Alexander.
La mujer frente a mí se contornea. Sus caderas rellenas son preciosas a la vista de cualquiera y las tetas maravillosas que tiene, blancas con los pezones rosas, podrían haberme echo agua la boca en cuestión de segundos.
La música resuena por todo lo alto. Alargo el brazo en el respaldo del sofá, mirando la escena, disfrutando del movimiento de sus manos a sus senos los cuales me tienen casi hipnotizado, pero no por lo que sucede, sino porque me recuerda a alguien con tantos anillos en sus manos.
Las diferencias están, por supuesto. Esta chica tiene anillos de diferentes tamaños y colores, ni siquiera combinan si me pongo a verlos bien, pero la persona a la que me recuerda es diferente pues sus delicadas manos están siempre adornadas con anillos de oro. Además, el color le
