—¿Te gusta algo de lo que hay servido Inara?. —miro toda la mesa que esta siendo servida con mucho cuidado.
—Si. —hay muchas cosas que algunas las he comido y otra no tengo idea de que son—. Se ve todo rico, hay varias cosas que me gusta.
—¿Sabias que mi mamá cocina todo lo que se come en esta casa?. —nos giramos hacia donde hablaron, es Vladimir junto con una mujer embarazada—. ¿Hola no?.
—Hola. —su sonrisa se va borrando después de mi seca respuesta, ¿Acaso pretendía que vaya y lo abrace después la chorrera de amenazas que me dió por no quererme casarme con su hermano?.
—Llegué. —Kisa llega sonriendo y de inmediato me acerco a ella con una sonrisa temblorosa—. Fui a tu casa... Después cuando tengamos tiempo te cuento.
—¿Esta bien? ¿Mi hermano esta bien? Dime al menos eso por favor.
—¿Qué hablan tanto? No se susurra Kisa, es de muy mala educación hacer eso cuando hay más personas presente. —nos giramos y Fiorella junto a sus hijos nos miran esperando a que les digan que es lo que hablamos.
—Nada mamá, le estaba diciendo a Ina como es esta casa nada mas, le da mucha intriga dónde es muy grande y está desorientada.
—Bien, pasemos a la mesa todos así no se enfría.
—Esta perfecto. —habla susurrando mirando hacía donde van todos, comienza a caminar y yo atrás de ella—. Y si mi hermano te pregunta de que hablamos dile que te asustaste al ver los cubiertos en la mesa. —me siento al lado de mi esposo y ahí veo la chorrera de cubiertos en la mesa, con razón Kisa me dijo que mienta con eso.
—Pueden servirse.
—¿Y papá con Maxim?. —la punta de la mesa esta vacía.
—Fue a ver unos negocios, vieron que él no se aguanta y tu hermano lo acompañó. —todos asienten sin decir nada, se ponen a hablar pero me siento muy fatigada, cómo que al sentarme fue algo que mi cuerpo se rindió.
—¿Qué te dijo mi hermana?. —lo miro que come sin mirarme y como que esta atento a lo que charlan y a la vez atento a mis movimientos.
—Estaba intentando de explicarme los cubiertos. —hace una sonrisa de lado.
—¿Quieres que el castigo aumente aun mas?. —ahí me mira con una sonrisa gigante, debe hacer eso porque su familia esta presente pero debe tener ganas de partirme la cara—. Mira que soy bueno en acumular deudas de los demás y me encanta cobrarlas todas juntas, es más divertido y lo sabes.
—Me estaba intentando de explicar para que sirve cada cosa. —miro la mesa y también hay muchas copas, paso los dedos por los cubiertos sin saber que agarrar—. No tengo idea de cual usar, son todos muy diferentes y raros, no sé cuál es el correcto. —levanta uno de su lado.
—Grueso, ensaladas. —levanta otro mostrándome, miro el de él y los míos para saber de cual habla—. Mesa... Postre. —miro el mío preguntándome qué significa mesa pero de igual manera asiento—. ¿Te explico otra vez?.
—Si por favor. —me vuelve a decir cada uno con mucha calma esperando a que lo agarre así ya inconscientemente me va quedando grabado y pasa a las copas.
—Vino tinto, vino blanco, agua y champagne.
—Bien, ya entendí. —le sonrío porque más o menos creo que me puedo defender—. A Kisa no le había entendido nada dónde no los estaba viendo, así es mas fácil.
—Bueno, ahora come que se va a enfriar.
—¿Los tórtolos pueden dejas de susurrarse cosas?. —todos nos miran divertidos—. Estamos en la mesa hijo.
—Perdón mamá. —pruebo un bocado de pescado con todas mis ganas pero un dolor de estómago enorme me paraliza al punto de casi hacerme gritar—. Come.
—No puedo, me duele el estómago.
El viaje en el auto de vuelta a la casa me dormí todo, es mas, hasta tengo reflejos de como llegué a la cama, aunque no creo que sea real que me halla cargado en brazos, acostado y arropado, más bien deben haber sido alucinaciones o uno de los empleados, lo que si sé es que me estoy levantando y sigo con la misma ropa de anoche, ¿Entonces él no vino? Mejor, realmente no estoy en condiciones para estar con él y me pone felíz de que no me halla tocado estando inconsciente.
