Cap 9

2886 Words
Nos sentamos a desayunar mientras reviso documentos y perfiles de posibles vicepresidentes. Algunos son demasiado viejos, otros demasiado jóvenes, y no conozco a ninguno. Pero Eliot... Eliot es diferente. Estudiamos ju en la universidad la misma carrera, tiene títulos en contabilidad y administración de empresas, y ha trabajado con los insufribles Johnson durante años. —Eliot, ya tienes trabajo. Envíale la renuncia a Margaret y quédate aquí de una vez. Él asiente sonriente mientras mi amiga le planta un beso en la mejilla. —¡Perfecto! ¿Dónde será y cuándo empiezo? —Serás mi vicepresidente y comenzarás mañana, después de que te presente con la junta administrativa. Casi se atora con la tostada que estaba comiendo. —¿Acaso te volviste loca? festejo internamente porque se que hara un excelente trabajo pero el se autoboicotea al creer que no podra con esto y estoy mas que segura de que lo logrará. ¡Son demaciadas empresas! y no uedo sola con todas y si tengo a alguien de confianza... no pienso dudar. —No, y no jodas, sabes hacer el trabajo y eres bueno en eso. Faltan diez minutos para que llegue Klaus, así que me despido de Bárbara, pidiendo a Henry que la lleve a la empresa y luego a su casa. Me encierro en el despacho, y al hacerlo, me doy cuenta de que necesita una remodelación urgente. No es que no sea elegante o llamativo, pero simplemente no es mi estilo. Es tan… inglés, que no quiero verlo nunca más. Dejo el frasco de perfume sobre el escritorio para devolvérselo al dueño y pido que nos preparen café. ¿Por qué demonios me pone tan nerviosa? A las diez en punto, Eva abre la puerta y entra Klaus. Tan pronto como lo veo, mi corazón da un vuelco. Se encuentra en el umbral del despacho, con una presencia tan imponente que parece llenar toda la habitación. Lleva un traje a medida, tan perfectamente ajustado que resalta cada línea de su cuerpo, su figura atlética y sus anchos hombros. La tela es de un azul oscuro que contrasta con la camisa blanca inmaculada y la corbata en un tono azul profundo que hace que sus ojos brillen aún más intensamente.— Mi mejor amiga tiene razon, tiene un trasero glorioso. —Señora, el señor Klaus Bulgari está aquí —anuncia Eva, con las mejillas ligeramente sonrosadas, claramente afectada por la presencia de este hombre. Y no la culpo, es imposible no notarlo. —Gracias, Eva. —le respondo, intentando mantener la compostura mientras mi interior se agita. Klaus entra en la habitación con una seguridad arrolladora, su sonrisa es tan encantadora como peligrosa, capaz de hacer que cualquiera pierda la razón. El aroma de su perfume, más intenso que el día anterior, llena el despacho y me envuelve como una nube embriagadora, es una mezcla exquisita de notas amaderadas con un toque especiado que hace que mi pulso se acelere. —Buenos días, señorita Moore, gracias por recibirme en su hogar —su voz es suave, pero tiene una profundidad que resuena en mi interior, cada palabra parece tener un peso especial. Me pongo de pie, sintiendo un ligero temblor en las manos que disimulo al alisarme la falda. Cuando extiende su mano hacia mí, lo que espero que sea un simple apretón formal se convierte en algo más. Klaus toma mi mano y, con una elegancia que parece innata, la lleva a sus labios, depositando un beso suave en el dorso. Mi piel se estremece bajo su toque, y por un breve instante, me quedo sin palabras. —Buenos días, Klaus —logro decir finalmente, aunque mi voz suena un poco más suave de lo que esperaba. Mis ojos se encuentran con los suyos, y la intensidad de su mirada me deja momentáneamente atrapada, como si estuviera descifrando cada uno de mis pensamientos. —¿Desea beber algo? —ofrezco, más por llenar el silencio que por otra cosa, mientras intento recuperar el control de la situación. —Un café, si no es molestia —responde Klaus con esa voz que parece vibrar en el aire. Le indico con un gesto el asiento frente a mi escritorio, y él, con