Capítulo 3 El regreso

2740 Words
Barbie — Entonces - cruzo mis brazos mientras él rasca su nuca y baja los ojos a mis senos. - Acá arriba Patrick, acá arriba - señalo mi cara con el dedo. — Vamos, que tampoco tienes tanto - qué hacía yo saliendo con este imbécil. — Y aun así los miras - sonrío falsamente - ¿Qué ibas a decir? — Creo que nuestra relación no va más - suelta el aire. — ¿Nuestra relación? - en qué momento este sujeto pensó que teníamos una relación - Acá no había una relación, nosotros - niego - Sabes qué, tienes razón, no va más, estamos estancados - muevo la mano negando, no voy a perder mi tiempo en esto, estaba a punto de ver como el duque caía en los brazos de una Bridgerton. — Sí, tú eres algo intensa - parpadeo. — ¿Algo, intensa? - afirma. — Sí, todo el tiempo hablas de que trabaje, te quejas de mis hobbies - oh habla de pasar todo el día frente a un videojuego. - No te gustan las mismas que a mí. - rasca su nuca - La verdad no sé qué buscabas. — En realidad, tienes razón, quizás si no hubieras mentido en las primeras diez citas no pasaría esto, digo… ¿Futuro médico? — Hago un curso online. — ¿Amante de la literatura? — Leo mucho. — Cómics, lees cómics de superhéroes, no es que me moleste, para nada, pero eso no - es la literatura de la que hablaste - vuelve a rascar su cabeza. — A ustedes las mujeres les gusta que uno mienta - niego. — Jugador de golf, amante de las caminatas, atlético por naturaleza, lo único que tienes de ejercicio encima, es ir de la silla a la heladera - niego - Mira, lo intente, pero yo no puedo tratar con un niño, quería una relación madura, de alguien que pueda pagar sus boletas - señaló la mesa. — A eso - las observa y vuelve a mirar mientras rasca su barbilla - ¿Crees que puedas prestarme unos billetes? Es que no llegó con la luz y… - gruñí. — Me debes mil y no te voy a prestar más, no somos nada - camino en busca de mi bolso. — ¿No podemos ser amigos? - gire para verlo. — Somos amigos, saluda a mi amigo dedo - le saqué mi dedo medio y salí. - Imbécil. Creo que tengo un gran imán para los imbéciles, un gran cartel en la frente que dice, "Jodeme que me gusta", me pasó con Jonathan, en lo referente a los hombres, porque mi única relación con una mujer fue un desastre, uno que tuvo incluido a Mateo, la policía, Ben y Bruno. Fue triste, dramático y gracioso, sobre todo por Bruno, él trataba de hacer las cosas más llevaderas, haciendo bromas y ofreciendo un trío con Mimi y él, Mimi no se negó, pero sería raro, estaban casados y en eso no me metía. En fin, mi vida amorosa se resumía a una loca y Jonathan, el sexy cabrón que custodiaba a mi gran amiga Sam, un hijo de su santa madre que se puso en un papel de hombre comprensivo, pero cuando vio que mi ex era una loca, sufrió demencia y se alejó, un tipo que me invitó a citas, hablo de cuanto le encantaba y después cambio su número de teléfono por “problemas técnicos”, en las pelotas tenía problemas técnicos, o más bien, la falta de ellas era su problema. Me engatuso, me cato y me dejo. Inteligente, si me lo preguntan. Cabrón si lo analizamos a fondo, porque no lo hizo breve tiempo, no. Tampoco fue una cita de una noche, no. Nosotros salimos por al menos un año y medio, hicimos planes y luego, puf, nada, aire, se esfumó. Lo odie, mucho, planee millones de demandas, Ben quiso golpearlo, Luna le prohibió entrar a su casa, Sam lo reto, pero seguía siendo su guardia, después las cosas se tranquilizaron, ellos volvieron a Seattle y mamá habló conmigo para ir a