Miro el reloj que esta en la mesita de luz que marca las siete de la mañana, por Dios santo no puede ser, me dijo que a esta hora debía desayunar y yo durmiendo.
—¿Ya esta?. —asiento sin mirarlo, me muevo buscando las cosas con mucha lentitud—. Sirveme entonces.
—Ya voy. —acomodo todo en los platos y me giro a mirarlo—. Listo.
—Esto... —me saca un plato, va al tacho y tira todo lo que me había servido a la basura—. Estas castigada. —lo miro con ganas de acuchillarlo, me habla como a una nena—. Nada vas a comer en todo el día.
—Pero...
—Nada, ya saqué todo y vas a empezar a pagar por lo de ayer. —asiento sin decir nada porque no tengo ganas de pelear por tonteras, menos que menos me golpeé, y mientras come me pongo a limpiar la cocina para distraer el hambre que cargo—. Te dejé la ropa sucia en el lavadero, eso es para que lo laves tu y espero no lo arruines. —mis lágrimas salen pero no hago ni un ruido de nada, me mantengo en total silencio—. Y quiero que limpies todas las habitaciones de arriba, hace meses que nadie las limpia y mira que voy a comprobar cuando llegue del trabajo a ver si hiciste algo o no.
Me paso la mañana limpiando toda la casa, es limpiar sobre lo limpio pero al ser enorme me hace doler la espalda, casi agotada y muy descompuesta me doy un baño y me tiro a dormir una siesta no sin antes programar la alarma porque si me llegó a quedar dormida o cuando llegue no me encuentra haciendo la merienda me mata, de eso estoy segura, ayer me dió una paliza por no dársela así que hoy me mata si no encuentra nada que comer.
Armo la merienda pero no llega, mi tripa ruge de hambre y mandándolo al infierno me como lo que preparé, tampoco llega para la cena y decido no cocinar por las dudas, me duele mucho el estómago y tengo azul mi panza gracias a la patada que me mandó, ni una pizca de lastima me tiene, me dió un patadón como si golpeara una pelota de fútbol, es una bestia.
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—Ina. —levanto la cabeza despacio viendo a Kisa agachada al lado de la cama—. ¿Estas bien? Tienes una cara terrible
—Kisa. —la voz me sale pesada y adolorida—. ¿Me llevarías a un hospital por favor?. —abre grande los ojos destapandome.
—¿Qué pasa?. —me ayuda a parar con mucho cuida—. ¿Qué es lo que te duele?.
—No me siento bien.
—Vamos... Vamos de inmediato. —me doblo del dolor pero sigo caminando—. AYUDENMEEEEEEE... QUE ALGUIEN SUBA. —me sostiene en pie ella donde no tengo fuerzas.
—Señorita Kisa, ¿Qué sucede?.
—Vamos urgente a una clínica, Inara no se siente bien.
—Si, la cargo en brazos.
—Por favor Beni, no puede caminar. —cuando llegamos a la clínica el médico mira mi panza en silencio y Kisa se tapa la boca soltando un gemido.
—¿Cuándo fue el supuesto golpe?.
—Ante de anoche.
—Vamos a hacer una ecografía, no se ve bien. —aprieto la mano de Kisa cuando pasan el aparato por el inmenso moretón, debe apretar un poco y eso me hace desesperar del dolor y ver estrellas—. Tus órganos están bien... Vamos a pasarte unos calmantes, te vas a tener que quedar por unas horas hasta que haga efecto.
—Haga lo que tenga que hacer así ya no le duele mas, está sufriendo mucho. —me llevan a una sala y ahí me ponen todo los aparatos controlandome y pasandome calmantes por intravenosa.
—No doy mas. —mis lágrimas salen y gimo de dolor porque es algo que me llega a zumbar los oidos y mover las piernas para todos lados—. Que haga efecto rápido por Dios santo, no puedo mas.
—Tranquila, ya va a pasar, solo debes calmarte un poco o nunca va a hacer efecto. —la puerta se abre y lo veo ahí parado, con cara de piedra recorriendo con la mirada cada rincón de la sala.