una elegancia natural, se desabrocha el botón del saco antes de sentarse. —Un café para el señor y un té de hierbas para mí, por favor —le digo a Eva, que asiente antes de salir. Klaus se acomoda en el asiento, cruzando una pierna sobre la otra de manera relajada, pero su mirada fija en mí deja claro que está muy lejos de sentirse casual. Intento enfocarme en la pantalla de mi laptop, revisando los documentos que me enviaron, pero siento su presencia, su mirada, como una corriente eléctrica que recorre la habitación. —Lo escucho —digo finalmente, tratando de mantener mi tono profesional y no perderme en su mirada—. Fui informada de su insistencia por adquirir una de mis propiedades. —¿Ya te dijeron lo bella que te ves esta mañana? —su voz es como una caricia que me envuelve, y me cuesta horrores mantenerme enfocada en la conversación. ¡Dios, este hombre no colabora! Es como si quisiera desarmarme con cada palabra que dice—. Porque si aún no lo han hecho, déjame ser el primero. Una sonrisa se dibuja en mis labios antes de que pueda evitarlo, y me doy cuenta de que mis ojos, casi por instinto, se han dirigido al frasco de perfume sobre mi escritorio. El simple hecho de mirarlo me recuerda la fragancia que aún flota en el aire, la misma que me tiene más alterada de lo que quisiera admitir desde ayer en el ascensor.. —Klaus, estamos aquí para hacer negocios. ¿No cree que primero debemos hablar de su propuesta? —intento retomar el control de la situación, deslizando el frasco de perfume hacia él con la punta de mis dedos—. Este es un regalo muy personal, y no voy a aceptarlo. Lléveselo, por favor. —Porpuesta. esa es una maravilosa idea. —Sonrie encantadoramente. —¿Quieres ser mi esposa y futura madre de mis hijos? —Klaus, estoy hablando de la propiedad que me quieres comprar. —Casi me ahogo con la otra propuesta, pero lo disimule muy bien.— Por eso es que estas aqui. Klaus toma el frasco de perfuma y se pierde en lo que ve mientras parece pensar, pero no parece ni un poco perturbado por mi rechazo. Al contrario, sus ojos brillan con una mezcla de diversión y algo más que no logro descifrar. Justo en ese momento, Eva toca la puerta y, tras permitirle entrar, deja el café frente a Klaus y me entrega mi té de hierbas. Le dedico una sonrisa agradecida, aunque mi mente sigue anclada en lo que acaba de ocurrir. Mientras Eva se retira, mi mente divaga un instante, recordando la expresión de Bárbara cuando se enteró de quién era mi visitante el día anterior. Un pequeño respiro de humor en medio de la tensión que llena esta mañana. —Una americana que no bebe café por la mañana, eso es algo nuevo de ver para mí —dice Klaus, llevándose la taza a la boca con una elegancia que no puedo ignorar. Sus movimientos son tan precisos, desde cómo sostiene la taza hasta el gesto contemplativo mientras deja que el aroma del café lo envuelva. Lo observo con atención, notando cómo un mechón de su cabello cae sobre su frente, parcialmente ocultando su ceja derecha. Me doy cuenta de cómo su traje se ajusta perfectamente a su cuerpo, cada línea y costura realzando su figura de manera que me distrae de lo que debería estar haciendo. —Ya bebí mi café en el desayuno. Disfrute el suyo. ¿Y bien? —le respondo, intentando mantener mi tono profesional. El tiempo que paso en su presencia, con su aroma varonil envolviendo el aire, me pone más nerviosa de lo que quisiera admitir. No estoy acostumbrada a tener a alguien en mi casa, mucho menos a alguien que parece tan desinhibido y confiado. —¿Cuál es el afán? No dormí esperando verte y ¿quieres hablar de negocios? Reconozco una causa perdida; sé que no quieres vender, por eso mejor hablemos de nosotros. Sus palabras me devuelven a la conversación con Emilie de anoche, cuando insistió en que le dijera la verdad para “espantarlo” y ver qué respondía. Mi mente se agita con la idea, pero mantengo mi enfoque en la profesionalidad. —No lo hice venir a mi casa para