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Prometida de Alquiler

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Blurb

¿Qué tan lejos estás dispuesto a llevar una mentira?

Blake es una joven artista y Austin, un doctor ambicioso y aunque no tienen mucho en común, simulan ser pareja para conseguir lo que quieren.

Lleno de celos, Austin contrata a una dama de compañía para hacerse pasar por su prometida ante su ex, quien recientemente se ha comprometido también. Sin pensar en las consecuencias, inventa que está a punto de casarse, pero ¿Qué tanto van a durar antes de que los sentimientos comiencen a hacer de las suyas?

Blake, una acróbata en telas, necesita urgente dinero para poder solventar una audición. ¿La mejor idea? Postularse como dama de compañía para hombres solteros, sin contar con que un pequeño contrato la llevaría a un bucle de mentiras del que no va a poder salir sin anillo.

Ambos necesitan del otro, una simple transacción, pero… ¿Cómo le darán fin a su tetra sin lastimar a nadie? Y más importante, ¿cómo dirán adiós después de que uno de ellos caiga, irremediablemente por el otro?

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Prólogo.
Blake. Siempre supe que vivir de mi arte sería difícil, pero jamás pensé que tendría que vivir en un apartamento compartido a mis veinticinco años de edad. Mudarme a Nueva York para vivir de la gimnasia parecía una buena idea hace unos años, sin embargo, las ilusiones poco a poco se fueron por el caño cuando tuve que bajar mis comodidades. Primero fue la renta, se volvió algo impagable con mi trabajo de medio tiempo porque los ensayos se llevan la mayor parte de mi día, así que tuve que buscar una compañera de piso. Así conocí a Sage, mi mejor amiga. Ambas nos mudamos con la idea de tener un mejor futuro, pero solo encontramos deudas y una vida dura intentando vivir de lo que nos gusta. Después del apartamento vino mi trabajo, al que tuve que renunciar al tener una audición importante para la proyección de una obra en Broadway en solo unos meses. —Estoy arruinada—anuncio, en medio de mi trago con la música rodeando el ambiente—. ¿Cómo podré comprar mis cosas si no tengo dinero, Sage? ¿Cómo? Mi amiga, quien baila en medio de la sala, se encoge de hombros. —Tus padres, ¿ya no pueden enviarte más dinero? —No. De verdad, preferiría prostituirme que pedirle otro céntivo a mi padre. ¿Tienes idea de lo que han sacrificado por mí? No, eso es imposible. De solo pensar en tener esta conversación de nuevo con mis padres, acerca de cómo escogí una carrera con la que no puedo cobrar ni un solo peso y cómo estoy cerca de poder escoger otra, solo me provoca un dolor de cabeza que ni con píldoras se irá. —Tenemos cuentas por pagar. ¿Qué le diremos al casero cuando venga a cobrar la renta la próxima semana?—me pregunto en voz alta, sintiendo el peso de mis decisiones sobre mis hombros—. Además, la despensa que hicimos el mes pasado se está acabando y no tengo dinero para ayudarte a pagar. —Amiga, no te preocupes. Yo pagaré por ti este mes. Sacudo la cabeza. —No, me niego a que cargues con el peso de ambas. Acordamos que era mi trabajo darte la mitad y lo conseguiré. Sage viene hacia mí, tomándome por el hombro. Se nota que está bebida, yo también lo estoy. Como una forma de escapar de mi realidad, se me ocurrió la brillante idea de gastar mis últimos diez dólares en una botella de licor barato, algo de lo que seguramente me arrepentiré en la mañana. —Blake, no te preocupes, tengo dinero y tendré más. Puedo aguantarte por un par de semanas hasta que consigas el empleo en la compañía de danza. Bufo, molesta de tener que pasar de ser una carga para mis padres a ser una carga para mi amiga. —Conseguiré el dinero. No puedes costear la universidad de diseño, tus telas, el taller y encima mi parte. Eso sería injusto. Ella niega con su cabeza. —Tengo una fuente de dinero—asegura—, podría decirte que es ilimitado, al menos mientras siga conservando el buen cuerpo, ¿no? Frunzo el ceño. Sé que estoy bebida, pero estoy casi segura de haber oído que su fuente de dinero proviene de su cuerpo. —¿Tu cuerpo? Finge cerrar su boca con un candado, lanzando la llave imaginaria, solo para continuar bailando en medio de la sala. —Sage, ¿de qué estabas hablando?