Narra Eduardo No puedo negar la culpa que me embarga en este momento. Desde el principio, supe que lo que estaba haciendo era incorrecto, que me estaba adentrando en un territorio prohibido y peligroso. Amelia es la esposa de mi hermano, una mujer que juró amar y respetar a Carlos por el resto de sus días, y aquí estoy, desobedeciendo todas las normas morales y éticas al entregarme a ella de esta manera. Pero, a pesar de mi conciencia gritándome que detenga este frenesí de emociones y deseos, no puedo evitarlo. Desde el primer momento en que la vi, supe que era especial, que había algo en ella que me atrapaba y me hacía perder la razón. Tal vez fue su mirada, llena de ternura y tristeza a partes iguales, o tal vez fue su sonrisa, que parecía ocultar mil secretos detrás de ella. Sea cual