continuar con su juego de "Vamos a ligar a ver que pasa", señor Bulgari —digo, intentando que mi voz suene firme. Aunque me divierte la situación, tengo que mantener mi postura. —Lo sé, pero soy un hombre persistente. Sé que no me venderá el edificio, así que quiero que hablemos de lo otro que me interesa más. ¿Qué te parece si salimos y almorzamos? —me propone, con una sonrisa que hace que su propuesta suene mucho más tentadora de lo que debería. Termina su café y toma nuevamente el frasco de perfume que le ofrecí antes. Lo destapa con un movimiento lento y deliberado, rociando el aire con un aroma tan seductor que llena la habitación y refuerza su presencia. Sonríe con una satisfacción apenas contenida al verme inhalar profundamente el aroma. —Klaus… —empiezo a decir, pero antes de que pueda terminar, me interrumpe con un tono que mezcla seducción y desafío. —Samantha —dice, pronunciando mi nombre con una intensidad que me obliga a mostrarle un poco más de seriedad. El perfume y su actitud están jugando en mi contra, y aunque me esfuerzo por mantener la compostura, no puedo evitar sentir que cada palabra suya y cada gesto están diseñados para desarmarme. Mi padre siempre decía que la conducta de un Moore a la hora de hacer negocios era la de su asesino, que estudia y busca debilidades en su víctima, en este caso Klaus. Pero, el no parece querer hacer negocios, quiere coquetear, ligar y seguramente llevarme a la cama para ser una más en su larga lista de mujeres. —Si no está aquí para hablar de negocios, le voy a pedir que se vaya y deje de hacerme perder el tiempo. De solo pensarlo se me va el buen humor y tomo una postura mas dura, que claramente sorprende al hombre delante de mi, pero lejos de verse intimidado enarca una ceja y se acerca mas al escritorio apoyando sus brazos. —Yo no llamaría perder el tiempo al amor, Samantha. Te deje claras mis intenciones y no pienso dejar Londres hasta que me des una oportunidad, me gustaría conocerte y ya le hable a mi madre de ti. Aay no, no quiero saber nada de madres, de solo recordar a Margaret me da colera. —Ah, así que ahora estoy en el radar de tu madre. Qué halagador. — Digo con sarcasmo, intentando ocultar el nerviosismo que siento. — Pero no estoy interesada en ser la última adición a una lista de conquistas ni en participar en este jueguito tuyo. El aroma de su perfume sigue impregnando el aire, intensificando la sensación de incomodidad. Klaus se reclina en su silla, con una sonrisa que parece decir "desafío aceptado". —¿Y si te dijera que me encantaría que fueras la primera en mi lista de algo más… especial? — Su tono es juguetón, pero sus ojos no se apartan de los míos, como si intentara descifrar un rompecabezas. Me cruzo de brazos, tratando de mantener una actitud profesional mientras una risa se asoma a mis labios. —¿Qué te parece si pasamos al siguiente tema en la agenda? Me parece que estamos hablando de todo menos de negocios. Klaus se recuesta, fingiendo sorpresa. —¿De negocios? Pero si mi intención era justamente interrumpir tu rutina con algo más… emocionante. ¿No es más divertido así? — Levanta una ceja y se inclina hacia adelante, como si estuviera esperando una reacción dramática. No puedo evitar soltar una risita. —Si por emocionante entiendes estar aquí con tus frases de galán mientras intento concentrarme en mi trabajo, entonces sí, es extremadamente emocionante. Klaus sonríe ampliamente, como si hubiera ganado un pequeño triunfo. —Creo que lo de la seducción no está funcionando, entonces. — Se levanta y toma el frasco de perfume de la mesa, volviendo a rociar el aire con su aroma. — Pero me niego a rendirme. Estoy decidido a hacer que esta oportunidad funcione. —Te aprecio el esfuerzo, pero si realmente quieres hablar de negocios, te agradecería que dejáramos los juegos de lado por ahora. No tengo tiempo para coqueteos, especialmente si vienen con un frasco de perfume. Klaus no se inmuta, voy a poner