Austin.
“Quiero un hombre que pueda ser capaz de comprometerse. No puedo seguir perdiendo el tiempo contigo, Austin.”
Las palabras de Laila siguen resonando en mi cabeza, como si se hubieran instalado en mi sistema siendo incapaz de borrarse.
¿Que no puedo comprometerme? ¡Tres años de relación no son suficiente! ¿Cómo puede esperar la sociedad que te comprometas a pasar el resto de la vida con alguien a quien solo conoces por tres años?
Laila y yo… fue una relación buena, no puedo negar eso. Tuvimos nuestros momentos, incluso pensamos en comprar un apartamento juntos a futuro siendo colegas, sin embargo, todo se fue al drenaje desde el momento en que sus amigas de la universidad comenzaron a casarse. Una tras otra fueron cayendo en la mentira que supone el matrimonio, y ella quería unirse. Era tal su deseo que acabó rompiendo una relación conmigo, solo con la idea de encontrar a un hombre que estuviera dispuesto a darle el tan preciado anillo de compromiso.
La dejé ir. ¿Quién soy para negarle su felicidad? Mi vida se resume en mi trabajo y pasar tiempo con mi familia, aunque esto último también está siendo considerado para ser vetado porque no son más que personas insufribles.
—No puedes estar solo en mi boda—dice mi hermano, por enésima vez—. Kiera, ¿tienes alguna amiga soltera? Pueden ser parejas solo en la boda.
Ruedo los ojos ante las ocurrencias de mi hermano menor, Miles, quien también cayó en la trampa a la que llaman matrimonio.
—Lo siento, Austin, todas mis amigas tienen pareja para la boda.
—Está bien, Kiera, no es un requisito tener pareja para algo tan idiota como una boda.
—¡Cuida lo que dices!—replica mi madre, entrando en la cocina toda enfurecida—. ¿Cómo crees que se verá un padrino de bodas sin pareja en la boda? ¡Eso es una abominación!
—Mamá, es solo una boda. Y sería una abominación si de hecho, fuera una boda de una sola persona, pero como no soy yo quien se está poniendo la soga al cuello, no tengo problemas con ello.
Mi sonrisa hace que todo mi discurso sea incluso peor. Y es que el tener o no una pareja jamás fue un problema hasta que a Laila se le ocurrió dejarme a un mes de la boda de mi hermano. Ahora que se vienen todos estos eventos familiares, donde comenzarán las preguntas sobre por qué Laila no está invitada o conmigo, donde las habladurías me dejarán en la mira, a la niña se le da por abandonarme.
Qué persona egoísta.
—No es solo una boda, hijo, es la boda de tu hermano y si tuvieras algo de decencia, le pedirías a Laila de rodillas que se casara contigo.
—¿Es mi culpa que no sepa esperar?—pregunto, encogiéndome de hombros ante su mirada asesina—. Lo siento, pero ella no quiso esperar a que yo me decidiera.
—¡Estuvieron juntos tres años! ¿Qué otra cosa necesitabas?
—Más tiempo para conocernos. ¿De verdad querías que tu nuera fuera alguien a quien apenas conozco? Por favor, mamá. ¿Cuánto tiempo demoró papá para proponerte matrimonio?
Me mira con una mirada altiva, incluso eleva el mentón antes de dar su respuesta.
—Tres meses, y fueron una completa eternidad.
Ruedo los ojos, volteando a ver a mi hermano.
—A mí no me mires, que le pedí matrimonio a los cinco meses.
Sacudo la cabeza.
—Ustedes están locos. Querer pasar la vida con alguien a quien apenas conocen—comento—. No te ofendas, Kiera.
Como la persona genial que es, mi futura cuñada no hace más que sacudir la cabeza.
—No te preocupes, no me ofendes. De hecho, hasta antes de conocer a tu hermano tenía el mismo pensamiento, pero las cosas cambian.
—Lamento desilusionarte, pero no lo hacen.
—Sí, sí cambian—me corta—. Y no es cuestión de quererlo o imponerse a uno mismo a que todo será diferente, sino que cambias de idea cuando conoces a esa persona…
—Por favor no digas especial.
—Especial—afirma—. De repente ya el tiempo es solo una cuestión de menor importancia y lo único que esperas es que llegue el momento en que puedan compartir lo que les queda de vida juntos.
Hago una arcada, ganándome un golpe de parte de mi madre.
—Suena cursi, pero es la verdad.
—No, suena cursi porque es cursi. Y la verdad es que no comparto ese sentimiento. La persona que quiera estar conmigo tendrá que entender que mi trabajo viene por encima de todas las cosas. No es fácil querer salvar vidas y tener a una mujer latosa pidiendo más tiempo para pasar juntos.
—Eres insufrible—comenta mi hermano.
