijo que estaba molesta por tu actitud y fue algo que dijo sin querer, pero que lo tomaste literal porque armaste las valijas y te fuiste de casa. Suponía que el primer lugar al que vendrías sería aquí, así que llamé a Alex y me dijo que habías llegado cuando iba de salida. Ese maldito mentiroso. Me dijo que no diría absolutamente nada, y a cambio yo no le diría nada a Molly de lo que sucede aquí, aunque todavía no sé qué sucede en realidad, pero me las va a pagar. Ya lo verá, ese tormento de ojos grises. —Escucha, sabes que puedes quedarte aquí todo lo que quieras, y estaría feliz de vivir contigo de no ser porque Alex se quedará hasta la boda también—menciona, dejándome helada—Con esto no quiero decir que tengas que salir ahora, pero sí buscar un apartamento. No se vería bien que vivieras prácticamente con mi primo porque trabajo todo el tiempo. Asiento, dándole la razón, pero sin decir ni una palabra. Ethan entonces toma mi mentón, elevando mi mirada. —Amor, de no estar él aquí me encantaría tenerte. Probar la convivencia incluso antes del matrimonio y mucho más en estas últimas instancias, pero... —Está bien—sonrío, cortando su disculpa. —De hecho vine aquí porque no tengo otro lugar donde ir, pero mi intención jamás fue quedarme. Tengo dinero, buscaré algo para rentar cerca de mi trabajo, pero no me quedaré, Ethan, eso te lo puedo asegurar. Por más que no lo diga su sonrisa lo delata. Le fascina la idea de que quiera buscar alguna otra cosa y la verdad, es que a mí no me disgusta para nada porque no me veo a mí misma compartiendo un hogar con este imbécil de primo que tiene, quien veo que va a ser un dolor de cabeza a partir de ahora.
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