01.
Meadow
¿Alguna vez sintieron que tienen todo y no necesitan de nada más? Porque yo sí, justo ahora.
El sol brilla sobre nosotros. La primavera en Nueva York apenas está comenzando y en la terraza de uno de los mejores hoteles de toda la ciudad, tengo frente a mí una de las vistas más impresionantes que alguna vez hayan visto mis ojos.
Los árboles con sus flores rosas y moradas adornan todo Central Park. El verde perfecto y fresco del césped le da un toque mágico a ese lugar que siempre me pareció especial por alguna razón.
Me sostengo de la barandilla de vidrio inhalando profundo. Amo esta estación, las personas saliendo hasta tarde, disfrutando del parque, de todas las atracciones de la ciudad, pero más que nada, amo el romance que se respira en el aire.
Sin ir más lejos, veo que una pareja se está casando junto ahora mismo en una parte del parque con algunos invitados. Es demasiado sutil, pero no se trata de lo material, sino de lo que significa hacer ese voto, tomar esa decisión.
Primavera en Nueva York significa amor, romance, matrimonio. La época preferida de las parejas enamoradas para unir sus vidas en sagrado matrimonio, y como la romántica empedernida que soy, me uno a ellos en poco tiempo.
El sol hace brillar mi sortija de compromiso lo que me saca una sonrisa. Al mirar la piedra, la cual tiene un tamaño perfecto, no tan grande como para llamar la atención, pero no tan pequeña como para pasar desapercibida. Como dije, no me interesa eso, sino lo que representa.
Después de una relación de dos años, al fin decidí dar el sí a una de las mejores personas que conocí en toda mi vida. Ethan Clark.
Cierro los ojos cuando siento sus manos en mi cintura. Es delicado, dulce, y un gesto tan tierno que me hace suspirar.
Con él, vivo en una película romántica de los viejos tiempos.
—¿Cómo se encuentra la futura señora Clark? —pregunta en mi oído.
El tono de su voz, siempre en calma, correcto, a este punto es como una inyección de tranquilizante para mí, que vivo estresada por todo.
Ethan me voltea para verme a la cara y no desaprovecho la oportunidad de ponerme de puntillas para besarlo, aunque como siempre, corre su rostro sutilmente.
—Nos están mirando—comenta con una sonrisa.
Suelto un suspiro.
—Lo sé, pero ¿No te parece que ya debes de aceptar que puedo besarte en público? No somos niños, nos casaremos pronto, no creo...
Aprieta mi cintura.
—Serás mi esposa, y tú misma lo dijiste, no somos niños como para andar besuqueándonos cuando tenemos invitados ¿No crees?
Pongo una sonrisa en mis labios.
—Tienes razón, perdóname.
—No pasa nada, solo no lo hagas de nuevo ¿Quieres? No me gusta rechazarte cuando ya conoces las reglas—menciona, mirándome a los ojos—Ahora vamos adentro, mamá está preguntando por ti y Jane no deja de beber en la barra libre.
Con su mano en mi espalda, sin llegar a tocar mi parte baja ni por error, mi prometido me introduce en la fiesta nuevamente. Nuestra fiesta de compromiso.
Nuestros allegados y familia más cercana están observándonos al entrar, también sus colegas del hospital Presbiteriano donde está ejerciendo su carrera de Oncólogo Pediátrico. Creo que ellos son la razón principal porque la que insiste en mantener una elegancia digna de su estatus social, pues apenas lleva un año como titular y quiere demostrar que puede ser de los mejores, aunque ya es uno de los mejores que tenemos en el país.
Me presenta a un par de colegas suyos, entre ellos una mujer que no deja de mirarlo, pero no me incomoda para nada pues jamás he sido una de esas mujeres celosas, mucho menos cuando sé lo que tengo al lado.
Ethan es tan correcto que confío ciegamente en él. Nunca tuve que desconfiar, ni preguntarme dónde estuvo la noche anterior, mucho menos con quién. Sus colegas no pueden despegarle los ojos de encima, pero ¿Quién puede culparlas? Si es un hombre perfecto. Literalmente hablando.
