Thomas
Me despierto sobresaltado, mi cuerpo suda, mis manos también, Lila me mueve con su hocico el brazo mientras llora, cada tanto me pasa, los sueños vuelven, sus palabras suenan como un disco en repetición, sus ojos me observan desde la distancia hasta que se vuelve a dormir, siempre duerme, siempre se queda ahí, en ese momento, justo antes de que nos separemos, cuando todavía no me enteraba de sus mentiras y ella seguía intentando dar manotazos ahogados.
Su cabellera castaña seguía ocupando mis sueños, su recuerdos lo hacían, estaban tan presentes como el primer día, apareciendo frente a mí, removiendo todo a su paso, haciéndome caer en ese círculo infinito de extrañarla, ese momento donde ella pasaba aquel puente infinito y yo me quedaba de este lado mirando como partida.
Bri se había ido de mi vida, me había dejado acá con toda la mierda que eso significaba, con sus bromas, su risa, sus bailes alocados en la mesa de ratonera del living.
La podía ver en el sillón junto a Lila, mirando alguna película infantil y llorando por ello sin importarle lo ridículo que aquello parecía, podía observarla con sus piernas desnudas paseando de aquí para allá, riéndose, con su taza de café en las manos.
La extrañaba más que a mi vida, era ese hueco que no lograba llenar, aquello que me tenía completamente en el limbo, quería volver a sentir sus abrazos en las noches, la forma en que sus labios buscaban los míos mientras dormía o como me abrazaba cuando me alejaba un poco por tener calor.
Ahora solo tenía su recuerdo, aquellos besos tatuados en mi memoria, sus risas grabadas en sus post cats y el amor que no se borraba, porque podía pasar el tiempo, tanto como quisiese y la seguiría amando.
Bri me dejó un vacío con el que lidiaba día a día, trataba de salir, intentaba mejorar, cumplir aquella promesa que siempre volvía a mi mente, la que su fantasma parecía querer recordarme a cada rato, ese dónde me pedía seguir, ser feliz.
Los primeros meses fueron los peores, aquellos dónde las etapas de mi duelo marcaron un ante y un después de todo lo que vendría, había caído en una especie de trans dónde todo me molestaba, estaba enojado, cansado y algo aturdido, los chicos me soportaron, aguantaron mis arrebatos, incluso Galy dejo que lo golpeara y joder lo hice tan fuerte
Las cosas con Hannah tampoco estaban bien, su embarazo la puso más sensible y pasaba los días llorando, Nathan estaba preocupado, se tomó un tiempo en su trabajo, pasaba el día con ella y Emma, conteniendo, sosteniendo junto a toda la familia. Fue tan duro el golpe que la pequeña se adelantó.
— Hannah nena, tenemos que ir al hospital - niega.
— Llévame a otro, no voy a tener ahí, no cuando ella no está para recibirla, es su ahijada, ella - más lágrimas cayeron.
— Hannah - me acerque a ella - Se que duele, a mí me duele, pero ella no quería esto, no nos quería así - acaricio su rostro lleno de dolor por las contracciones - Bri va a venir en la noche y tirara de tus pies si haces que le pase algo a su ahijada - ambos reímos. - ¿Vamos al hospital? - afirma y Nathan la levanta.
— Vamos
La hija de mi amigo nació, estuve ahí, esperando fuera del hospital, porque era fácil decirle a Hannah que entrara, pero yo no estaba preparado para hacerlo, en ningún momento pude. No sabía cómo atravesar aquellas puertas de nuevo.
— No tienes que hacerlo - Oliver se acomodó a mi lado mientras yo observaba la puerta principal.
— Es mi ahijada - respondo todavía concentrado en la fachada.
— Lo es, siempre lo será, pero ellos lo entienden - lo miro - Cuando casi morimos, Nathan dejó de ir a los médicos, pasó al menos unos tres años sin pisar uno de estos lugares - cruzó sus brazos. - Las batallas se pelean de a una y se ganan de a una - sonrío - Tú deberías saber eso mejor que yo.
— ¿Crees que esté bien? - miro el cielo - A veces me pregunto qué hubiera pasado si venía por ella, si hubiera venido a buscarla al hospital - mueve su rostro.
