03. Mucho para pensar.

2111 Words
Blake. Durante meses no recibí propuestas muy decentes que digamos, aunque sí accedí a tres de ellas las cuales no fueron una completa tortura. Para mi suerte, los hombres a los que acompañé solo querían alguien para hacer ver. Pasear por un salón lleno de hombres con dinero, fingir que estaba bien y feliz en ese sitio y pude comer todo lo que quise, más la paga que no fue para nada mala después de todas las horas que llegamos a convivir. Gracias a mi caracter, estos hombres me dejaron tan buenas reseñas que comencé a recibir, por día, más de diez mensajes que esperaban a que programara una cita previa para conocernos. En base a mi experiencia, comencé a hacer una especie de recorte con ciertos personajes que tenían actitudes extrañas, y así solo abro mensajes que me interesan. Uno de los recortes, es para las fotografías falsas. Se nota a leguas cuando utilizan photoshop o alguna aplicación para cambiarse el rostro, además de que es fácil saber quién finge ser una celebridad y quien tiene una foto real, por eso es que durante días dudé en aceptar o no la invitación a un café de un hombre por demás hermoso. La palabra se queda corta. En su fotografía se nota a leguas que es un hombre que roza la perfección. Con su mandíbula bien perfilada y su cabello bien arreglado puedo notar que es profesional, aunque no sé en qué porque su perfil deja mucha información por fuera. Lo único que sé es que durante días estuvo buscando encontrarse conmigo para charlar sobre un “negocio” que podría interesarme. Y como soy curiosa, no pude decir que no. ¿Qué podría querer con una dama de compañía un hombre como él? Se nota que tiene dinero, que viene de buena familia, incluso que tiene elegancia. Es obvio que no es difícil para él conseguir mujeres. Sin embargo, a sabiendas de que necesito un buen dinero para poder tranquilizarme con respecto a mi puesto en la compañía de danza, no tengo más opción que aceptar y ver qué es lo que tiene para proponerme. En casa todavía, me coloco unos jeans y una camisa beige, adhiero un chaleco n***o y tenis blancos en lo que Sage se lanza en mi cama analizando mi vestimenta. —¿Vas a conocer al bombón con esas fachas?—pregunta, no muy convencida. Ruedo los ojos. —Bueno, es una reunión de negocios en un café. No puedo ir con un vestido, además el clima no ayuda. —Patrañas, puedes ponerte algo más sexy. Con eso pareces la encargada de una biblioteca. —Es un buen trabajo. —Blake, amor, esto se trata de venderte a ti misma lo mejor que puedas, ponle un poco más de empeño. Me miro al espejo dándome valor. Mi atuendo está bien, lo sé porque no quiero parecer una prostituta en un café por la tarde, mucho menos con alguien que parece que una mujer de la vida fácil no es lo que busca exactamente. A pesar de los consejos de Sage sobre cómo venderme a mí misma más rápido, dejamos el tema de la vestimenta de lado, observando ambas el mensaje del hombre que llega a mi móvil diciendo que en diez minutos estará en el café. ¡Y yo todavía ni he salido del apartamento! —Date prisa—me entrega mi bolso—, al menos sé amable, disfruta del momento y si se sobrepasa, grita lo más fuerte que puedas. Sonrío, plantando un beso en su mejilla. —No te preocupes, estaré bien. —De acuerdo, suerte, amiga. Cuando salgo a la calle donde queda mi apartamento, me doy cuenta de que mi vestimenta sí ha sido acertada porque el frío en las calles no es nada leve. Azota mi rostro con fuerzas moviendo mi cabello que apenas y tuve tiempo de arreglarlo después de la práctica por lo que intento que no se convierta en un desastre en lo que camino las pocas calles que necesito transitar para llegar a la cafetería. Once exactos minutos después, la campanilla de la tienda resuena por todo lo alto en cuanto hago mi