—Sal Kisa.
—No... Si me voy le vas a hacer algo y ella esta mal, no es chiste ni exageración, está mal de verdad. —se miran y mi cuñada me levanta la remera—. Mira como tiene por tu culpa... La podrías haber lastimado peor, hasta causarle una herida interna que no iba a poder remediarse.
—Sal te dije. —asiento dandole un apretón de manos así me mira y sale enojada, se acerca asintiendo—. ¿Tanto problema por esto?. —cierro los ojos porque sino mi deseo de descuartizarlo aumenta y no quiero irme al infierno por matar a un infeliz—. ¿Cuántas horas vas a estar acá?.
—No tengo idea.
—Permiso. —el médico entra y lo mira frunciendo las cejas—. ¿Usted es el esposo?.
—Así es, soy el esposo.
—¿Sabe porque su mujer esta en observación?. —me mira como diciendo que abrí la boca con que es un cobarde poco hombre, pero no digo nada ni lo dije—. Tiene un terrible golpe en su vientre a la altura del estómago. —el médico golpea los dedos contra las hojas mientras habla—. ¿Sabia que puede tener serios problemas por causa de eso?.
—Seguramente, no tengo idea, no soy médico para saberlo. —el médico aprieta los dientes asintiendo y anota unas cosas, me da unos papeles con las recetas de lo que debo tomar.
—Vas a tener que quedarte una hora mas y luego te puedes ir.
—¿Cuándo va a hacer efecto?. —doblo las rodillas con las manos en mi vientre—. No doy mas, me duele mucho.
—Ya tendría que haber hecho efecto, pasamos una buena dosis. —mira el goteo por donde me pasan los calmantes o lo que sea que me hallan puesto, y asiente—. En una hora vengo a comprobar mientras tanto aprovecha de descansar un poco.
—Esta bien, lo voy a intentar.
Cierro los ojos y mi mano esta arriba de donde me duele, siento que debo poner la mano como resguardándome por si decide castigarme como dice él cuando no hago lo que me dice, cuando veo que se acomoda al lado de la cama me deja sorprendida, creí que se iba a ir, intento dormir pero no puedo lograrlo, tenerlo cerca me pone en un estado de alerta, como que en cualquier momento me agarra de los pelos sacándome a la rastra, no dudo nada de que lo haga, pero no quiero sufrir mas dolor.
Kisa ya no vuelve a entrar y me estoy aburriendo mal, este hombre que no me habla y no creo que en la vida tengamos una charla como gente normal, simplemente esta sentado en la silla al lado de la cama mirándome el silencio, eso mas nerviosa me pone; el médico vuelve a entrar y me revisa una vez mas el golpe.
—Bueno, ya es suficiente. —mi esposo le saca las manos con violencia—. Ya la miró demasiado no hace falta que siga poniéndole las manos encima, deme la receta que nos vamos.
—Si, y no le estaba poniendo las manos encima, estaba controlando el estado del golpe una vez mas. —le da la receta y lo mira a los ojos demostrándole que no le tiene miedo—. Ya esta en el sistema lo que a su esposa le pasó... Si ella vuelve a un hospital o clínica con un golpe usted va a estar denunciado por violencia domestica automáticamente por la institución a la que vayan.
—¿Qué mierda dice?. —rodea la cama y el médico no se mueve ni un poco, aunque no es un hombre alto ni menos corpulento se le planta bien firme.
—Esa patada que le diste podía haber sido mortal... No es un juego esto.
—¿Pero quién mierda te crees para amenazarme?. —lo empuja justo cuando la puerta se abre.
—¿Kisa me ayudas?.
—Si. —me pone unas pantuflas que no se donde las saco y me ayuda a parar—. Traje una campera porque esta lloviendo y esta muy frio.
—Gracias. —me ayuda a llegar al auto de su hermano, hasta me ayuda a subir, pero me deja sola, entra y lo primero que hace es agarrarme del pelo sin tirar.
—¿Qué mierda dijiste?.
—Nada.
—¿Nada?. —ahí si tira con mucha violencia—. Me van a hacer una denuncia por tu maldita culpa... Te hubieras quedado acostada no venir a joder las pelotas.