Canadá, no lo pensé, aunque debí de hacerlo, yo simplemente me tomé un avión y llegué a casa de mi hermana horas después. Al principio me quede con mis padres, pero era raro vivir con ellos, personas mayores, con horarios de personas mayores, con actitudes de personas mayores y sexo, eso fue traumático, porque podía jurar que a mi padre ya no le funcionaba su amigo, pero sí, ellos tenían sexo y no era malo, lo aplaudía, solo que no cuando llegaba y los encontraba en el sillón, la cocina o joder en su habitación, pero con la puerta abierta. Fue traumático, desagradable y hasta cómico, porque todo en ellos ya no estaba como debía, había arrugas, por todos lados, muchas arrugas. Me fui con mi hermana, otro gran error, yo tenía que irme de ahí, cruzar de país, volver a casa, pero no, mi hermana me lloro porque no tenía niñera, cuando claramente yo no era una niñera, sino una abogada, ABOGADA, que pasó a ser niñera por al menos un año y que ahora, después de comprobar que mi vida acá no fluía, volvía a casa. Qué Patrick me mostrara como desperdiciaba mi vida, solo me ayudo a tomar la decisión de sacar aquel pasaje y partir en menos de dos horas, estaba feliz, era super feliz con la idea de volver a casa, quería hacerlo, quería ver a mis amigas, salir a tomar algo, ver a mis sobrinos, hacer lo que quisiera. Entre en la casa de mi hermana como un torbellino, su marido bufo y me contuve de sacar mi dedo amoroso, no tenía ganas de pelear con él, no hoy que me iba, no ahora que por fin era libre. Tomé mi valija y comencé a guardar todas mis cosas, mi puerta se abrió, sabía quién era y lo que venía, pero no tenía energías para esto. — ¿Qué estás haciendo? - ella en verdad hace está pregunta. — Mi valija - respondí tranquila. — Eso es obvio - su sarcasmo aflora y el mío se prende. — Entonces ¿Para qué preguntas? - la observó por sobre mi hombro. — No me hables en ese tono - ruedo los ojos. — No eres mi madre Anastasia - la escucho resoplar. — ¿Dónde vas? - consulta. — Me vuelvo a Seattle - respondo como si nada. — No hay nada en Seattle para ti - me frenó. — Mi vida está allí - niega. — Tú familia está acá - suspiro. — Mis padres están acá porque quiere ver a sus nietos, pero no por otra cosa, hace más frío que allá, sus amigos están allá y estarían por España si no fueras tan caprichosa - vuelvo a girar. — No puedes irte - tomé aire y volví a verla. — Anastasia - toque su hombro - Te amo - sé que tengo que decir algo más, pero lo que tengo para decir no está bueno. — ¿Solo eso? - sus ojos verdes me observan expectantes. Con mi hermana nos parecíamos, en una sola cosa, físico. Ambas éramos pelirrojas de ojos verdes, cuerpo delgado y poco busto, no es como si necesitáramos tener senos para ser feliz, pero los escotes no se nos veían igual que a las demás chicas, aun así, las Williams teníamos lo nuestro. Pero éramos muy diferentes, Ana, bueno, mi hermana era super ordenada, pulcra, con modales de abuela sesentona, no toleraba las tardanzas y a una hora especifica tenían que estar todos durmiendo, cuando digo todos, es… TODOS, eso me incluía y yo no era así. Digamos que soy un alma libre, alegre, que trata de vivir su día a día, disfruto de las cosas de la vida, alguien dice saltemos de ese acantilado y yo pregunto dónde están las cuerdas, soy así, vivo, disfruto, sonrío, me relajo. — Solo eso - volteo para terminar de armar la valija. — Barbie - suspira y vuelvo a verla. Sus brazos están en jarra, es la misma posición que usa para sus hijos y joder, yo no soy su