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El reflejo de Iris (#02)

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Blurb

Una traición la lanzó al vacío y la dejó expuesta, completamente sola, pero Iris sabe lidiar con la agonizante soledad y esta vez no va a ser diferente. Quizás tardará en sanar, incluso puede que nunca lo haga, pero Hardy no dejará de luchar, no se rendirá. Porque en el fondo de su ser, siempre lo supo. El amor era un arma de doble filo, e Iris fue la encargada de clavársele tan profundo que la hemorragia de su marcha fue imparable.

¿Conseguirán que esta vez su grito en el vacío sea escuchado?

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Capítulo 1
IRIS Sabía lo que era el dolor, o eso creía. Mi vida siempre ha sido un remolino de mierda que trata de consumir hasta el último ápice de vitalidad que queda en mí. Me he esforzado como nadie podría hacerse una idea para seguir siendo yo, para no dejarme vencer por la situación. No obstante, esto es diferente. ¿Qué queda cuando no queda nada?  Jen, la única persona en el mundo por la que estaba dispuesta a poner la mano en el fuego, la hermana que luchaba a mi lado; mi confidente y punto de apoyo. Hasta hace unos minutos habría jurado que nunca sería capaz de hacer algo que me dañara conscientemente. Siempre la he visto como un escudo, no como una espada. Sin embargo, las cosas cambian, la gente cambia. «No te fíes ni de tu propia sombra». Las palabras del monstruo que se hacía llamar mi padre resuenan en mi mente. Kai tenía razón, acabó conmigo sin tener que mover un solo dedo. Pasé tanto tiempo tratando de protegerme de él que me olvidé de protegerme de nadie más. El problema es que ha sido totalmente mi culpa, al igual que la muerte de Ian. ¿Por qué deposito tanta confianza en la gente cuando soy consciente de lo que puede pasar? Si mi propio padre fue capaz de matar a su hijo para darme una lección, qué no harían un par de jóvenes con tal de mantener su secreto a salvo. Creía que después de todo las cosas podían empezar a ir bien, pero era todo mentira. Una sucia, rastrera y vil mentira. —¡Joder! Mis manos golpean el volante sin control. Las lágrimas nublan mi visión y me veo obligada a parar en un lado de la carretera antes de llegar a casa de Hardy donde Penélope se fue con Ágata. La sola idea de que aún quede una mínima posibilidad de verlo antes de sacarlo para siempre de mi vida, hace que todo mi cuerpo tiemble.  Necesito tranquilizarme, no puedo dejar que mi hermana me vea así. Tampoco sé muy bien cómo explicarle que Hardy ya no es parte de nuestra vida. No sé cómo contarle a una niña de seis años —que ya no tiene padre ni madre— que una de las dos personas que tiene como referente paterno va a salir de su vida. Tras unos minutos en los que logro recuperar parte de la calma que había perdido, emprendo camino de nuevo. Al llegar, solo las luces del salón están encendidas. Doy por hecho que Penélope estará durmiendo.  Un fuerte dolor en el pecho me recuerda lo mucho que me afecta todo esto. Ya tiene su propia habitación aquí, una que ha adornado con diez dibujos de nosotros en distintos sitios que hemos visitado. Me viene a la mente su regalo de cumpleaños, la palabra familia escrita en mayúsculas y la sonrisa que lucía en el dibujo. Toco el timbre y espero paciente que me abran la puerta mientras los recuerdos me consumen. Cuando los ojos de Ágata chocan con los míos, lleva la mano a la boca con asombro. Cualquiera diría que está viendo un muerto, aunque en estos momentos lo más probable es que luzca como uno. —Mi niña, ¿qué ha pasado? Se acerca a mí preocupada y me envuelve en un abrazo de cariño infinito que no me permite seguir reprimiendo lo que siento. Mi cuerpo entero comienza a temblar y me es imposible dejar de llorar. Siento que lo he perdido todo. Mis amigos, la persona a quien consideraba una hermana y Hardy. Por otro lado está Lis, pensaba que era mi amiga y lo único por lo que se acercó a mí fue para asegurarse que el daño que me causaría su novio sería definitivo. Y Kai... una ínfima parte de mi corazón seguía teniendo esperanza.  —Todo va a estar bien. Todo va a estar bien —susurra una y otra vez mientras me acaricia el pelo. Esta mujer es lo más parecido a una abuela que tengo aquí. La única persona con la que me veo con la confianza suficiente de sentarme a llorar sin sentir que soy una carga. Los sentimientos bañan mis mejillas, el dolor llega a mojar la ropa de Ágata y la desesperación me arrastra hasta un agujero profundo al que pensé que nunca volvería. No sé muy bien cómo pero ha conseguido calmarme un poco y guiarme hasta la cocina, donde ahora me encuentro sentada con un vaso de agua delante. —¿Qué te ha hecho? Mi ojos se abren sorprendidos. —¿Por qué piensas que ha sido él? —Porque solo se llora así por amor, cariño. Sus palabras hacen que vuelva a romper en llanto. ¿Amor? ¿Qué es eso? Pensaba que por fin se estaba abriendo a mí. Incluso llegué creer que, aunque a su manera, me había dicho que me quería. Cuando lo único que ha hecho es revolcarse en la cama de la que se suponía era mi amiga mientras todos mis amigos se aseguraban de que yo no me enterase. Su mano se posa en la mía. —No somos nada, nunca lo fuimos... Una sonrisa se forma en sus labios arrugados. —Déjame contarte algo. Asiento. —Todos tenemos demonios, fantasmas del pasado que nos persiguen y golpean sin piedad. Sé que tú no eres una excepción y Hardy tampoco lo es. Hace cuatro años la tragedia lo golpeó y desde entonces no ha dejado a nadie entrar en su vida. Hace cuatro años que no le veo una sonrisa genuina o preocupación sincera por alguien que no sean Isan o André. Hasta que llegaste tú. Sus palabras hacen que algo vuelva a romperse en mí, no debería afectarme saber esto, no debería sentir absolutamente nada por él, pero no puedo evitarlo. No tengo fuerzas para fingir que no me importa lo que le pasó, qué rompió su corazón y por qué se ha negado a amar con tanta fuerza. «He perdido a mucha gente a lo largo de mi vida, créeme cuando te digo que no estoy dispuesto a perderlas a ustedes dos.» —Me lo dijo —recuerdo en voz alta—. Me dijo que no me quería y nunca lo haría. —Vamos, Iris, eres más inteligente que eso. Sabes que un par de palabras dichas en mitad de una discusión no son lo más fiable. Además, que él no quiera querer, no significa que no lo haga. —¿Por qué le teme tanto al amor? —Porque ha sufrido mucho, pero esa es una historia que debería contarte él. Asiento intentando calmar el dolor de cabeza que lleva torturándome una hora. —Necesito llevar a Penélope a casa, no quiero estar aquí cuando llegue. —Tranquila, yo la bajo. Intenta calmarte un poco, ¿sí? Dicho esto abandona la estancia, dejándome más perdida de lo que estaba. Su pasado no justifica sus acciones en el presente, puede ayudarme a entender algunas cosas o llenar lagunas pero nunca justificará que mienta y juegue con una persona. Con cada segundo que pasa mi corazón late con más fuerza y rapidez. No quiero verlo, no quiero encontrármelo ahora porque una parte de mí quiere correr a sus brazos y escucharlo decir que todo es mentira mientras la otra solo desea hacerlo desaparecer de mi vista. El sonido de unas llaves hace que me ponga alerta. Es él, solo puede ser él. Que no sea él. Me quedo estática, sentada en la butaca de la isla de la cocina mientras observo la escena a cámara lenta. Las manos comienzan a sudar, el corazón golpea mis costillas con fuerza y la boca se me seca. —No preguntes. Entra en la estancia sin asegurarse de quién es el receptor de esas palabras. Tira la chaqueta negra sobre el sofá y se desploma en él como si el peso de todo lo que ha sucedido recayese sobre sus hombros. Apoya los codos sobre sus piernas y deja caer la cabeza en sus manos. Quiero pensar que la situación le está afectando tanto como a mí, pero sé que no es así, por mucho que me aferrase a la idea de que me quería, no lo hacía, no lo hace. Lágrimas silenciosas corren por mis mejillas mientras observo al moreno de ojos verdes que ha sido mi pilar durante este último año. —Aquí está la princesa de la casa. —La voz de Ágata proviniente de las escaleras hace que Hardy eleve su vista de modo que nuestros ojos conectan en el reflejo del televisor apagado que tiene frente a él. Lo miro durante lo que parecen eternidades. Me pierdo en el dolor de sus facciones y en la profunda decepción en la que nado a la deriva. Esperaba que se volteara, que fuera capaz de mirarme a los ojos y pedirme perdón. Quizás seguía esperando más de él de lo que estaba dispuesto a darme, pues lo único que obtuve por su parte fue silencio. Mi hermana dormía apoyada en el hombro, así que me acerqué a ella, le agradecí todo lo que hizo por nosotras y salí de la casa tan rápido como pude. «Piensa en lo que te he dicho, y por favor, ven a visitarme de vez en cuando». Las últimas palabras de Ágata resonaron en mi mente durante todo el camino de vuelta. Y lo único que logró apagar el sonido de su voz fue la carta que encontré en el suelo al abrir la puerta de casa. Mi mente dejó de funcionar cuando abrí el sobre y leí las grandes letras negras que encabezaban el documento. Solicitud Judicial de Custodia Infantil.

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