— Él hubiera no existe, no en este caso - suspira - Siempre me pregunté qué hubiera pasado sí mi mamá no tomaba esas vacaciones, sí ella no se salteaba sus controles - sonríe - Las respuestas son infinitas Thomas, pero la realidad es que no podemos cambiar las cosas, sí hay algo que tenemos asegurado todos nosotros es la muerte, a veces tarda más otras menos, pero está, siempre va a estar esperando por nosotros, no es algo de lo que podamos escapar tan fácilmente - suspira.
— La extraño.
— Lo sé, pero tienes que pensar en qué quería ella, que esperaba que hicieras si algún día ya no estaba - mordí mi labio - ¿Sabes que hubiera querido?
— Que sea feliz - sonríe - Ella quería que sea feliz y tuviera mini boxeadores - ambos reímos.
— Es una buena idea, mini boxeadores, me gusta - volteo a verme - Sé que serás un gran padre y padrino, de eso no hay duda, solo no te castigues tanto, hay cosas que no podemos controlar y la realidad es que ella era valiente, no temía a nada de esto - señaló el lugar - La muerte era parte corriente en su carrera, el amor no, las inseguridades, Bri era una grandiosa mujer y ahora no está, es feo, es triste, pero es la realidad - palmea mi espalda - Seguro está con mamá, tomando unos mojitos en la playa - carcajeamos.
— Seguramente es lo que hará o bailando en algún lugar - seguimos riendo.
— Anda, es hora - pone la mano y la miro.
— ¿Es una invitación s****l? - eleva una ceja - Oliver, estás bellísimo, pero todavía no tengo ganas de probar por esas zonas - mueve su mano y golpea mi nuca.
— Se te pega lo pendejo - carcajeo y pasa las manos por mi hombro. - Vamos a ir ahí dentro, ese lugar - señaló el hospital.
— ¿Por qué haría eso?
— Porque está tu ahijada, porque tú amigo está siendo padre, porque yo casi muero aquí y puedo entrar, vimos morir a mi madre acá y aun así entramos, porque sí yo puedo, tú puedes - me empuja un poco. - Porque nosotros no nos quedamos a ver nuestros pedazos en el piso Thomas, no, nosotros los recogemos y seguimos, tomamos cada parte rota y la volvemos a ensamblar - lo mire.
— No soy como ustedes - niego.
— Eres mejor, mucho mejor que todos nosotros - me empujo - Acá no está tu papá, ni ese niño, no está mi madre, no - me sigue empujando - Estamos acá para ver a la hermosa bebé que procrearon Nathan y Hannah después de decir que no tendrían más hijos - me mira.
— No me dejaras irme - niega - ¿Han apostado algo? - vuelve a negar - Oliver… - amenazó.
— Ok, Nathan dijo que huirías como una nena, yo dije que eres un macho, pecho peludo - miré dentro de mi camiseta.
— No tengo el pecho peludo - rueda sus ojos.
— Es una expresión Thomas, si decía pene grande ¿Te lo mirabas también?
— Eso sé que es grande - carcajea y pasamos la puerta. - ¿Sabes qué está mal que apuesten sobre los traumas de alguien?
— No apostamos sobre tus traumas - se frena, parece molesto - No eres un traumado, solo alguien al que le pasaron cosas malas, no fue tu cumpla, nada de esto lo es, pero a veces estas cosas pasan - sus manos pasan por su rostro - Pero para que sepas, dije que te llevaría dentro, ellos dijeron que eso no pasaría porque tú no ibas a ceder con aquello, pero aquí nos ves - nos señala - Dentro del hospital, los dos juntos, compartiendo penas - mire a todos lados
Oliver me tenía frente al ascensor, sus ojos verdes me observaban tranquilos mientras yo repasaba todo el transcurso de lo ocurrido, nuestro recorrido hasta llegar aquí, no lo hacía, no recordaba nada de lo que pasó mientras bromeaba con él, o me hablaba. Estaba de nuevo en estás paredes, subiéndome en este ascensor, camino a esa área que hace tanto no iba, donde una Jazmín apagada me recibió con ojos tristes.
— La doctora Parks sigue en el quirófano, la bebé ya nació, pesó dos kilos novecientos noventa, es hermosa, ahora le están haciendo la ligadura de trompas y sale, todo está bien, su hermano Nathan está con la pequeña - sonreí.
Tengo que decir que me enamoré de ella apenas la vi, tenía sus ojos claros como Emma y la piel de un tono chocolate claro, parte de su cabello asomaba pegado al cuero cabelludo y su boca se mostraba en un pequeño pico de pato, con sus labios haciendo un mohín de lo más tierno y delicado.
