Capítulo 5

2184 Words
IRIS Su cálida cercanía es un potente analgésico que no sabía que necesitaba con tanta fuerza. Soy un naufrago sin brújula. Me encuentro caminando en un territorio conocido pero sin la fuerza suficiente como para lograr ubicarme y seguir adelante. El camino se torna tortuoso, laberíntico. Sin embargo, siento que sus brazos son una zona segura, aunque el dolor no desaparece, la traición no reduce y la sensación de abandono y vacío sigue estando presente. —Todos tenemos días, años, incluso épocas malas. Lo importante es salir de ahí, no acomodarte en el dolor y conformarte con castigo. Su voz susurrada es una suave caricia al corazón. Entiendo lo que quiere decir, pero si piensa que estoy así porque quiero, está muy equivocado. Me separo de su pecho y vuelvo a mi almohada. Mirar a las estrellas no me ayuda a ver nada con perspectiva, pero sí logra calmar mis nervios descontrolados. No deja de sorprenderme lo cómoda que me siento a su lado, es como si realmente lo conociese desde hace mucho tiempo. Como si esto estuviera destinado a pasar. Como si nosotros estuviésemos hechos para conocernos. —A veces somos nuestro peor enemigo, Iris. —Toma aire. El silencio que sigue a sus palabras hace que quiera saber más de él, pero sé que no soy nadie para preguntar por su vida. —Somos quienes más daño podemos infligirnos. Apoyo mi mano sobre la suya, instándole a seguir y abrirse a mí si así lo desea. Si fuera como Jen estaría haciéndole el quinto grado para obtener toda la información posible. Cuando su recuerdo cruza mi mente, una sonrisa automática se forma en los labios, pero rápidamente es sustituida por un fuerte dolor en el pecho. —Lo sé. No hacen falta palabras que cubran el silencio que se ha instaurado entre nosotros. Ambos necesitamos esto. Nuestras manos siguen unidas. Ninguno tiene la intención de alejarse del otro, sabemos que en cuanto lo hagamos caeremos como naipes arrollados por el viento. —Yo lo quería, lo quiero —susurro—. Los quiero a todos, confiaba en ellos... Mi voz interior habla por mí. No soy consciente de cuándo decidí que sería buena idea compartir lo que siento con él. —Yo la quería, pero ya no puedo quererla. No quiero hacerlo —contesta de la misma forma—. Siento que me ama, pero sé que no lo hace. De hacerlo no seguiría con este juego. —Me mintieron todos. Me hicieron tanto daño que siento que nunca podré... —...superarlo —termina mi frase cuando nuestros ojos se encuentran en mitad de la oscuridad. Asiento lentamente y para mi sorpresa la humedad no toca a la puerta. Las lágrimas se han secado. —Que no quieras quererla no significa que no la quieras —recuerdo las palabras de Ágata, empezando a comprender el porqué de las mismas. —Que te ocultaran la verdad no significa que no te quieran. Supongo que tiene razón, pero admitirlo en alto solo dejaría la puerta abierta a nuevas esperanzas vanas y posibilidades de volver a ser destruida. Pensar que todavía queda una oportunidad para nosotros significaría agarrarse a un clavo ardiendo, tirarse al vacío sin saber que si la cuerda resistirá la caída. Pero, al fin y al cabo, con Hardy siempre ha sido así. La imprevisibilidad de sus actos es tan compleja como él. Y Jen... A ella no puedo verla, porque sé que sus palabras serán capaces de acabar con los pocos muros que aún quedan en pie. Necesito tiempo para reconstruir lo que ellos derrumbaron y poder afrontar la realidad que ahora se cierne sobre nosotros como una gran nube de tormenta que aún no ha descargado. —Lo sé... —confieso. Gira su cuerpo dirección al mío. Hago lo mismo perdida en la apasionante reciente oscuridad de sus ojos—. ¿Qué pasó? Alza una ceja. —Se suponía que veníamos a desconectar. —Ríe—. ¿Misión fallida? Niego sonriendo. Sí, he recordado lo sucedido, pero por alguna extraña razón ya no duele de la misma forma. Puede que Jen tuviese razón, quizás compartir lo que sientes ayude a sanar heridas. —¿De verdad quieres saberlo? —Solo si tú