Abismal (Saga Perdonados Libro 3)

Me encuentro en mi cómoda cama matrimonial, me desperezo y suspiro pesadamente; no quiero levantarme hoy, el cansancio me está matando, realmente no me siento bien últimamente. Me pongo de pie, voy hasta el baño y preparo todo para una caliente y reconfortante ducha antes de marcharme a la universidad.  Hace tres años que vivo con Kaia, decidimos tener una vida en la ciudad, entre los humanos porque yo no quería vivir eternamente en el Abismo por más que me agradara el lugar, yo tenía una vida humana –aunque no lo fuera– y me gustaba. Kaia decidió que lo intentaría y terminó gustándole.  A veces pasan días sin que lo vea ya que el mundo sobrenatural sigue su curso, los problemas siempre están a la vista y mi príncipe debe poner orden. Oficialmente me convertí en la Princesa del Abismo, vaya título, ¿No? Bien, me agrada en verdad, me siento útil ya que cuando su guardián no puede hacerse cargo o está demasiado atareado yo ocupo su lugar en lo que sea que necesite. Mi padre, Rafael, no volvió a dar señales de vida o por lo menos no de la que se espera de tu progenitor. Según sé, aún está cumpliendo una sentencia en alguna prisión divina, no me permiten saber nada que éste relacionada con él y por mí está bien.  Extraño demasiado a Canon, todos los días su recuerdo me aqueja y no puedo evitar pensar que yo pude haber hecho algo por mi hermano si hubiera sabido de mis poderes antes, tal vez, todo hubiese sido distinto con él. Quién sabe.  Merth y Zadkiel suelen venir por aquí a verme, hasta hace unas semanas había recibido un presente de Adara, me sorprendió muchísimo saber algo de ella y aunque no había ninguna nota o algo parecido supe que no tardaría en verla por aquí. Recuerdo que cuando la conocí no tuvimos buenos roces, ella estaba enamorada de Kaiael y me veía como a una escoria, después de su desaparición no supe de su paradero, ¡Ni siquiera si estaba viva! Pero ahora, estoy segura de que llegará a nosotros más pronto de lo que me gustaría. Estoy en el último año de la carrera de diseño gráfico, cambié a ésta carrera ya que me gustó más y al irnos de mi antigua ciudad decidí comenzar de cero en todo.  La ducha me sirve para despejar mi mente, extraño a Kaia, hace dos días que no lo veo; el agua cae por mi cuerpo y suspiro recordando que hoy tengo exámenes. Salgo apresurada, me pongo el atuendo que escogí la noche anterior– cuando de exámenes se trata, la presencia es lo más importante en ésta universidad–, bajo hasta la cocina tomando una manzana y salgo de casa en busca de la parada más próxima de autobuses. —Qué extraño...— susurro para mí al notar que se me distorsiona la vista, los colores se ven raros. Tal vez necesito dormir más. Sacudo la cabeza, el autobús no llega y no puedo permitirme llegar tarde, camino a toda prisa, si es necesario llegaré a pie; o bien podría ir volando pero, ¿Cómo explico a los demás que soy una criatura híbrida ángel-demonio y cómo llegaba tarde decidí volar? ¡Qué estúpido suena en verdad!  Siento un aroma en el ambiente, volteo repetidas veces buscando la fuente de ese olor tan... Peculiar. No comprendo qué es, a una cuadra puedo ver una florería, me acerco y el aroma se hace más intenso cada vez, demasiado al punto que debo cubrir mi nariz. —¿Qué son? — pregunto a la dueña. —Son peonias— dice sonriéndome —Es la primera vez que las traigo. Su aroma es muy fino y delicado. ¿Delicado? Si esto es delicado no quiero saber qué es fuerte para ella. Le sonrío y sigo mi camino, tengo quince minutos para llegar y estoy a medio camino.  ¡Vamos Anael! ¡Date prisa! Corro a toda prisa, todo va perfectamente hasta que nuevamente mis ojos deciden ver lo que se les place y todo se vuelve un caos, las luces, los colores, los destellos del sol son muy fuertes y me obligan a pestañear repetidas veces e incluso a cerrarlos con dolor; para cuando lo oigo es demasiado tarde, la bocina me deja sorda prácticamente y cuando mis débiles ojos se abren, el golpe me aturde. Ya no veo nada. Ya no escucho nada. Ya no siento.  El dolor que invade mi cuerpo está demasiado adolorido, puedo sentir cómo me balanceo de manera casi imperceptible y soy depositada con cuidado en una superficie incómoda y algo dura, en realidad nada cómoda. —Anael, despierta— esa voz, no cabe duda de que es Zadkiel. Abro los ojos de golpe, me incorporo con brusquedad y me ataca el mareo, ¡Dios! ¿Acaso estoy enferma? —¿Qué ocurrió? — intento ponerme de pie, pero no lo logro y caigo de bruces al suelo. —Tranquila— ríe— Debes recuperarte, fué un duro golpe el que te dieron. Lo veo consternada, no recuerdo que me haya golpeado alguien; mis ojos viajan hasta su hombro derecho el cual tiene un color morado que se extiende por parte de su antebrazo. —¿Qué te sucedió? — pregunto. —Anael, estuviste a punto de que un camión te atropellara, ambos debo decir— suspira resignado. Eso lo explica todo, intentó protegerme del golpe y terminamos ambos aquí en la guardia de un hospital, la hora lo dice todo, diez de la mañana y oficialmente reprobé mi examen final, genial.  Creo que lo más importante ahora es hacerme los chequeos correspondientes ya que no encuentro un porqué a mis extraños síntomas, tal vez necesito algunas vitaminas o algo anda mal con mis habilidades; lo único que quiero en éstos momentos es ver a Kaia, abrazarlo y no soltarlo por varios días. Espero regrese pronto, odio cuando el resto del mundo lo reclama y me deja a la espera de su regreso; si lo sé, suena demasiado egoísta de mi parte pero, ¿No les sucedería lo mismo?  Al menos tengo a Merth y Zadkiel que me hacen buena compañía, me distraen de mis días grises y solitarios y más de una vez he recibido quejas por parte de los vecinos ya que no son nada callados – por lo general terminan discutiendo – ni tranquilos.