hija, soy su hermana, la amo, pero quiero golpearla en la cabeza, aunque mi mamá después me regañe por hacerlo. — Es exactamente por eso - la señaló - No soy tu hija Anastasia, no lo soy, tengo veinticinco años, no tres, ni quince, somos hermanas, no puedes mandarme eternamente - hizo un mohín. — No te puedes ir - oh, sí, sí puedo. — Mira, te amo, amo a mis sobrinos y tu marido me cae bien, pero no congeniamos. Tú… - la señaló - Tienes toda una vida aquí, dos hermosos hijos, un gran marido, no tengo nada contra él, pero vamos, es religioso, super religioso, llevo un año acá y apenas ha dejado de mirarme como si fuera paria. - no mentía. — No hace eso - elevo mi ceja. — Sí lo hace, no tengo nada contra él y lo entiendo - era verdad lo hacía - Vamos Ana, soy todo lo que está mal para las iglesias, empezando porque he tenido sexo fuera del matrimonio, me acuesto con mujeres u hombres, en definitiva soy la abominación - levantó las manos - Encima, pelirroja, seguramente soy el fruto del pecado, no sé, no ayudó - comienza a reír - Lo sabes, ustedes son misa, agradecimientos en los almuerzos y yo no, no puedo mantener eso, vine para ayudarte, pero ya me voy - suspiro. — No es así, ¿Piensas que es una secta? - ladeo mi rostro. - Puedes hacer lo que… - elevo una ceja y se calla. — ¿Qué opina tu marido de que salga con mujeres? - muerde su labio. - Exacto, es su casa, tu casa, yo no puedo hacer nada aquí, para todo tengo que pedir permiso, si no llego a dormir me regañas, es que ni follar puedo. - levantó las manos. — Ese chico era un patán - lo es, nada de pasado. — En fin, sé que el problema no es que me vaya, el problema es que quieres seguir teniendo niñera y yo no soy eso, te amo, amo a mis sobrinos, pero joder, quiero golpearte día sí y día también, sí lo hago mamá me regañara, dirá muchas cosas porque no me educó así - parpadea — ¿Quieres golpearme? - es que no escucha. — En este momento estoy imaginando mis manos en tu cuello - no era mentira, lo hacía. — Eso no está bien, es agresivo - su tono de mamá vuelve a aparecer - Tendríamos que ver porque guardas esa agresividad en ti - rodé los ojos. — ¿Quizás tendríamos que ver por qué te centras tanto en la vida de tu hermana y no en qué hace tu marido fuera de casa? - muerdo mi lengua. — ¿Qué? — Nada, nada, no vamos a pelear por esto de nuevo - niego - No soy tu hija, no quiero que me analices, tienes dos hijos, haz algo con ellos, deja de hacer de psicóloga de tu familia, sal, ten más sexo y relájate - termine de armar mi valija - Yo iré a Seattle, era lo que tenía planeado hacer desde un principio, pero me pediste venir - digo lo obvio. — No fue solo cosa mía - su voz se pone chillona - Tú estabas escapando de aquel sujeto, el guardia ese - mis dientes rechinan. — Bueno, yo quería alejarme de Jonathan, tú emoción y una niñera en tu vida, las dos nos complementamos, pero listo, ahora vuelvo a Seattle, a trabajar con mis amigos, ser exitosa y vivir tranquila - contrajo su rostro. — Acá vives tranquila - camino hasta la mesa de noche y sacó el vaso del posavasos. - Se mancha la… - se calla y yo señalo la situación. — Exacto, no puedo, somos muy distintas y como te amo, tengo que irme o te mataré - beso su mejilla y siento la bocina - Llego mi taxi. — ¿Llamaste un taxi? - afirmó - Te podía llevar - niego. — Tienes que cuidar a los chicos, te amo. Deje otro beso en su mejilla y salí disparada hasta la puerta, por el camino abrace a mis sobrinos, bese sus cabecitas y levante la mano para despedir al esposo