Incluso cuando nos conocimos fue algo perfecto. Yo iba caminando por la calle cuando me asaltaron. Me quitaron hasta el dinero que tenía para pagar la cochera y fue ahí cuando entró mi príncipe encantado. Con una bata blanca de hospital, un maletín en sus manos y una preocupación real en su expresión, además de dinero para sacar mi coche.
Fue como si estuviésemos destinados el uno al otro, porque después de esa noche en que pensé que nunca lo volvería a ver por lo corto que fue nuestro primer encuentro, nos volvimos a ver cuando ingresamos a papá por un dolor lumbar.
Nos encontramos de golpe, como en esas historias de amor donde todo conecta demasiado rápido. Intercambiamos números telefónicos, a la semana tuvimos nuestro primer encuentro formal y luego una cita. Desde entonces hemos sido inseparables.
Y me propuso matrimonio en el primer aniversario, aunque me negué.
Para mí era demasiado pronto. Estaba recién terminando mis estudios, con metas claves y demasiado importantes desde un punto de vista personal y no quería dejarlo todo para ser la esposa de alguien. Y como dije, es tan perfecto que lo aceptó sin rechistar.
Juró que me demostraría que podía darme espacio y tiempo para crecer, cosa que sí sucedió. Después de tanto esfuerzo pude abrir mi propia pastelería frente al parque, con un préstamo que todavía debo a mis padres, comencé mi negocio que no ha dejado de crecer tal y como me lo propuse.
Desde entonces, Ethan se convirtió en lo más especial de mi vida. Sabía que no podría encontrar a otro hombre igual, y cuando me propuso matrimonio en nuestro segundo aniversario hace dos meses, acepté sin rechistar.
Y aquí estamos, apresurados por convertirnos en marido y mujer, como todo en nuestra relación.
Nos acercamos a las mesas familiares, donde veo que mi madre charla con mi futura suegra y ninguna de las dos tiene buena cara. No es necesario preguntarles qué sucede, solo basta con seguir el sonido de los gritos acalorados para saber que el problema es mi hermana menor, Jane.
—Mamá no está feliz—menciona Ethan sin mover mucho su boca—Intenta que eso cambie, por favor.
—Lo haré, cariño.
—Señoras—saluda cuando llegamos ante ellas—Quisiera quedarme, pero tengo que atender a mis invitados. Cariño.
Me da un beso en la frente que se siente casi como un dulce roce de sus labios, antes de dejarme ante las dos fieras que tengo al frente, quienes me miran esperando que haga algo de inmediato, olvidando por completo que se trata de mi fiesta de compromiso.
—Tu hermana nos está dejando en ridículo ante toda esta gente—sisea mamá, tomándome del brazo. —¿Quién demonios deja que una jovencita de veintiún años beba alcohol de esa forma tan desaforada?
—Todos. Es mayor de edad.
Me mira como si hubiera perdido la razón.
—¿Tienes idea de lo que van a decir de ti los colegas de tu futuro esposo? Que vienes de una familia de salvajes, que tienes una hermana alocada. ¡Se va a crear una reputación y de paso a ti también!
Trago grueso, intentando mantener la calma.
—Mamá, es una jovencita, todos la verán como eso. Además, su reputación no tiene nada que ver con la mía.
—Ensucia el apellido, Meadow. Está intentando que incluso el cura haga eso del perreo. ¡Es inaudito!
Veo que realmente está molesta y avergonzada. Mamá siempre fue una mujer correcta y desde que con papá comenzaron a codearse con la alta sociedad gracias a mi compromiso y a sus inversiones que dieron frutos al fin, se preocupa demasiado por cómo nos verán los demás.
Las invitaciones a los clubes de campo, a las cacerías para mi padre e incluso a las tardes de té en los clubes de lectura se terminarán si algo en nuestra familia es demasiado bochornoso. A mamá le costó demasiado entrar, y aunque no quiera admitir que solo le dieron lugar cuando hicimos pública mi relación con Ethan, puso demasiado esfuerzo en ser lo bastante correcta como para volverse m*****o.