—Pero al menos soy sincero. Espero que la mujer que quiera pasar tiempo conmigo, entienda que mi trabajo es de vital importancia y que ella solo tendrá que dedicarse a su trabajo o sus hobbies sin esperar mucha atención de mi parte.
Mi madre suelta un largo suspiro.
—Es decir que tendré nietos de Miles antes que de ti.
—Por favor, si el matrimonio me parece innecesario, añadir niños en la ecuación me resulta insufrible.
Ninguna de las tres partes presentes puede entender cómo es que estas palabras salen de mi boca y la verdad es que me da igual. Durante años he compartido el mismo pensamiento y es que ser un médico clínico residente en el mejor hospital de la ciudad lleva tiempo. No puedo gastar la poca energía que tengo en bobadas como el matrimonio o los hijos.
Eso puede esperar, a un futuro muy, pero muy lejano.
—Yo creo que tener hijos es la cereza del pastel a un matrimonio perfecto—continúa Miles.
—Y yo creo que desde que te comprometiste, te convertiste en un marica.
Me lanza con uno de los cojines de la estancia, haciéndome reír. A decir verdad, es la primera vez en semanas que me reuno con mi familia y es que desde que Laila decidió abandonarme, por mi parte, decidí que lo mejor que podía hacer por mí, era alejarme.
Mi madre es una persona demasiado decidida, y como se le ha puesto en la cabeza que tengo que tener una pareja para la boda, he intentado evitarla, pero eso no podía ser para siempre. Con los ensayos de la boda a la vuelta de la esquina, así como la despedida de soltero y la cena de compromiso, me fue imposible alejarme por más tiempo.
—Tengo una amiga en el club de campo—comenta, sirviendo el té.
—Genial, me gustan las mujeres mayores.
Hace una mueca de asco mientras mi hermano se carcajea.
—Tiene una hija que ronda tu edad. Se llama Lora y es…
—Ay, por favor. Si basaron su nombre en su personalidad, espero que después de presentármela me tengas un par de nuevos tímpanos—me quejo, recibiendo una mala mirada.
—Es una chica dulce y gentil.
—Frágil como una muñeca de porcelana—continúo.
—Y es heredera de la empresa familiar. No sé, para que tengas en consideración.
—Para colmo mimada. No, madre, gracias, pero prefiero apretarme los huevos con una tenaza antes de tener una cita con esa tal Lora—me pongo de pie, acomodando mi saco—. Ahora, si me disculpan, las personas reales tenemos que volver a nuestros trabajos.
Saludo a Kiera, luego a mi madre quien todavía tiene la esperanza de presentarme a la tal Lora, y finalmente voy por mi hermano, quien tiene una sonrisa de idiota en su rostro.
—¿Qué tienes ahora?
—Nada, solo no puedo dejar de pensar en que Laila tiene razón, eres un completo dolor de cabeza.
Lo empujo levemente.
—Ella está tan loca como tú. Adiós, hermano, disfruta de la tortura de tener que escoger flores que combinen con tu mal gusto—bromeo.
Estoy acercándome a la puerta cuando sus palabras siguientes me mantienen en vilo. Y la verdad es que no podría explicar lo que siento al oírlo, simplemente sé que no me gusta para nada.
—Espero que su prometido sea algo completamente diferente a ti.
Volteo a verlo.
—¿Prometido?
Por la forma en que mi madre y cuñada me miran entiendo que esto de estar comprometida es algo nuevo y algo que planeaban mantener en silencio, o al menos, algo que esperaban que no llegara a mis oídos.
—Sí, lo va a presentar en la cena de compromiso de la próxima semana.
Sacudo la cabeza.
—¿Layla está invitada a la boda todavía? ¿Por qué? Se supone que era invitada cuando era mi pareja, no ahora.
—Layla es mi amiga—comenta Kiera—, y es una de las damas de honor así que vas a verla en la boda, Austin.
—Y a su prometido—dice mi hermano.
Entiendo por su mirada que esto no fue un comentario al azar. El maldito hijo de puta quiso decirlo para mantenerme al tanto, aunque no sé con qué intención. Si Layla tiene una pareja, bien por ella. ¿Cierto?
—¿Acaso eso te molesta, hijo?
Hago una mueca desinteresada.
—Para nada. A fin de cuentas, yo también iré con alguien.
Los tres se miran entre sí, sin poder creer lo que sale de mi boca.
—¿De verdad? ¿Vas a llevar a alguien?
—Solo lo hará para no quedar detrás de Layla, ¿cierto, hermano?
Me encojo de hombros.
—Iré con alguien—les corto—. Mamá, puedes dejar de buscarme pareja. Adiós.
Abandono la casa de mi madre y apenas cruzo la puerta de entrada, me pregunto dos cosas, la primera es cómo hizo Layla para encontrar a alguien que quiera comprometerse tan deprisa y la segunda… ¿Por qué mierda dije que iría con alguien a la boda? ¡Estoy frito! ¡Totalmente frito!