entrada. Nerviosa, con miles de pensamientos negativos dando vueltas por mi cabeza comienzo a ver entre las personas si este hombre llegó y para mi sorpresa, está aquí. Con una bata médica, bebiendo su café, alza la mano en cuanto me ve. Está a poca distancia de la puerta de entrada, en uno de los asientos más reservados del lugar. Siento mis piernas temblorosas cuando sus ojos hacen contacto con los míos porque tendría que ser un pecado que alguien fuera así de bello. Completamente injusto para el resto de la población masculina. Con un rostro casi perfecto, sus ojos son el mayor tormento que encuentro pues el azul que carga es tan bello que me deja sin aliento. Como puedo llego a su lugar, extendiendo la mano la cual estrecha sin dudarlo. —Blake—saludo. —Austin—se presenta—. Toma asiento, ¿quieres beber algo? Todavía estoy en shock de que sea una persona real la de la fotografía de su perfil, por eso solo me limito a asentir. Él le pide a la camarera que venga, toma mi orden y en cuanto nos deja a solas no puedo evitar preguntar… —¿Eres médico? Por la bata, digo. —Oh, no. Hoy es el día de ir disfrazado al trabajo y escogí médico—comenta. Tuerce la boca en una sonrisa y al ver que no le sigo el ritmo, sacude la cabeza—. Lo lamento, estoy nervioso. Es la primera vez que hago esto. Suelto un largo suspiro. —Diría que el sentimiento es mutuo, pero es mi cuarta vez en esta aplicación. De hecho, me sorprende que seas el de la fotografía. —¿Hay quienes ponen una foto falsa de perfil? Ruedo los ojos. —Te sorprenderías. Traen mi pedido y ambos esperamos a que la mujer se vaya para continuar nuestra conversación. Lo noto incómodo, demasiado nervioso, por lo que decido tomar la delantera. —Y dime, ¿cuál es el evento en el que me quieres como acompañante? Mira a todos lados, esperando que nadie escuche lo que acabo de decir. —Bueno, de eso quería hablar en persona. No es un evento… son varios. Lo miro, confundida. —¿Disculpa? —Mi hermano menor se va a casar en un mes, mientras tanto tengo varios eventos en los que necesito una acompañante para que mi madre deje de intentar conseguirme pareja—comenta, haciéndome reír—. Sí, es gracioso. —Ya me preguntaba yo por qué un hombre como tú tendría que recurrir a páginas para encontrar una mujer que lo acompañara. Se encoge de hombros. —No tengo problemas con las mujeres, es solo que siempre piden demasiado y no estoy dispuesto a dar nada que no quiera. Contigo es diferente, te pagaré, podrás tener tu vida normal y no te enamorarás de mí, que es lo importante. Ruedo los ojos. —Eso sonó bastante arrogante. —Es la verdad. Te p**o para que finjas que eres mi prometida por unas semanas, luego todo terminará y no recibiré llamadas constantes a mi trabajo preguntando por qué tuvimos que cortar lazos tan pronto. Sacudo la cabeza apenas sus palabras entran en mi torrente. Me mira como si hubiera dicho algo malo, cuando la realidad es que dijo algo de lo que no se había hablado hasta ahora. —¿Qué tienes? —Dijiste prometida—apunto—. ¿Por qué? Creí que era fingir que soy tu novia, nada más que eso. —¿Tienes algún problema con fingir que eres mi prometida? Balbuceo algunas palabras sin sentido hasta que finalmente le apunto a la realidad. —¡Claro que sí! Digo, jamás he estado comprometida y no me gustaría que la primera vez fuera una completa mentira. Rueda los ojos, restando importancia a mi preocupación. —Eres toda una chica. Qué hastío. —Bueno, pues disculpa si quiero mantener algunas esperanzas vivas en medio de todo esto—reniego—. Aparte, ¿cómo funcionaría? ¿Enseñaría el anillo y ya? Frunce el ceño con preocupación. —¿Tendría que escoger un anillo? —Claro que sí, para que sea más realista, pero si no quieres está bien, solo fingiremos y dejaremos que las personas especulen acerca de lo verídico que sería