en marcha el plan de Emilie. —Le romperas el corazon a mamá y a mi abuela cuando ella se lo cuente, eres cruel samantha. —Soy huérfana. — Ataquemos como se debe. — No tengo familia. Klaus se encoge de hombros, sin parecer afectado, y se acomoda en su asiento, cruzando las piernas con una sonrisa despreocupada. —Puedo presentarte a la mía. ¿Ya fuiste a Grecia? Es hermoso. Bien, que huya de una vez. —Estoy evadiendo tu coqueteo porque estoy embarazada. Ahora hablemos de negocios o bien, puedes irte, Klaus. Mi voz suena más fría de lo que quisiera. Me siento fatal, porque es lindo y me gusta su personalidad, pero sé que se hará a un lado. Klaus alza una ceja y se inclina un poco hacia adelante, apoyando sus antebrazos sobre el escritorio. Le observo, tratando de descifrar su expresión, pero parece serena y enigmática. —No estoy coqueteando, estoy siendo directo, Samantha, me gustas. — Su voz es suave, tranquila y decidida. — Ahora tengo curiosidad e interés. ¿Estás usando la excusa de un embarazo para que me aleje? —Estoy embarazada. — No puedo entender por qué sigue sonriendo. — No estoy usando ninguna excusa, solo te estoy haciendo un favor para que no pierdas tu tiempo conmigo. Klaus acerca su silla un poco más, reduciendo el espacio entre nosotros. Su mirada se vuelve intensa y fija en la mía, eliminando cualquier barrera que pudiese haber existido. —¿Y creíste que si me decías que esperabas un hijo, iba a salir corriendo por esa puerta, verdad? — La sonrisa de Klaus se desvanece, y en su lugar, una expresión de seriedad toma forma. — Si quieres que no pierda el tiempo contigo, dime, ¿tienes a alguien en tu vida o no? Porque no me importa que estes esperando un hijo. Mi sonrisa al pensar que se iría se desvanece abruptamente. No esperaba que me respondiera de esta manera, y ahora me siento incómoda, sin saber cómo continuar. —Klaus, acabo de decirte que estoy embarazada. — Se va a ir, lo se. —Y yo quiero saber si estas o no con su padre. — Devuelve el ataque verbal entre ambos. Sacudo mi cabeza. No hacen veinticuatro horas de que nos conocemos y me ha hecho pasar por tantas sensaciones que… Me quedo callada mirándolo y frunce el ceño. —Creo que si me estás haciendo perder el tiempo. —Se levanta y abrocha su botón. — Un gusto conocerla, señorita Moore. Me tiende su mano a modo de despedida, pero la expresión que estoy viendo en su rostro me dice que no es de los que se asusta y huye. No tomo su mano, solo me quedo en mi lugar y este asiente, dándose vuelta para salir del despacho y cuando toma el pomo las palabras salen solas. —No estoy con el padre de mi bebe. — Digo y se detiene volteando la cara para mirarme con esos ojos negros tan bonitos que tiene. — Nos divorciamos hace unos meses y me acabo de enterar de que voy a ser madre. Deja el pomo y se vuelve en sus pasos para pararse frente al escritorio, tengo que levantar la cara para mirarlo bien, es muy alto. —Bien, eso es lo que quería saber. ¿Tanto te costaba decirlo, Sam? — Vuelve a sentarse. — Quiero que me cuentes todo, ya que mi interés por ti no desaparecerá porque esperas un hijo de otro. No soy de esos, Samantha. Sacudo mi cabeza sin terminar de creer lo que dice este hombre. —Ni siquiera me conoces ¿Por qué insistes? Tengo que entender que es lo que pasa por la cabeza e este chico. —Porque me gustaste y llevo mucho tiempo sin fijarme en nadie y quiero conocerte. ¿Tú no quieres conocerme? S,i me gustaría conocerlo, pero no estoy lista para esto aunque me guste Klaus. —Bien, necesitare un poco más de té. ¿Quieres más café? Sonríe nuevamente haciéndome sentir mejor y asiente. Me pongo de pie y abro la puerta del despacho llamando a Eva quien se acerca rápidamente al escuchar mi voz. Pido y vuelvo a mi asiento. Klaus ahora se ve mucho más relajado y yo un poco más nerviosa. —¿Qué quieres saber? —Hablaremos cuando llegue mi café. — Es imposible este hombre.
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