—No dabas mas... Realmente me duele, no estoy lo estoy inventando. —me suelta enseguida y friega su cara—. No le dije nada, le dije que me había caído por las escaleras y me golpee. —tengo ganas de llorar al recordar lo que tuve que decir, me convertí en lo que más aborrecía, una encubridora de un abusador.
—Ahora vamos a ir a la casa y no vas a salir hasta que vuelva del viaje... Me llego a enterar que saliste sin mi permiso ahí si que te hago mierda. —pasamos a una farmacia y baja solo a comprar.
—¿Señora esta bien?. —miro hacia adelante sorprendida de que me hablen—. Sé que no me incumbe ¿Pero esta bien?.
—Si gracias... Solo con un poco de dolor pero soportable. —le quería seguir hablando pero me quedo callada al verlo venir.
—Ahí viene el señor. —él abre la puerta, no espera que nadie le abra—. ¿Vamos a la casa?.
—Si Mateo.
—Le preguntaba a la señora como esta. —me mira de inmediato y yo me hago pequeña en el asiento, el otro muchacho de al lado no emite bocado alguno—. Me decía que estaba mejor y eso me alegra.
—A mi igual. —saca las cosas de la caja leyéndolas—. Acá esta todo lo que debes tomar... El médico puso los horarios y las cantidades.
—Si. —llegamos a la casa y entramos solos.
—Me voy una semana. —me gano del otro lado de la mesada ya que no logro tenerlo cerca, me repugna—. Hay bastante comida para que estés bien... Espero que cumplas todo lo pedido del médico y de tus deberes en esta casa. —deja las pastillas en la mesada empujándolas para mi lado—. Toma todo a horario y por hoy descansa bien así te vas recuperando. —sin decir nada veo como saca jugo de la heladera—. Va a quedar Sasha cuidándote.
—¿Quién?.
—Uno de mis hombres de confianza... Él solo va a quedar y en la parte de arriba, jamás va a entrar, tienes que estar tranquila en eso. —miro toda la casa con miedo y él suspira—. No va a pasarte nada, estas segura acá... Es mas, para que él entre tu le tienes que abrir desde al costado del ascensor.
—Bien. —me mira en silencio, si supiera que pienso que mi miedo es que vuelva, en estos momentos desearía que me digan que soy viuda.
—Me tengo que ir.
Sale dejándome sola, siento un alivio tan grande que es irreal, miro las pastillas y sentada apoyada en la mesada de la cocina miro disimulada para ver donde están las cámaras de seguridad, para mi mala suerte hay muchas, tenia pensado revisar toda la casa viendo si hay algo que me muestre porque estoy acá, porque si él quería un heredero no es la forma en la que me imaginé que me iba a tratar, tampoco esperaba que me trate como si me amara o como una reina pero no me esperaba para nada golpes, se supone que soy el recipiente en donde lo que necesita se va a cocinar, por lógica me debería tratar bien. Voy al ascensor y miro los números en el tablero, me da miedo tocar y que suene una alarma o algo, vuelvo al living buscando en la agenda a Kisa hasta que la encuentro.
—¿Hola?.
—Soy yo.
—Hola Ina. ¿Estas mejor?.
—Si, mucho mejor gracias... Sabes que te quería pedir un favor enorme.
—Dime.
—Tu hermano se fue y me gustaría ir a ver a mi hermano pero no sé la clave del ascensor, ¿Me la podrías decir?.
—5027.
—Voy a probar. —llevo el teléfono conmigo y pruebo—. No es.
—¿Qué?.
—No. —me dan ganas de saltar de la desesperación—. Me sale error.
—Prueba otra vez. —lo hago y sale lo mismo—. No me digas que la cambió el infeliz. —mis manos pican de los nervios.
—¿Hay otra forma de salir de acá Kisa?.
—No hay forma de salir ni entrar sin una clave.
—Pero... ¿Voy a estar encerrada?.
—Déjame pensar. —salgo del ascensor y veo la puerta del hombre que me habló.
—¿Kisa? ¿Los empleados la saben?.
—No intentes decirles nada, ellos son fieles a mi hermano y le van a decir y va a ser peor... Déjame pensar como puedo hacer para que salgas de ahí.
—Esta bien.
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