quieres contarlo. —Lo dejamos hace un par de meses. Realmente pensaba que era la mujer de mi vida, pero entonces todo se torció. —Me sorprende la sinceridad con la que está hablando. Está poniendo su corazón frente a mí, me está dando la oportunidad de atacar donde más daño podría hacerle—. Los dos hicimos cosas que no estuvieron bien. Asiento para que sepa que estoy atenta. No quiero decir nada que pueda hacerle parar. La forma en que se está abriendo no deja de sorprenderme, es más humano de lo que muchos serían capaz a mostrarse. »Lo pasé muy mal, demasiado. Nuestro problema fue que nunca cortamos de raíz, ambos seguíamos sintiendo cosas por el otro. Normalmente cuando uno bajaba la guardia el otro estaba preparado para detener la situación, pero una de esas noches en las que no sabía qué hacer para que el dolor remitiera, decidí ir a buscarla. Ninguno frenó la situación, simplemente nos dejamos llevar por lo que tanto ansiábamos Podrás imaginarte lo que sucedió... —niega riendo—. Gran error. Después de ese encuentro vino otro, y otro, hasta que pasados un par de días, me confesó que estaba con otra persona. No voy a negar que en ese momento me dolió, incluso llegué a sentirme traicionado. Tardé un tiempo en aceptarlo y llegar a alegrarme por ella, quiero que sea feliz. El problema es que sigue intentando contactar conmigo. Siento que no quiere que yo pase página. —¿Y lo está consiguiendo? Niega lentamente. —Lo que ella no sabe es que yo cambié de libro hace tiempo. —Entonces, ¿qué es lo que te molesta? No necesito que me conteste, puedo ver por dónde va la dirección de la conversación, pero he aprendido a no dar nada por hecho. —El egoísmo. —Entiendo... —En realidad, no creo que lo hagas. —Alzo una ceja en desacuerdo—. El amor es lo contrario al egoísmo, y si ella está siendo egoísta, nunca me amó de la forma que yo lo hice. —No hay una única forma de amar. —Lo sé —suspira volviendo a mirar al cielo—, pero si esa es su forma de amarme, no la quiero. La noche se ha vuelto ligeramente más fría, pero lo suficiente como para soportarlo. El giro de los acontecimientos me tiene descolocada, no esperaba ser yo quien me entrometiese en su vida, y mucho menos quien intentara calmar sus nervios bien controlados. —Gracias por convencerme de venir. Sonríe. —No es tan entretenido cuando vengo solo. —Ni tan dramático. Me mira fugazmente y suelta una carcajada que logra erizarme la piel. —Ni tan dramático. El cielo está tan repleto de estrellas que siento que soy la nada más absoluta. Desconocemos la profundidad y extensión del universo, sin embargo, cuando algo nos aflige sentimos que nuestro mundo se acaba, que el dolor arrasa con todo; nuestro todo. Pero, la realidad es que ese todo es la nada en comparación con lo que tenemos sobre nuestras cabezas. —Estás comenzando a entender por qué vengo aquí —dice tras más quince minutos en silencio. —Creo que sí. —¿Hay algo más de perspectiva en tu vida? Giro para verlo. —Algo más. Sus ojos recuperan la chispa habitual. Siento como si miles de bombillas —hasta ahora estaban rotas— comenzasen a iluminar cada milímetro de mi cuerpo; como si la vida volviera momentáneamente a mí. Horas más tarde estamos frente a su casa, en el lugar exacto en el que me encontró cuando iba a hundirme aún más en el pozo de la desesperación. No obstante, el dolor de cabeza y cansancio emocional han sido sustituidos por una sonrisa y ganas de volver a verlo. —Nos vemos mañana —digo antes de dar media vuelta dirección al coche. —Iris. Busco sus ojos para hacerle saber que tiene toda mi atención. Niega con un leve movimiento de cabeza que me hace entender que está teniendo una discusión interna. —Buenas noches. —Buenas noches. Por primera vez en días siento que podrían serlas. Su compañía ha logrado despejar mi mente lo suficiente como para cerrar los ojos más de dos horas seguidas, o eso espero. Entro en el coche con una sensación agridulce en la boca. Una parte de mí —enamorada