02. Chicas de alquiler.

2144 Words
Austin. Ganarme un puesto en el hospital no habría sido tan fácil de no ser por todas las horas extras que hice como interno en su momento. De mi generación, fui quien se tomó las responsabilidades más en serio y es por eso que estoy donde estoy hoy. Jefe de mi área. Algo de lo qué estar orgulloso. A pesar de tener la comodidad de decir que puedo vivir tranquilamente sin una carrera debido a mi estatus como heredero, decidí ganar mi propio dinero para tener una fuente de ingresos más segura. Me esforcé por estar donde estoy y estoy feliz con el resultado. Siempre he estado feliz de eso, sin embargo ahora no puedo dejar de pensar en si mi familia tiene razón y estoy dejando pasar los mejores años de mi vida buscando alcanzar la perfección y perdiendo de vista cosas importantes como Layla. Nuestra relación fue importante para mí. En su momento fue mi lugar seguro, la voz en mi cabeza diciéndome que podía salir adelante las veces que fueran necesarias y la única que me apoyó cuando dije que quería seguir una carrera ajena a mi herencia. Fue mi pilar, y en cierta forma le debo gran parte de mi éxito profesional. Desde el momento en que me dejó, dos meses atrás, no me paré ni un solo segundo a preguntarme si separarnos fue lo mejor, hasta ahora que no puedo sacar de mi mente el que vaya a casarse con alguien más. ¿Quién es este hombre? ¿En dónde lo conoció? ¿Lo conoció estando conmigo, en una de tantas noches en que quedó sola en el apartamento esperando a que llegara? Y es que, a pesar de tener la misma profesión, ella siendo obstetra en el mismo hospital, pocas veces ha hecho horas extras o trabajo de más. Solo cumple con su horario y ya, mientras que yo hago todo lo contrario. Pasando los días, las preguntas en mi mente se hicieron tan incontrolables, que incluso a pesar de mi buen juicio, ahora mismo me encuentro de camino a buscarla. —Tienes que detener esta locura—menciona Aiden, un colega y mi mejor amigo—. Austin, nadie quiere saber lo que tú. —Pues entonces me alegra no ser como todos los idiotas de este planeta. Continúo caminando, a pesar de que intenta detenerme. —¿Qué esperas conseguir? Déjala vivir su vida, ser feliz con su hombre y tú, busca por otra parte. —Lo haré—le aseguro—, después de saber lo que quiero. A pesar de que todas las razones que me da para hacerme saber que esto es una de las cosas más idiotas que he hecho en mi vida, no puedo dejar de pensar en que posiblemente sea lo mejor para mí. Mi mente está enfocada en esto siendo incapaz de poder mantenerme completamente concentrado en mi trabajo y tengo que sacarlo de mi sistema para poder funcionar. Por eso camino, dejando atrás a mi amigo. Al poco tiempo me acerco al área de obstetricia. Su nombre reluce en la placa que hay en su puerta y tomo aire antes de golpear. Cuando escucho que da el visto bueno para pasar, abro, dejando que vea mi rostro, disfrutando de la sorpresa que recorre sus facciones. Por unos escasos segundos, es la mujer más tímida que pueda imaginar, pero luego recobra la compostura, sonriéndome. —¡Austin!—dice, fingiendo felicidad al verme—. Qué sorpresa, ¿cómo estás? Obviamente es una sorpresa, si en los meses que llevamos separados, ambos nos aseguramos de mantenernos tan alejados del otro como sea humanamente posible. Se acerca a besarme en la mejilla, dejando que su perfume se cuele en mis fosas nasales, recordándome al aroma que dejó en mis almohadas y mismo que aborrecí en cuanto se fue. —Estoy bien, ¿tú qué tal?—comento, devolviendo el saludo y tomando asiento frente a su escritorio—. Escucha, no quiero quitarte mucho tiempo, solo tengo algunas cosas que quisiera preguntarte, si tienes unos minutos. Claramente nerviosa, toma asiento. —Dime para qué soy buena. —Bueno… estuve hablando con mi hermano sobre la boda y me comentó que vas a llevar a un invitado. Palidece por unos segundos, aunque se recupera bastante bien. —Sí, am… lo lamento, no creí que fuera a incomodarte. ¿Te molesta que asista? Me encojo de hombros. —Para nada. Eres amiga de mi familia, no tengo problemas con eso, solo con la parte donde mencionan que vas a llevar a un acompañante. —No es un acompañante, es… mi prometido—susurra, enseñando entonces la sortija de diamantes que tiene en su reluciente y largo dedo. Su manicura es tan perfecta como todo el tiempo que estuvo conmigo, con la diferencia de tener esa sortija que hace centellar su piel blanquecina—. Voy a casarme pronto, Austin. Me carcajeo en su cara. No quiero, pero la situación me parece tan idiota que no encuentro otra forma de responder que con una risotada. —Yo… ¿cómo pasó? —¿Disculpa? Veo que de verdad está confundida y molesta por mi reacción. Es aquí cuando me entra en serio la curiosidad pues no puedo entender cómo se salta de una cosa a otra tan deprisa. —¿Cuándo pasó? Llevamos pocos meses separados—comento, apuntando a lo obvio—. Lo siento, pero me resulta imposible creer que pudiste conocer a un hombre dispuesto a casarse contigo en tan poco tiempo. Es su turno de reír, aunque veo que no le causa ni una pizca de gracia lo que digo. —¿Soy tan mal partido que crees imposible que alguien quiera desposarme? —pregunta con una ceja en alto. —No es eso lo que quise decir. —Entonces, ¿qué quisiste decir en realidad, Austin?—dice con firmeza—. Dilo fuerte y claro para poder entenderte porque no hiciste ni el mínimo esfuerzo por buscarme cuando terminamos y ahora que tengo otro hombre te apareces para saber cómo es que pueda estar por contraer matrimonio. Me encojo de hombros. —Estás entendiendo todo mal. No quise decir que seas un mal partido, es solo que llevamos poco tiempo separados y ahora vienes con que vas a casarte. ¿Dónde conociste a este hombre? ¿Siquiera lo amas o es solo para vengarte de mí? Perpleja, sacude su cabeza. —¿Crees que aceptaría casarme con alguien solo para vengarme de ti? Además, ¿por qué tengo qué vengarme? ¿Por qué no quieras casarte? Vamos, Austin, que el que tengas problemas para comprometerte no significa que te hayas convertido en mi peor enemigo. Suelto un suspiro. —¿Dónde lo conociste?—pregunto, haciéndola rabiar—. ¿Por qué no quieres decirme? —Porque no te corresponde, en absoluto, el preguntar una cosa semejante—reniega—. ¿Solo a esto viniste? Porque de verdad, cuando te vi en la puerta creí que vendrías a felicitarme por encontrar un hombre capaz de hacer en tres meses, lo que tú no pudiste en tres putos años, pero veo que no. Tu ego solo quiere que deje en claro que no conocí a este hombre estando contigo, lo que es cierto. No tiene nada que ver con nuestra relación ni nuestro pasado. Aunque no lo demuestre, su respuesta me deja tranquilo porque es lo que quería escuchar, pero ver el anillo en su dedo si me provoca algo de malestar estomacal todavía. —¿Feliz? Me encojo de hombros. —Entendiste todo mal. Solo quería asegurarme de que no estuvieras cometiendo una locura aceptando una propuesta solo con tal de estar comprometida. Finge una sonrisa. —Gracias por preocuparte, pero soy lo bastante grande como para ocuparme de mí misma. ¿Es todo? Tengo pacientes. Suelto un suspiro, poniéndome de pie. —Lamento que la paciencia no sea tu don—comento, acomodando mi bata—. Ahora sí, eso es todo. Hago ademán de salir de su consultorio cuando viene por mí, tomando mi brazo. Puedo ver en sus ojos cristalinos, que mi comentario le ha dolido, lo que me deja saber que no ama del todo a ese prometido suyo si un ex logra ponerla tan inestable como lo está ahora. —¿Por qué me haces esto?