—Detén a tu hermana ahora mismo—ordena, poniendo una sonrisa ante las señoras que invitó, que según ella, sumarán a nuestro nivel social. —Supongo que no quieres que tu prometido esté en boca de todos mañana ¿Cierto?
Suelto un suspiro.
—No, mamá. Haré algo, lo prometo.
Antes de poder salir de esta incómoda situación, mi suegra me toma del brazo, jalándome con delicadeza, aunque sé lo que me espera.
Me lleva unos pasos hacia atrás, donde quedamos ocultas gracias a la figura de mi madre y los demás invitados que se acercan a felicitarla.
—Cariño, no quisiera sonar ruda, pero ¿Qué mierda le pasa a tu hermana?
Parpadeo, sorprendida de oírla decir esa palabra pues siempre ha sido correcta. Hasta el punto en que jamás la escuché gritar, ni siquiera levantar la voz a nadie.
—¿Disculpe?
—Entiendo que es joven y todo eso, pero hay muchas cosas en juego en esta fiesta. Lo sabes ¿Cierto? —mantiene la sonrisa—Mi hijo podría ser promovido esta noche, incluso podrían darle un jugoso aumento que a ti también te vendrá bien, así que lo menos que puedes hacer es sonreír ante las cámaras y los invitados, y controlar a tu familia ¿No crees?
De repente me siento pequeña. Ella siempre ha tenido ese poder sobre mí porque a pesar de ser correcta, elegante y no elevar la voz para absolutamente nada, tiene un poderío en su tono y su porte que hace sentir pequeño hasta Pie Grande.
Nunca tuve problemas con ella. No quiero. Es la luz de los ojos de Ethan y tener problemas con su madre significa que obviamente los tendré con él, y no quiero, por eso pongo una sonrisa aunque ahora mismo tenga ganas de enviarla al mismísimo infierno.
—Sé lo que está en juego, señora Evelyn y no se preocupe, que mantendré a mi salvaje hermana bajo control—musito, manteniendo la posición de mi boca.
Abandono su lado caminando con gracia y elegancia, como si flotara por la habitación tal y como me indicó la formadora de señoritas que me envió Ethan antes del evento, como si yo no tuviera ya suficiente con las clases de etiqueta de mi madre.
Saludo a algunos invitados por mi paso, y con disimulo llamo a mi hermana mayor, Grace, quien también está bebiendo solo que con moderación mientras charlaba con uno de los amigos de su futuro cuñado.
—¿Qué sucede? Casi me lo llevo a la cama—menciona cuando llega a mi lado. —¿Qué tienes? Parece que no te estás divirtiendo.
—¿Tanto se me nota? Necesito que saquemos a Jane de aquí. Me está causando problemas.
Se carcajea.
—¿Jane? ¿Cómo crees? Ella es un angelito.
—Sí, pero un angelito que dejará sin aumento a mi prometido. ¿Dónde podemos llevarla?
Se encoge de hombros. Por su expresión, sé que todavía está sentida conmigo por no haberla escogido para organizar mi evento, pero es que la madre de Ethan y él incluso, presionaron demasiado para que se encargara uno de sus conocidos que no pude negarme, y aunque me disculpé miles de veces, parece que todavía no me perdona del todo.
—Si yo hubiera organizado esto, te habría pedido una habitación para pasar la noche con tu prometido, pero...
—Creo que lo hizo. Si mal no recuerdo, Ethan rentó una habitación—recuerdo—Llamaré a recepción y tú ve a buscar a nuestra hermana. Te veré en la puerta de salida en cinco minutos.
Grace al menos no pone ninguna objeción y hace lo que le pido. Al menos una persona que intenta darme lo que quiero en esta fiesta que parece de todos menos mía.
Intentando no decaerme, llamo a recepción desde el teléfono colgado a un costado de la barra de la cocina donde el personal ya se esfumó dado que dejaron todo preparado y solo dos mozos que van y vienen recargando lo que se acaba, por lo que estoy completamente sola en este espacio, donde apenas y llega la música.
Pregunto por una reservación a nombre de mi prometido y me indican que la habitación 551 es la nuestra. Es una suit privada dos pisos debajo de donde estamos.
Para cuando cuelgo, el sonido de algo cayendo al suelo me hace saltar porque como dije, aquí no queda nadie. El mismo sonido me deja paralizada sin saber cómo reaccionar y aunque la mayoría habría tenido como instinto el salir corriendo, por mi parte hago todo lo contrario.
La cocina, con los electrodomésticos industriales de acero inoxidable brillando por lo limpios que están, es tan grande que puedo caminar entre ellos sin siquiera tocarlos.
Sigo el sonido que cada vez se hace más fuerte, además de que se le incrementan unas voces que no diferencio. Mis pasos cortos y demasiado controlados, son cada vez más lentos en cuanto voy entrando al área donde guardan la comida y los ingredientes. El área de reserva.
La puerta de dos refrigeradores enormes chocan de frente contra mí para darme espacio a un pequeño pasillo donde apenas se ve algo con las tenues luces azules que mantienen en refrigeración las verduras a un lado.
Las mismas luces que me permiten ver lo que está sucediendo. Frente a mí, un hombre de más de casi un metro ochenta está de pie, con los pantalones abajo y una mujer arrodillada ante esa bestia desnuda, chupando su m*****o como una desquiciada.
Su mano se enreda en su cabello, manteniendo a la mujer con un ritmo que lo hace gozar hasta el punto en que gime.
Ninguno de los dos se percata de mi presencia y sé que debería moverme, largarme de esa cocina hasta donde está mi prometido, pero... estoy clavada con los pies al piso.
Mis ojos no dejan de ver los músculos de este hombre, con la camisa abierta de par en par, enseñando unos pectorales que me provoca picazón en las manos por la necesidad que siento de repente por tocarlo. ¿Qué se sentirá dormir sobre él?
La mano de la mujer entonces se eleva, tocando sus duros abdominales. Pero el hombre la manotea para que deje de hacerlo, cosa que obedece.
Ese nivel de sumisión, de control que tiene se nota en cada parte de esta situación, mucho más en la forma en que le toma la cabeza con ambas manos, manteniéndola quieta para poder follarse su boca como le dé la maldita gana.
Cierro las piernas de inmediato. A mí jamás me tuvieron en esa posición.
Mi primera vez fue con Ethan y aunque fue tarde, porque quise guardarme para el matrimonio, el sexo que pensaba era igual para todos como para mí; dulce, suave y demasiado normal, no se compara en nada a la lujuria que desprende este hombre en estos momentos.
De repente siento calor en mis mejillas y no es solo por el bochorno que siento al quedarme a ver esta escena de sexo pornográfico vívido, sino que es porque este hombre tiene su mirada clavada en mí.
Mis pezones se endurecen al instante. La tela fina que cubre mi cuerpo se siente como un estorbo en estos momentos. Siento que todo me está estorbando y soy una maldita, porque dejo de pensar en lo que sucede afuera, en lo que significa esta fiesta para mí, solo para quedarme a ver como dos extraños la pasan mejor que yo.
Y él lo sabe. Siento que lo sabe todo con solo mirar a mis ojos porque incluso sonríe sin dejar de follarle la boca a la chica.
Sabe que lo disfruto, que ya sea por morbo o deseo me quedaré, no huiré, y eso lo lleva a darle con más fuerza.
—Cierra los ojos—le pide a ella o a mí, no estoy segura.
Sin perder contacto visual conmigo, aleja a la chica dejando ver el m*****o endurecido, erecto y grande. Muy grande.
Su glande brilla por la salida y sus propios jugos. El sonido encharcado que hace el movimiento de su mano al subir y bajar me provoca algo en el centro del estómago, además de que su voz, cargada de deseo y poderío es lo único que necesito para saber que ese hombre es peligroso.
—¿Te gusta lo que ves? —pregunta, y sé que es a mí.
Casi por instinto retrocedo un paso sin hacer ruido, lo que lo divierte, claramente.
—Dijiste que no querías que abriera...
—Cállate—gruñe, dándole una bofetada que la hace gemir cuando la toma por el cabello, jalándoselo hacia atrás segundos después. —Eres una sucia ¿No es así?