y ciega— desearía no haber aceptado su invitación; la otra —decepcionada, dolida; lista para seguir con mi vida— esperaba más que un buenas noches. Me encantaría aferrarme a la idea de que puedo seguir adelante como si nada hubiese sucedido. Quisiera escuchar la voz chillona de Jen quejarse de lo mucho que llevamos sin hablar, aunque no sea real. Querría volver al trabajo después de los quince días de vacaciones que André me dio y sentir que estoy entre amigos, entre familia. Me gustaría poder dormir entre sus brazos y seguir aprendiendo a cocinar al lado de Ágata. Desearía poder escucharlo decir que me quiere y seguir sientiendo que he encontrado a mi familia. No obstante, mejor que nadie sé que la vida no es lo que queremos, sino las consecuencias de lo que quisimos. Cuando aparco, la presencia de un cuarto coche debería haber llamado mi atención, pero estoy tan absorta en mis pensamientos que paso por alto el detalle de que un gran Evoque n***o está aparcado frente a mi casa. En cuanto pongo un pie fuera del coche, la piel se me eriza. Mi cuerpo comienza a quemar y el corazón se me acelera, exactamente igual que con... Levanto la mirada y ahí está. —Hardy —susurro, incrédula de la imagen del hombre que tengo delante. Su cabello está más largo que la última vez que lo vi. Las hebras negras juegan con el viento incontrolables mientras sus manos nerviosas metidas en los bolsillos luchan una batalla campal por acercarse a mí. Puedo ver cómo se han tornado puños. Estoy segura de que sus nudillos se han puesto blancos de la presión que está ejerciendo. Me alegra ver que no soy la única que no ha podido dormir estos días, sus ojeras son tan profundas como las mías. Incluso más. Sus ojos son un pozo de oscuridad infinita aferrados a mí. En cuanto me oye pronunciar su nombre, da un paso hacia adelante. —Necesitamos hablar. —La verdad es que no. —Sigo mi camino a casa como si no existiera. Escucho sus pasos a mi espalda, pero no me preocupo en voltear a verlo, de hacerlo rompería en llanto. No necesito esto, no ahora que estoy empezando a ver un poco de luz al final del túnel. —¿Me quieres? —pregunta como si no lo supiese ya. ¿Qué busca? ¿Seguir haciéndome daño? Freno en seco. El silencio es la única respuesta que obtendrá por mi parte. —¿Qué quieres? —Ve... por favor... A pesar de no estar derramando ni una sola lágrima, lo veo tan roto que tengo que ordenarme quedarme totalmente quieta para no caer; para no volver a sus brazos y decirle que estoy tan destrozada como él, incluso más. —Iris —le recuerdo tan fría como puedo. —No hagas eso. —Niega—. Déjame explicártelo todo, después podrás odiarme incluso más de lo que ya me odio yo mismo por toda esta mierda. Río al borde del llanto. —¿Sabes qué pasa? Tu tiempo de venir a explicarme nada era hace cinco días, no ahora. Necesitaba una explicación cuando las lágrimas me dejaban sin aliento y las noches y los días se mezclaban sin sentido. Necesitaba tu explicación cuando me sangraban los nudillos porque no sabía cómo gestionar mis emociones o cuando el dolor fue capaz de tumbarme en cama durante un día completo. ¡Te necesitaba! ¡Necesitaba el por qué! —La voz se me quiebra—. Necesitaba que me dijeras que todo era mentira, que nunca serías capaz de hacer eso... pero en el fondo supongo que siempre lo supe. —¿¡Crees que no lo sé!? He sido un cobarde, ¿vale? ¡He necesitado cinco días para asumir que existe la posibilidad de que esta sea la última vez que te vea! Necesito que me escuches, tienes que saber lo que sucedió. No puedo dejar que pienses que yo... —¡Esto no va de ti! ¿Es que no lo ves? ¡Ni siquiera de nosotros, porque eso ya no existe! Te encargaste de destruirlo todo. —Solo te pido cinco minutos. —Adiós —susurro cerrándole la puerta en la cara. No estoy preparada para esto... Sé que mi corazón no lo soportará. —¡Joder! Escucho su grito ahogado desde el otro lado antes de romper en llanto.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD