Capítulo 6

1640 Words
HARDY Sé que tiene razón. Soy un gilipollas que no merece su perdón, ni siquiera los cinco minutos que necesitaría para escupir las razones y excusas de mierda tras las que he estado escondiéndome estos últimos meses. Soy un cobarde. Soy un puto cobarde incapaz de afrontar las consecuencias de sus actos. Le he mentido y, aunque no le habíamos puesto nombre a lo que teníamos, le he fallado; lo he hecho más veces de las que estoy dispuesto a admitir. Ahora lo veo. Sacos de boxeo rotos, nudillos destrozados, sudor bañando mi cuerpo y sangre corriendo por el antebrazo. Las partículas de polvo en suspensión serían visibles gracias a la luz del único foco que iluminaría la estancia; el olor a dolor materializado y aire de culpabilidad serían indiscutibles. Mis ojos inyectados en sangre, la hinchazón por las lágrimas; el fugaz recuerdo de todo lo que he hecho mal. La botella de alcohol sobre el banco. La rabia, las malditas ganas de ser yo el saco al que estoy golpeando. En otra ocasión ese habría sido el escenario más probable, pero esta vez no voy a intentar aliviarlo. No me lo merezco. Cuando la vi salir del coche con esa sonrisa tímida en los labios, quise pensar que le había venido a la mente un recuerdo de nosotros juntos. Quizás en la piscina cuando nos reuníamos todos o en las largas noches donde solo existíamos ella y yo; las recreaciones de Penélope o las comidas con Ágata. Pero, el dolor que vi en sus ojos cuando me vio frente a su casa, corroboró que estaba totalmente equivocado. No solo no era el causante sino que era la razón por la que ya no sonreía. La fría ráfaga de viento que crea el cierre de la puerta en mis narices hace que me congele por un segundo. —¡Joder! —grito desesperado viendo cómo desaparece de mi vista. Soy el único culpable de lo que está sucediendo. Sobre mis hombros recae el peso de las mentiras que han roto todo lo que habíamos construido. Tendría que haber hecho caso a las recomendaciones de Isan y André o a las advertencias de Jen y amenazas de Lis. Cuatro años atrás, decidí encerrar cualquier atisbo de amor en lugares tan recónditos que me fuera imposible acceder a ellos; renuncié a los sentimientos que había en mí, a las potenciales pérdidas que podría tener. Todo iba bien —eso creía— hasta que llegó ella. Iris logró despertar cosas que me negué a dejar salir durante mucho tiempo. No vi llegar el peligro, actué como el mismo gilipollas de siempre intentando alejarla de mí, pero sus ojos azules tienen la facilidad de abrir cerraduras, saltar muros infinitos y caminar sobre el filo del abismo. Nunca pidió permiso, simplemente entró en mi mente y poco a poco consiguió llegar a ese lugar inhóspito, abandonado, que hace bastante dejé de visitar. El sonido de sus sollozos silencia mis pensamientos. Me acerco a la puerta con cautela. No quiero causar más daño pero necesito que sepa la verdad, se lo debo. Quisiera decirle que la quiero, que me ha costado darme cuenta y soy idiota por haber caído en el «no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes». Porque ahora siento que la he perdido; estamos tan cerca y tan lejos a la vez que duele. —Cielo... —susurro cuando su llanto ahogando se vuelve insoportable. No puedo escucharla así. Soy un desgraciado. Una parte de mi se alegra de escucharla llorar, porque sus lágrimas son la materialización del dolor que está sintiendo, ese que despierta cuando aún existen sentimientos. —Necesito que me escuches. Las cosas no... —Para —ruega con la voz entrecortada. Le hago caso, es lo mínimo que le debo. Me siento en el suelo húmedo y frío con la espalda apoyada en la puerta. Los segundos lejos de ella son eternidades de tormento con su llanto de banda sonora. No estoy acostumbrado a este sentimiento tan destructivo. Una parte de mí se va con cada lágrima que derrama; con cada sollozo ahogado y sonrisa ausente. Me encantaría tirar la puerta abajo y limpiar sus lágrimas mientras le recuerdo que siempre me tendrá a su lado. Quisiera decirle que lo de Lis no significó nada, que nadie ha logrado hacerme sentir lo más mínimo, hasta que llegó ella. Tengo que aclararle que el alcohol, la oscuridad y su promesa de volver a la cama no me permitieron distinguir quién tenía mi polla en la boca. Sé que es una tremenda cagada y que estoy condenado, pero tengo que decirle que no le habría hecho eso. Jamás. En cuanto descubrí que no era la rubia de ojos azules que me tenía loco quien estaba arrodillada frente a mi, la aparté. Recuerdo que vomité como un maldito niño en su primera borrachera cuando me di cuenta de lo que acababa de suceder. Pasé horas sentado en las escaleras, observando de lejos la luz de la luna reflejada en su piel, el lento vaivén de su pecho y preguntándome cómo había sido capaz de derrumbar mis muros impenetrables. Me castigué por haberle fallado una vez más, por no tener los santos cojones de enfrentar mis sentimientos por ella, pero ya era demasiado tarde. Siempre es demasiado tarde. El coche explotó, su cuerpo no resistió y el peso de mis engaños acabaron con todo. —Nunca lo he conseguido... No estarían orgullosas de mí. La visión se torna borrosa, mi cuerpo comienza a temblar y siento cómo las emociones están a punto de someterme. Para mi sorpresa, el único nombre que viene a mi mente es el suyo, el de la única persona que quise tanto que decidí sacar de mi vida. Fue el miedo a sentir lo que ahora siento lo que me hizo alejarla, pero sé que me entenderá tan bien como lo ha hecho siempre. Mis dedos temblorosos marcan su número, con la esperanza que aún conserve el mismo. —¿Cómo ha ido? —Bien —miento con toda la calma que puedo. —Ahora haces preguntas y mientes casi bien, entiendo. —Ríe. Por alguna extraña razón, escucharla hace que la opresión del pecho disminuya. Su risa reaviva recuerdos que había archivado hace mucho. Le debo tantas explicaciones como a Iris, incluso más, pero aquí está, al otro lado de la línea acompañándome en silencio porque sabe que es lo que necesito. Escucho su respiración calmada mientras me pierdo en el laberinto sin salida en el que se han convertido mis pensamientos. Noto su cercanía en la distancia y la calidez de su apoyo. Siempre ha logrado leerme mejor que nadie, incluso mejor que su hermano, pero no estaba preparado para perderla a ella también. Así que, decidí desaparecer de su vida y echarla de la mía, como hice con Iris. No la merezco, ni siquiera debería dirigirme la palabra, aunque todo lo que hice fue por el bien de ambos. Cuelgo sin decir nada. No debería seguir tirando de un hilo que hace tiempo rompí, no tendría que mantenerme atado a un clavo ardiendo porque las posibilidades de sobrevivir son cada vez más escasas y mis ganas de luchar contra esta mierda que me consume no abundan. Sentir abre heridas, pero no hacerlo, no te dejará cerrarlas nunca. Conduzco durante más de media hora sin rumbo. Verla a logrado despertar el miedo que había conseguido desterrar, no puedo perderla, no así. No soy capaz de hilar mis pensamientos; una bola de sentimientos inconexos y temores reprimidos arrasan con todo a su paso y me dejan completamente expuesto. No sé cómo he llegado aquí, ni por qué he llegado exactamente a este sitio. Estoy decidido a irme cuando reparo en su presencia. Su pelo ya no tiene los destellos dorados que tanto la caracterizaban en el pasado, pero sus ojos siguen siendo tan expresivos como siempre. Las ondas chocolate caen por su espalda y la chaqueta de chándal ha sido sustituida por una de cuero n***o. «Ana». Me acerco al banco donde pasábamos horas y horas cuando éramos niños; nuestro lugar de confesiones, llantos y risas. Me siento a su lado, en silencio, mirando al horizonte, escuchando las olas romper contra el acantilado. Es curioso lo sumamente identificado que me siento con ese sonido. —¿Cómo sabías que vendría aquí? Se encoje de hombros, como solía hacerlo. Es como si nada hubiera cambiado y, a la misma vez, todo fuera diferente. —Simplemente lo sabía —sentencia logrando que una sonrisa triste amenace con brotar antes de que logre opacarla. --------------------------------------- Nota de la autora: ¡Hola! Vale, vale, vale, vale. ¡Hardy ha vuelto y viene fuerte! (AAAAAAAAAAAAA) Mi bebé ha pasado por muchas cosas y sus acciones tienen un por qué, aunque no todo es justificable. Ana es una persona que ha sido muy importante en su pasado y gracias a ella conoceremos al Hardy de hace unos años. Es posible que algunos sepan quién es Ana, si no es así, no voy a hacer spoiler (en esta historia lo descubriremos más adelante). Para aquellos que me sigan o hayan leído otros de mis proyecto no es una desconocida, Ana es la protagonista de Analise, una historia de romance y superación emocional y personal. Ambas novelas (Analise e Iris) tienen lugar en el mismo "mundo" y línea temporal, además de tener personajes en común. Si quieren conocer un poco más de ellos, les animo a pasarse por allí. ¡No es necesario leer una novela para entender la otra! Sin embargo, ambas se complementan. Puedes conocer más los personajes de Hardy e Isan y profundizar un poco más en sus respectivas historias. En este caso, en el capítulo 10 y 11 de Analise encontraran el previo y la continuación de esta escena. XO. Venus.
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