de mi hermana, siempre mantenía las distancias con él, tenía miedo de que prendiera una hoguera y me quemara, tenía esa cara de querer asesinarme o del mal follado, no sé, quizás ambas, aunque mi hermana parecía querer algo más de pasión para su vida, una vida que estaba estancada. Me monte en el coche y observe las calles, me estaba despidiendo de este lugar para siempre, ahora viviría mi vida, me quedaría en nuestra casa, vería a mis amigos, trabajaría con Mateo y Sam, tendría algo nuevo para disfrutar, no sé, encontrar el amor, alguien sano, que quiera tener una relación sería, algo con algún tipo de futuro, no me interesaba el género, quería amar, amar de forma sana y bien. A esta altura de mi vida, yo ya había disfrutado de todo, salí a beber hasta emborracharme, probe con mujeres, hombres, hice tríos y hasta mantuve relaciones duraderas, pero nunca a ese punto de querer un futuro, una familia, eso buscaba ahora, una familia. Yo: Estoy volviendo a Seattle ¿Quién me busca? Ben: ¿En serio? Luna: Me está por dar algo, ¿vuelves permanente? Yo: Permanente, permanente. Sam: ¿Cuándo llegas? Mimi: Te voy a buscar, aunque sean las dos de la madrugada. Yo: ¿Estás huyendo de los mellizos? Mimi: Sí y de Bruno. Bruno: Ey, ¿Yo qué hice? Mimi: Estoy estresada. Mateo: ¿Preparo los papeles de divorcio? Mimi: Todavía no, aun lo amo. Bruno: No ayudas, se supone que eres mi amigo. Mateo: Me cambiaste por Sam Sam: Soy el mejor prospecto ¿A qué hora llegas? Yo: Tres horas y media - las caras de asombro llegaron. Ben: ¿Cenamos en casa? Todo el mundo estuvo de acuerdo con eso y yo estaba feliz, extrañaba mucho la charla con mis amigos, añoraba estar de nuevo en casa. Al parecer ellos también me extrañaban a mí porque cuando llegué estaban todos, con un cartel en la mano que decía “Bienvenida a casa”. Mis ojos se aguaron mientras dejaba la valija a un lado y abrazaba a mis amigos, Ben me alzó e hizo girar, Bruno bromeó por mi aspecto desarreglado y Sam tenía una enorme barriga que solo vi en fotos. — Estas redonda - acarició la zona despacio - Y hermosa. — Gracias - seguí mirando - ¿Cómo fue? — Uh, mi cuñado es un soso - me quejo. — ¿Soso? — No me dejaban decir ni una sola mala palabra, tenía hora de dormir y no podía ver mis series en el living, ya que no eran decentes - ruedo los ojos. — Parece un infierno - Mateo pasa su brazo por mis hombros - Dime algo Colorada, ¿Qué tantas ganas tienes de volver a tus oficios? — Muchas - sonreí mostrando mis dientes - ¿Tenemos una demanda? ¿Despido? ¿Bruno mato alguien? — Ey, estoy acá - se queja - Claramente no fui yo. — ¿Aaron hizo algo malo? ¿Qué Hackeo? — La NASA - responden todos a coro. — Uh, suena a mucho papeleo - afirma. — Pero los hizo Sam - la señala. — ¿Entonces? — Te conseguí un trabajo en una empresa, medio tiempo, tercerizamos, contrataron al estudio, tienes que viajar, arreglar contratos, ver varias cosas - seguí sonriendo emocionada. — Me gusta - una sonrisa maliciosa apareció en su rostro. - ¿Qué no me dices? — Nada, solo me agrada que te agrade - me abraza - Empiezas mañana a las siete. — Hijo de… - las carcajadas llegaron. — Después tienes que ir a la empresa de Emily, Clara toma el mando - los mire. — ¿Está saliendo con ese chico? - suben sus hombros. — No sabemos qué pasa entre ellos, pero nadie se lo cree. - hago una mueca - Mañana lo averiguo. Los nuevos comienzos siempre son buenos, yo lo sabía y estaba segura de que este no iba a ser la excepción.
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