—pregunta en voz baja—. Estaba bien y feliz con mi decisión hasta ahora. ¿Por qué te agrada torturarme? ¿Qué ganas con decir que de haber sido paciente te habrías propuesto? —Porque es así. —¡Claro que no! Y lo sabes bien. Jamás te habrías propuesto porque tienes problemas incluso para compartir tu baño. En tres años no me diste más que un estante en tu apartamento porque temías a que quisiera mudarme contigo, cuando saqué el tema dijiste que preferías tener todo en su lugar y muchas cosas más. Poco a poco me alejaste, Austin, así que por favor, no me mientas ahora que otro hombre se atrevió a llevarse lo que durante años, tuviste completamente gratis. Sé que espera a que diga algo como que deje a su prometido, que estoy listo, sin embargo no puedo dejar de pensar en que en su cabeza, cree que ese hombre es mejor que yo solo por darle un anillo. ¿Por qué eso es tan importante? ¿Qué hay del respeto y la lealtad en una relación? ¿Por qué lo que le dí no es suficiente para esta mujer? Debo decir que estoy herido con la suposición de que esos tres años a mi lado fueron una completa pérdida de tiempo, y estoy molesto. Furioso. Hasta el punto en que quisiera hacerla pagar por esto. —No te preocupes, no te diré ni una sola palabra más. Abandono su consultorio hecho una furia, encontrándome con Aiden quien al ver mi cara no hace preguntas, solo camina a mi lado en completo silencio hasta que llegamos a mi consultorio. En la privacidad de mi área puedo maldecir y él solo escucha, por suerte para mí puesto que tengo demasiado por sacar de mi sistema. —¡¿Quién se cree que es para decir que tengo problemas de compromiso?! —Amigo, irá a la boda, será mejor que se lleven bien. Bufo, molesto. —¡Eso es lo de menos! ¿Acaso piensa que va a presentar a ese hombre en la boda de mi hermano? ¿Frente a toda mi familia? ¡Me dejará en ridículo! Él se encoge de hombros. —Bueno, tú dijiste que llevarías a una chica también. —¡No tengo tiempo para conocer a nadie!—reniego—. Tendré que ir a citas, fingir que me interesa su vida, que tengo tiempo para cursilerias e incluso pedir que sea mi acompañante a la boda. No tengo tiempo para esas mierdas. Hace una mueca que capta mi atención. —¿Qué significa ese gesto?—digo, repitiendo lo que hizo—. ¿A qué vino? —A que puede que tenga la solución perfecta a tu problema, con la pequeña aclaración de que tendrás que poner dinero. —¿Quieres ser más específico? Me pide en silencio que lo aguarde un minuto. Se mueve a mi ordenador, abre el navegador y en dos segundos tengo frente a mí una página de citas con chicas… prepagas. —¿Quieres que contrate a una prostituta? Rueda los ojos. —No son prostitutas, son damas de compañía. —¿Cómo conoces este sitio siquiera?—pregunto, asombrado al ver la cantidad de mujeres que se ponen un precio por una noche con un hombre cualquiera. —Un amigo llevó a una chica de estas a una cena de trabajo. Fue amable, gentil, y el complemento perfecto para un idiota como él. En serio, me sorprendió que siendo como es hubiera conseguido pareja, así que le pregunté de qué iba todo eso porque la chica parecía ser en serio genial y me contó sobre este sitio. Es una de esas cosas que crees que jamás vas a necesitar, pero resultan útiles al final. No muy convencido de su explicación comienzo a pensar en los pros y contras de contratar a una mujer de la noche para ser la acompañante a la boda de mi hermano, que no sería solo a la boda sino también a todos los eventos donde mi familia esté involucrada. De verdad, no sé qué tan bien pueda salir todo esto y estoy un poco desconfiado hasta que veo el anuncio de una joven rubia, esbelta y atlética, con rostro angelical. “Joven mujer se ofrece como dama de compañía para cualquier tipo de evento. El precio es elevado, pero va garantizada la buena experiencia si estás dispuesto a pagar lo que valgo.”
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD