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1088 Words
Llevo algunos días sintiéndome extraña, pero lo bueno es que no he vuelto a desmayarme ni a tener episodios extraños, lo único que encuentro raro es que Kaia se empecina en no dejarme sola un momento; siento su presencia en todos lados, puedo verlo oculto tras las sombras, tras los árboles o cualquier otra cosa que le sirva para esconderse. Sé que está preocupado pero comienza a parecer un psicópata enamorado y no puedo evitar reír cada vez que lo descubro y él "cree" que no me he dado cuenta. —Buenos días— entro en una modesta cafetería. —Buenos días Any— me saluda Rossa, la dueña del lugar. —¿Cómo te encuentras?— tomo asiento y dejo mis libros. —Pues bien querida, muy ansiosa en verdad, pronto voy a ser abuela — la emoción es evidente. —Me alegro por tí— río — Un batido y un sandwich por favor. —Enseguida— contesta saludando a más personas. Vengo aquí todos los días ya sea para desayunar o almorzar, Rossa es la dueña del lugar y una amable mujer con la cual puedo tener una charla interesante y divertida, sin mencionar que sus batidos son los mejores de toda la ciudad, y no hablemos de sus deliciosas tortas y postres exóticos. Lo sé, soy una adicta a esas cosas pero no puedo evitarlo son mi debilidad, Dios es que son tan... Deliciosos. —¡Oye, Rossa! ¡Mejor tráeme una rebanada de tu torta de chocolate!— grito riendo. —¡No cambias Anael!— se carcajea desde detrás de la barra. Espero unos minutos, mientras me dispongo a tomar algunos apuntes y comenzar a resumirlos, por la ventana veo una multitud pasar yendo y viniendo, niños y adultos; entre todo ese tumulto de gente mi vista se detiene en un sujeto que parece verme fijamente, me encojo en mi lugar pero no despego mis ojos de él. Ladea la cabeza y me sonríe de manera casi cínica debo decir, un escalofrío me recorre la espalda hasta llegar a la nuca y ponerme los pelos de punta, me pongo en alerta y me mantengo dónde estoy.  La dueña de la cafetería llega con una bandeja atiborrada de pedidos, con cuidado y casi como si estuviera haciendo malabares deja la porción de torta frente a mí. —Que disfrutes de tú antojo querida— me sonríe y noto sus hoyuelos. —¿Mi qué?— abro mis ojos perpleja. —Tu antojo, eso de cambiar repentinamente lo que querías evidentemente es un antojo, mi nuera los tiene y vaya que me da risa— explica amable. —No puede ser un antojo porque yo tendría que estar... — no puedo terminar la frase, por Dios, no puede ser eso. Siento que se me desfigura la cara, la mujer frente a mí me abraza llena de alegría y sigue parloteando cosas sin sentido, o por lo menos yo no logro atar los cabos sueltos de lo que me está diciendo. Me pongo de pie, tomo como puedo mis cosas y despidiéndome salgo como alma que lleva el diablo, apenas cruzo el umbral de la puerta me topo con el sujeto de la ventana; me observa de pies a cabeza y me percato de que sus ojos están clavados en mi vientre, con el corazón acelerado corro en dirección contraria a él e intento con todas mis fuerzas comunicarme con Kaia pero me es inútil puesto que los nervios y la sorpresa –de lo que posiblemente esté causando mis malestares– me tiene perpleja. —Esto no puede estar pasando— susurro llegando a mi departamento. Entro casi a los tropezones, me tiemblan las manos y no puedo introducir la llave en la cerradura, antes de poder intentar nuevamente la puerta se abre con prisa y Kaia se topa con mi mirada totalmente desequilibrada por las emociones encontradas, su sonrisa se desvanece de inmediato y me toma por los hombros con preocupación. —¿Qué ocurre? ¿Anael?— pregunta con cuidado. —Dios mío, yo... Kaia ... Creo que yo... — intento hablar, pero mis balbuceos no me permiten armar ni siquiera una simple oración. —¿Kaiael?— una voz me sorprende, detrás de mi ángel se encuentra Ashrail con expresión neutral. —¡Tú!— musito acercándome. —¿Ocurre algo?— retrocede algunos pasos al verme sobre él. —Tú sabes bien lo que ocurre, tú mejor que nadie lo sabe— termino susurrando. — ¿Es cierto? —¿El qué?— parece en verdad confundido. —Que estoy embarazada— apenas y puedo pronunciar la palabra sin tener una especie de pánico. —¿¡Qué demonios!?— Kaia camina rápidamente a mí, me separa de su amigo y me obliga a verlo a los ojos.— ¡¿Qué has dicho?! ¡¿Cómo lo sabes?! —¡No lo sé! — me aparto — ¡Sólo es algo que sé! ¡No me preguntes cómo! —¿Es cierto?— se voltea a Ashrail. El ángel nos observa unos minutos que parecen eternidad pura, suspira resignado y pasa por el lado de Kaia sin ninguna intención de hablar con él; coloca sus manos en mi vientre y una luz amarilla y potente me envuelve dándome calor y tranquilidad. —Esperaba poder saber ésto antes que ustedes, es por ello que vine a verlos. Supe de tu embarazo hace unos días atrás, yo me encargo del equilibrio del mundo y con ésto acaban de romperlo. — añade tomando asiento. —¿Cómo es posible?— pregunta Kaia sin vernos. —No tengo una explicación, creo que es más que obvio que Anael puede procrear debido a que no es una criatura definida, es una mezcla de dos especies que le brindan poderes, habilidades y características de ambas e incluso únicas. — Ashrail luce calmado. — Por el momento debemos centrarnos en la salud de Anael y en la de la criatura en su vientre, saber cuál es su naturaleza y si representa peligro para los demás. —¿Criatura? ¿Peligro? — lo veo indignada —¡Es un bebé! ¡Mi bebé! —Un "bebé" que podría destruirte, o a nosotros— se pone de pie. —¿Qué quieres decir con destruirlos? ¿Por eso el tipo extraño me observaba en la cafetería?— pregunto en un murmullo lo último. Kaia voltea a verme sorprendido, camina hasta mi nuevamente pero su semblante es de extrema preocupación y molestia. —¿Qué tipo? ¿Dónde lo viste?— pregunta. —No sé quién era, pero me veía mientras desayunaba en la cafetería de Rossa. Ahí es dónde me llegó la confirmación de que yo estoy... Ya sabes. — suspiro. Los ángeles frente a mí se observan con incertidumbre plasmada en sus rostros y no puedo hacer más que llevar mis manos a mi vientre y tocarlo, ¿En verdad hay un bebé allí? ¿Yo voy a ser madre? ¿Y si intentan hacerle daño a ese pequeño ser que aún no puede defenderse por su cuenta? No tengo la más mínima idea de las respuestas, pero de algo estoy segura, tendrán que pasar por mi c*****r antes de hacerle algo a mi pequeño. De eso no hay duda. 
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