— Es bellísima - murmullo perdido en una de sus manos.
— Lo es - Nathan sonríe - La más linda junto a Emma - se para a mi lado - Falta que lleguen los tuyos y los tendremos a todos en el ring haciendo lo que nosotros amamos - mis dientes asomaron.
— Y las niñas terminaban como modelos de revistas o grandes empresarias - carcajea.
— O alguna famosa doctora - tomó su manito - Es quizás la pequeña Bri siga los pasos de su mamá y tía - abrí mis ojos.
— ¿Cómo la llamaste? - balbucee.
— Bri, es su nombre, el segundo, aunque será como la llamemos, lo decidimos hace poco. - trago el nudo de mi garganta.
— Eso es…
— Increíble, lo sé - lo empujo un poco.
— Hola Bri - murmuró - Siempre te voy a cuidar, todos los días de mi vida.
— Tienes que darles primos de su edad - lo mire.
— Sabes que eso no es algo que vaya a pasar por ahora.
— Pero puede ocurrir. - negué.
Teníamos mis razones para creer que eso no pasaría y no me equivocaba, no había pasado en el transcurso de cuatro años, cuatro años donde me dedique a mi ahijada, mis padres, hermana y carrera.
Las peleas ahora eran un hobby, mis tiempos libres se habían vueltos escasos ya que me ascendieron a jefe en contaduría, ahora manejaba a todo el personal del piso, algo que aumento mi sueldo, pero también disminuyo mis horas libre y complicaron mi agenda a pasos agigantados.
Trabaja en una empresa dedicada completamente al petróleo, teníamos grandes proyectos a nivel mundial, los números que se manejan aquí eran de dígitos lo suficientemente altos como para dejarte hacer cuentas rápidos y joderte la vida porque una sola falla significaba grandes pérdidas de dinero a futuro, es decir, haces bien tu trabajo o jodes a todo el personal de la empresa. Nada de términos medios, nada de puntos grises, era blanco o n***o, simple, claro, estresante.
Digamos que el problema principal recaía en que había despedido al antiguo jefe de contaduría, el cabrón robaba plata, en pequeñas proporciones, pero lo hacía, entonces llegué yo, encontré un error, se lo dije y él supuestamente hablaría con los jefes.
Claramente no lo hizo.
Tuvimos una reunión con el director, ese sujeto bajó hasta el área de contaduría con su abogado, sus ojos desprendían odio puro mientras nos observaba desde lejos, tratando de analizarnos, juzgándonos. Mis compañeros parecían asustados, la mayoría, a mí simplemente me pareció un teatro para corroborar actitudes.
Sus ojos se posaron en mí, yo seguía sentado en mi silla, con los brazos cruzados en mi pecho.
— Tú - me señaló - Ven conmigo - me levanté tranquilo.
— Claro.
Salimos de la oficina directo a la suya, su secretaria nos seguía a paso veloz, me detuve un poco y la esperé, media sonrisa se formó en su rostro, nuestro jefe se dio la vuelta, sus ojos fueron a mí y luego a su secretaría.
— El tiempo es dinero Anderson - bien, sabía mi apellido.
— Que ella se rompa un pie por seguirnos también - la mujer camino más tranquila - Mi madre me enseñó a ser caballero - eleva una ceja.
— Madison por favor, puedes llevarnos un café cuando lleguemos - la pelirroja afirma tranquila.
— Claro que sí señor Becker - la dejo pasar primero.
— Gracias.
Entré último, mi cuerpo se fue contra la pared del ascensor, podía sentir los ojos de mi jefe en mí, pero no importaba, yo estaba más concentrado en cómo subían los números del ascensor mientras la música sonaba, era buena, siempre variaba, pero siempre era un piano.
Las puertas se abrieron y Madison bajó, Becker la siguió y yo a él, entramos a su despacho, ambos en silencio, su mano marco una de las sillas y me senté, no hablo, no hable, solo me tiró una carpeta frente a mis ojos.
— ¿Qué ves ahí? - la tome para abrirla.
Tres palabras me bastaron para darme cuenta “REPORTE DE CONTADURÍA”, comencé a reír mientras mi jefe me observaba, era un cabrón, desgraciado e hijo de puta, eso era mi jefe y no exactamente el que tenía frente a mí.
