Después de aquel tenso evento, regresamos al palacio en un ambiente cargado de tensión. A medida que avanzamos por los majestuosos pasillos, puedo sentir la irritación palpable en el aire emanando de Carlos como un aura oscura y opresiva. Es evidente que detesta no ser el centro de atención, y ver que la multitud me ha recibido con más entusiasmo que a él solo exacerba su resentimiento. Decidida a calmar las aguas turbulentas que amenazan con ahogarnos, me sumerjo en mi refugio favorito: la cocina. Aquí, entre los aromas reconfortantes de hierbas y especias, me siento en mi elemento, en control de mi destino y capaz de transformar incluso la situación más sombría en un oasis de paz y armonía. Con determinación, me pongo manos a la obra, preparando con esmero un plato típico de la gastr