—pregunto, acercándome. Ella no hace más que negar. —Hablé de más, Blake, no te preocupes. —Pero quiero saber. —No, no quieres. La tomo por los hombros para que me mire a los ojos y vea la certeza con la que digo las siguientes palabras. Sé que estoy ebria, pero también reconozco la desesperación que siento y también la frustración de vivir siempre con la soga en el cuello. Estoy cansada de tener que defender mi arte de todo el que me dice que no puedo vivir de esto, harta de tener que sobrevivir cuando en realidad quiero vivir. Libre, sin frustraciones. —Dime de qué va ese empleo tuyo—suplico—. Desde hace unas semanas te veo relajada por el tema de dinero, te compraste ropa, ahora puedes ayudarme cuando hace un tiempo no teníamos ni para darnos un gusto un fin de semana. Quiero saber, Sage. —Bueno… tengo un trabajo, sí, pero no creo que sea para ti. —¿Por qué no? Paga bien por lo que veo, y si me permite vivir de mi arte sin tener que preocuparme de nuevo por el dinero, lo tomaré. —Se trabaja de noche. Me encojo de hombros. —Mejor para mí, tengo la noche libre. Forma un puchero con sus labios. —Es que… también requiere que salgas de la casa. —¿Qué trabajo te permite quedarte?—comento—. Por favor, dime… quiero saber. Suelta un suspiro después de varios segundos, dándose por vencida. Es lo que veo en su mirada. —Promete que no te vas a espantar. —¿Por qué sigues diciendo eso? —Porque provienes de una familia recatada y no quiero que me mires como si no me conocieras—parlotea en lo que va en busca de su ordenador. Cuando lo trae en sus manos, me enseña el meñique el cual tomo como símbolo de una promesa entre ambas—. Si veo una sola mueca de tu parte, olvidaré que eres mi amiga y te irás a fin de mes. —Lo prometo. —Bien, trabajo en esto. Sage me entrega su ordenador y lo primero que veo en la pantalla es una aplicación de mujeres que se rentan a sí mismas. La fotografía de mi amiga se ve en la pantalla junto a una breve descripción de lo que le gusta hacer, además de un monto debajo. A decir verdad no sé qué pensar. Lo primero que se me cruza en la cabeza es en cuántas citas habrá salido ya que tiene un ranking de tres estrellas y media como clasificación. —¿Qué opinas?—pregunta, con total inseguridad en su voz—. Por favor, di algo. Sé que no es honesto y que tampoco es algo digno, pero te aseguro que no hay nada de sexo involucrado. Bueno, no a no ser que quieras. Volteo a mirarla. —¿Lo hiciste con alguno de tus clientes? Muerde su labio inferior. —Solo con uno y en una situación bastante normal, te lo aseguro, pero de ahí en más no hubo sexo involucrado con ningún otro. Solo salidas, fingir que somos pareja en algunas ocasiones y otras solo para conversar. Es algo inocente, solo haces valer tu tiempo, a decir verdad. Miro, leo y releo la página como mil veces. Tengo tantas preguntas que quisiera tener para todas una respuesta rápida, sin embargo sé que cuantas más preguntas haga, más cohibida se sentirá Sage. Está compartiendo su secreto conmigo, después de todo, ¿quién soy yo para juzgarla? —¿Qué opinas? —Quiero entrar—digo con firmeza, notando que suelta una risa—. No es gracioso, de verdad, quiero entrar. Abre la boca, sorprendida por mis palabras. —¿Estoy oyendo bien? ¿Quieres hacer esto? Blake, no tienes necesidad de… —Está bien para ti, pero no para mí, ¿eso es? Se lamenta, negando con su cabeza. —No es eso, es solo que quiero que tengas otras opciones antes de lanzarte a esto que podría jugar con tus sentimientos. —¿Cómo así? —Una de las reglas que más imponen es que serán citas aleatorias. No puedes escoger, tampoco puedes negarte una vez que pagan la tarifa completa por las horas que quieran, ¿entiendes? Me encojo de hombros. —No tengo otra alternativa, Sage. Si quiero seguir viviendo de lo que amo, tendré que ganar dinero como sea. —Blake… —Quiero entrar. Está decidido. Seré una… chica de alquiler.

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