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967 Words
Hace dos horas que me encuentro confinada en mi habitación, ovillada sobre mi cama a la espera de que Kaia diga algo, que salga de esa especie de shock en el que se encuentra y que pueda ayudarme con todo lo que siento, pero creo que también es injusto para él ya que debe estar en las mismas condiciones que yo. Fué algo inesperado en realidad, jamás pensé que pudiera suceder; cuando dejé de ser humana ya no tuve la necesidad de comer constantemente, o de dormir seguido, también mi regla desapareció, no volví a tenerla por lo que no me preocupe en poder tener descendientes. Es algo que mi mente no puede comprender.  Suspiro, escucho la conversación de Kaia y Ashrail, no puedo saber qué es lo que están diciendo exactamente pero tampoco es como si me importara; quisiera que alguien estuviera aquí conmigo diciéndome que nada malo va a pasar, que me diga cosas tontas como qué nombre llevará el bebé, o qué sexo prefiero, cosas que las amigas dirían en un momento como éste. Pero yo no las tengo, sólo están Zadkiel y Merth y no encuentro la manera apropiada de decirles; sin mencionar el escándalo que mi amigo hará y la cara de total confusión que pondrá el otro. —Anael— la tranquila voz de Kaia me saca de mi ensimismamiento. —¿Si?— me incorporo en la cama. —Debemos hablar princesa— suspira cansado. —Dime— por alguna razón tengo miedo de lo que pueda decirme. —Escucha, lo mejor será que... Que no lo tengas— suelta rápidamente. —¿¡Qué!?— me pongo de pie. —¡Es muy peligroso! No sabemos si podrás aguantar el proceso, ni qué intenciones trae, ni cómo será, o si se le permitirá vivir— luce desesperado.— No es que no quiera un hijo contigo, es que... No sabemos nada de un embarazo en alguien como tú y no quiero perderte, ya he pasado por mucho como para querer arriesgarme. —¡Es un bebé! ¡Es mi bebé! Yo aguantaré hasta dónde sea, no tiene ninguna intención. Kaia es nuestro hijo no un demonio a punto de devorar el mundo, él vivirá porque no hay poder en la Tierra que me haga cambiar de opinión ni que pueda tocarlo sin que yo lo envíe al Infierno mismo.— mi voz se escucha colérica y llena de sentimientos pero ésto acaba de llevarse la poca cordura que tenía. Le doy la espalda hecha una furia, escucho ser llamada pero no me importa; salgo corriendo de mi departamento y me adentro en las calles lluviosas de la ciudad, los autos van y vienen de prisa y las personas intentan encontrar un refugio para la torrencial lluvia que cae del cielo, a veces pienso que el reino de Dios llora conmigo. Entro en la cafetería de Rosa, no hay nadie aquí y el único mesero es Ralph, su hijo. Tomo asiento junto a una de las ventanas que dan al parque, pido una taza de chocolate caliente y una magdalena para acompañar; tengo tanto en que pensar que hasta me dan ganas de apagar mi cerebro por un momento. —Aquí tienes Anael, disfrútalo— el muchacho deja el pedido y se dirige a la barra. Tomo la taza entre mis manos, antes de dar el primer sorbo una lágrima resbala por mi mejilla y cae lentamente al interior de la bebida caliente mezclándose con ella. —Las princesas no deberían llorar— la voz aterciopelada de Zadkiel inunda mis oídos. —Zadkiel... Qué bueno que llegas...— le sonrío. —¿Qué ocurre? Te noto... Rara.— dice viéndome de arriba a abajo. —Pues... Es difícil de decir— susurro dejando la taza. — Estás preocupándome... ¿Qué hiciste?— veo incertidumbre en su mirada. —Estoy embarazada — suelto sin más. El rostro desencajado de mi pelinegro amigo es digno de una fotografía, la confusión y el asombro no lo dejan ni siquiera parpadear y comienzo a sentirme incómoda bajo su escrutinio. Vuelve a recorrerme con la mirada hasta dejarla clavada en el comienzo de mi vientre. —Entonces, es él.— señala mi pancita, bueno la que supongo pronto tendré — Por él es que te siento extraña. —¿Él? ¿Acaso sabes el sexo?— pregunto. —No, pero es un bebé por lo tanto es un "él"— se encoge de hombros.—No voy a preguntar cómo es que pasó ya que conocemos el mecanismo de procreación, pero sinceramente no esperaba que tú pudieras... Ya sabes, tener hijos. —Tampoco me lo esperaba— cubro mi rostro con mis manos. —Por eso Ashrail está en mi departamento, porque según él hemos roto el equilibrio del mundo y está convenciendo a Kaia de que debemos desistir de tenerlo. —¡Eso es estúpido! ¡¿En qué está pensando Kaiael?!— se pone de pie.—Hablaré con él, por ahora debo regresar con Elizabeth, está en una fiesta con su hermano y él es una persona inestable. —¿Una fiesta? ¿Acaso no tiene doce años?— elevo una ceja, no me cuadra eso. —Si, pero su hermano la convenció de ir, según él sería divertido. — rueda los ojos. —Dejame adivinar, estaban en una fiesta con sus amigos pero él era el niñero de su hermana— pensándolo bien, ahora si es entendible. —Exacto, es un inmaduro, irresponsable, terco...— gesticula enumerando las "cualidades" de aquel chico. —¿Por qué viniste entonces?— pregunto incrédula. —Eres mi amiga, y sabía que necesitabas compañía— sonríe —Además voy a ser "tío". — se carcajea. —Gracias— sonrío, él me da tanta paz y alegría, es el mejor de todos.  Lo veo salir y perderse entre el gentío, a veces quisiera hacer lo mismo, un momento... Puedo hacerlo. Dejo algo de propina en la mesa y salgo del local, corro hasta un callejón dónde nadie transita y apenas puedo extiendo mis alas, fuertes y grandes se extienden en mi espalda listas para llevarme a dónde yo desee. Con una sonrisa de oreja a oreja salgo despedida rumbo al cielo, tan alto y tan lejos de todo como me sea posible, lo único que quiero que mis odios capten es el sonido del viento chocando con mi cuerpo, nada más.   
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