Capítulo IIAvergonzada de su falta de control, Yamina tomó una jarra que contenía jugo de lima fresco que había preparado en la mañana muy temprano y la puso en una bandeja junto a un vaso para llevárselo a su padre. La fiebre le daba mucha sed y era seguro que, cuando se despertara, querría beber algo frío. Notando que Hamid la observaba dijo en voz baja: —No te imaginas cuán agradecidos te estamos, Hamid. De no haber sido por ti, en este momento estaríamos muertos o en manos del enemigo. El sirviente no dijo una palabra y ella prosiguió: —Hemos pasado situaciones peores que ésta. En cuanto haya atendido al amo, decidiremos qué podemos hacer y... adónde podemos ir. Había cierta desesperanza en su voz. El miedo le subía por todo el cuerpo, como si le devorara las entrañas. Estuvo siem