Es la situación, la bestialidad en sus gemidos y la forma en que sus músculos se tensan en lo que se da placer a sí mismo donde sé que estoy jodida por quedarme a ver. Tendría que moverme, que seguir mi camino, sin embargo, él me mira fijamente porque sabe que no lo haré.
La sonrisa pervertida que lo toma me obliga a cerrar las piernas con fuerzas en lo que su mano sube y baja por su m*****o erecto. Las venas se inflaman más, la cabeza de su glande brilla demasiado y sin correr la mirada de mí, derrama todo su líquido en el rostro de la mujer que tiene de rodillas ante él.
—Sí, definitivamente eres una sucia—dice, mirándome.
Tengo mi ropa interior como un maldito charco. Esa es mi señal para salir huyendo de ese lugar, sin importarme si hago ruido o no, solo quiero salir.
Necesito aire. A este punto, necesito de un trago, un consolador o que mi prometido me quite las ganas aunque sé que tiene que regresar al hospital para su turno de la noche en cuanto la fiesta termine.
Para cuando regreso a la fiesta, la música y los invitados me golpean con fuerzas. Siento que perdí la noción del tiempo, que incluso perdí la razón o la memoria porque no recuerdo qué es lo que tenía que hacer antes de presenciar esa... cosa.
Trago grueso intentando pasar la bola de emociones que tengo encima, cuando siento que alguien me toma de la cintura.
—¡Mierda! —grito, captando la atención de varios invitados.
Ethan aparece por un costado, observándome con el ceño fruncido.
—¿Qué tienes, cariño? —pregunta asustado—Luces agitada. ¿Te sientes bien?
—¿Qué?
—Que estás agitada y sonrojada. ¿Qué pasó contigo?
Inhalo profundo, intentando aclarar mi mente.
—Yo... estaba...
—Tus hermanas llevan esperándote mucho rato. Ya les dí la llave de la habitación—continúa—Lo siento, amor, pero no podré llegar a dormir.
Sacudo la cabeza.
—¿De qué hablas?
—Tu hermana. Grace. Llevó a Jane a la habitación que renté y pensé que como no podré estar contigo durante toda la noche por la guardia, podrían tener una noche de chicas, aunque sin alcohol, por supuesto.
—Ethan...
—Ya las envíe allí y dejé en claro a recepción que no les suban alcohol a ninguna—menciona con una sonrisa.
—¿Por qué hiciste eso?
—Porque no quiero que bebas. Es malo para el sistema, y no quiero que nada afecte tu posibilidad de embarazarte porque es algo que hablamos ¿Recuerdas?
Asiento, aunque en estos momentos lo único que tengo en mente es a ese hombre acabando, mirándome fijamente, y a la mujer entre sus piernas que aceptó ese trato e incluso, lo disfrutó. ¿Será posible algo como eso? ¿Disfrutar de golpes en el sexo?
—Meadow, te estoy hablando.
Parpadeo repetidas veces.
—Lo sé, lo sé, lo entiendo. Nada de alcohol.
Sonríe entonces, dejando un beso sobre mi mejilla.
—Tengo que irme ahora, pero regresaré mañana y podremos salir a comer ¿Quieres?
—Por supuesto, cariño.
En lo que Ethan camina para despedirse de su madre, mi cuerpo siente la misma locura que hace unos minutos atrás, cuando ese hombre estaba... Casi de inmediato me volteo, para ver al mismo hombre salir de entre los demás invitados como si nada hubiera pasado.
Su rostro, tallado por los mismos ángeles del demonio, capta la atención de todas las mujeres y creo que es por lo que gritan sus ojos. Pecado.
Grises, tormentosos, demasiado peligrosos. Todo en él lo grita. Su mandíbula perfilada, su barba apenas creciente, su cabello bien peinado hacia atrás y el porte de hombre de negocios.
Con su traje ahora arreglado, parece que no estuvo haciendo nada malo, aunque yo sé que no fue así.
Y como si esto no fuera suficiente, el tenerlo como invitado, Ethan lo ve y de inmediato sonríe alzando los brazos.
—¡Primo!
¿Mi prometido acaba de decir primo?