nuestra relación—comento, encogiéndome de hombros. Ante mis palabras, el tal Austin no tiene más opción que pasar su mano por su rostro con total frustración. Como dije, es un joven hermoso, bello y casi podría pasar como modelo masculino así que no entiendo todavía por qué la necesidad de fingir que alguien es tu prometida ante tu familia por una simple boda, pero dado que mi trabajo consiste en acompañar y no ser su terapeuta, no hago ningún comentario al respecto. —Bueno, estoy dispuesta a hacer lo que me pides, pero necesitaría un cronograma antes. Fecha, hora y lugar de los eventos donde tendríamos que ir juntos para preparar mis vestidos, no quiero quedar por fuera de tu grupo, y también para que no te cruces con otros clientes. —¿Cómo que otros clientes? Bebo un sorbo de mi café. —Pues, en un mes necesito más de un cliente. Quizás pueda conseguir citas casuales para presentarme y… Sacude la cabeza, negando de inmediato. —No, este trabajo tiene que ser exclusivo. —¿Por cuánto tiempo? —El que sea necesario—aclara con seriedad, dejando en claro que quizás, no es solo fingir—. Mira, no quisiera que te encontraras a nadie de mi entorno en una de tus citas porque toda la historia se irá a la mierda, ¿entiendes? —Pero yo necesito el dinero. Tengo cuentas para pagar. Sacude los hombros haciendo una expresión como que le valen mis gastos personales. —Además, necesito ropa para los eventos y prepararme. No te ofendas, pero pareces salido de una revista de modas y no quisiera quedar atrás cuando nos presentes como pareja. Para eso necesito el dinero. —Eso no es problema—comenta con tranquilidad—. Tengo amigos estilistas que te recibirán, también me haré cargo sin costo de las cosas que compres para usar mientras toda la farsa siga de pie. Tómalo como que si ahora toda tú, fuera mi responsabilidad. Si aceptas, por supuesto. Con el ceño fruncido le miro. —¡Quieres comprarme! —No quiero comprarte, quiero alquilarte. Como en Mujer Bonita. —Julia Roberts era prostituta en esa película—apunto, quitándole una sonrisa. —¿No haces lo mismo? —Jamás tendría sexo contigo, ni aunque me pagaras. Finge una expresión de tristeza haciendo una mueca. —¿De verdad? ¿Sin sexo? Ruedo los ojos. Para ser un hombre con tal porte de macho alfa, puede ser bastante idiota cuando se lo propone, lo que me lleva a preguntarme si aceptar esta propuesta es algo que me conviene. Demasiados días estando designada a una sola persona roza lo personal, lo que me causa conflictos porque digamos que no soy una persona que sepa desprenderse de las cosas tan fácil. —Ya, hablando en serio—tiende sobre la mesa un papel doblado a la mitad—. Ya que hablamos de dinero… durante días le di vueltas al asunto y creo que la suma que te ofrezco es algo más que apetecible. Me atrevo a desdoblar el papel y mi cerebro no tarda en hacer las cuentas sobre mi precio por hora, sumado a los días y debo decir que me sorprende la cantidad. Este hombre está dispuesto a pagarme por cada hora de cada día del siguiente mes, siempre y cuando me mantenga libre para él y sus obligaciones. —Es… demasiado dinero. Se encoge de hombros. —Va con una cláusula, por supuesto. —¿De verdad? ¿Qué cláusula? —Cuando acaben nuestros días, tendrás que desaparecer de mi vida y de la vida de las personas que conozcas a través de mí, para siempre—aclara, mirándome a los ojos—. Sin llamadas, ni mensajes y mucho menos saludarme en caso de que nos volvamos a encontrar en la calle por coincidencia. El tiempo que pasamos juntos será solo un recuerdo y… todos felices seguimos con nuestras vidas como si nada de esto hubiera pasado, jamás. ¿Qué dices? ¿Aceptas? Tomo un largo suspiro antes de responder. —Tendría que pensarlo. Y es la verdad, tendría que pensarlo, y mucho.
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