Capítulo IIIYamina bajó la escalera y entró en la cocina, donde Hamid la esperaba. Vestía las ropas básicas de toda mujer turca, y las mangas largas y holgadas de su entari caían encima de las mangas de gasa de su camisa. Se cubría las piernas con los salvar, pantalones anchos atados a los tobillos. Sobre el cabello suelto llevaba el tradicional talpock, especie de gorra redonda, pequeña y aplanada, que se colocaba a un lado de la cabeza. —¿Me veo bien?— le preguntó a Hamid. El sirviente la miró cuidadosamente antes de responder: —Su apariencia es correcta, mi ama. Mientras se vestía, Yamina se dio cuenta de que Mihri le había enviado ropa ordinaria y barata, como se podía esperar de una muchacha que venía de un humilde hogar circasiano. Estaba segura de que al llegar al harén habría