— Seré claro - tire la carpeta - Sí se me acusa de algo, quiero la presencia de mi abogado, solo para asegurarme de qué, cuando termine esto me iré con el bolsillo lleno de dinero. - elevo una ceja.
— ¿Más todavía? - ladeé mi rostro.
— ¿Me está acusando de algo? - el abogado de la empresa entró. - Ya veo - tome mi móvil. - Mat, ¿Cómo estás?
Mi amigo se encontraba casualmente en la ciudad ya que Emily lo necesitaba para unos contratos y no podía esperar unos meses más hasta que todos volvieran, porque sí, los chicos volvían a la ciudad. Me avisó que estaría en diez minutos acá y colgué.
— ¿No tiene ninguna junta? - consulte tranquilo.
— Parece que tienes todo resuelto - sonreí.
— Hombre precavido vale por dos y créame, yo lo soy - Megan entró con los cafés. - Muchas gracias.
Mateo dijo diez minutos, pero llegó en cinco.
Su rostro estaba serio mientras entraba, para luego sonreír cuando observó al abogado de la empresa, negó repetidas veces, luego se presentó captando la atención de Becker, todos conocían al diablo.
— ¿Qué pasó? - consultó mientras se sentaban.
— Justo me estaba por enterar, él trajo su abogado, yo el mío - subo mis hombros.
— Excelente - su rostro se tornó serio - ¿Cuál es el motivo de esta reunión?
— En el último balance que nos entregó su cliente, se muestra una fuga de dinero, una que apunta directamente a él - Mateo suelta una carcajada - No le veo lo gracioso.
— Bueno, usted no, pero yo sí - carraspea - ¿En serio? - me mira - ¿Cómo quieres que hagamos esto? Tengo que volver con Sam
— ¿Cuánto puedo sacar?
— Por difamación - comienza - ¿Estás estresado? Yo te veo estresado.
— Después de esto, no creo que pueda dormir - respondo tocándome la cabeza.
— Daños psicológicos, estrés, difamación, podemos agregar la falta de ingreso económico… - hablo.
— Adiós a mi plan de ciento ochenta cuotas para aquel auto nuevo - seguimos con el drama.
— Oh, podemos pedir que lo paguen también - sigue.
— Señor Anderson - Becker me habla - ¿Qué le encuentra de gracioso a esto?
— Todo - respondo.
— ¿Con bases de qué lo acusa? - Mateo nos interrumpe - Sabe, yo estaba por volver a casa y ahora tengo que hacer papeles y sacarle hasta el apellido a un imbécil - apreté mis labios.
— ¿Qué me dijiste?
— Imbécil - respondió y acomodo sus mangas - Primero que nada, ¿Qué hace con ese abogado? - lo señala - Es un ladrón, segundo, este hombre - me señala - Vive en la misma casa desde hace años, no viaja, no sale y gana más boxeando que en esta empresa de mierda - mi jefe se levanta.
— Mira idiota, no te voy a permitir que me faltes el respeto - mire al moreno.
— Terminemos con esto de una vez - suspira - ¿Va a presentar los cargos? O puede volver a su puesto - me señala.
— Su cliente ha robado - niego.
— Yo no he robado, quizás su abogado y mi jefe lo hicieron, pero yo… - niego - Tengo todos los papeles en forma y esto - señaló el archivo - Está alterado, no es lo que yo presente - su rostro se contrae.
— Quiere que vayamos a ver el informe que yo hice - señaló la puerta.
— Seguramente hay un error - su abogado habla y Becker levanta la mano.
— Vamos.
Fuimos los cuatros a contaduría, Mateo iba con su sonrisa diabólica mientras me preguntaba que íbamos a hacer una vez que se demostrara mi inocencia, era como un pequeña tortura a Becker, donde nombraba todas las cosas que podíamos hacer y los montos que pediríamos, cuando entramos su abogado ya había perdido algunos tonos de su color, mi jefe de área estaba más nervioso y mi computadora bloqueada como la deje.
Puse mi dedo en la extensión que Oliver instaló para mí y la máquina se desbloqueó de forma automática, entré en una de las carpetas, tecleé la contraseña y abrí los informes, y todas mis notas aparecieron.
— Todo suyo - lo deje y me quede con los brazos cruzados.
No dijo nada, revisó y tecleó en su móvil, al rato los guardias llegaron tomando a mi jefe y su abogado, Becker volteo y observó a Mateo.
— ¿Puedes encargarte de ellos? - el moreno sonrió.
— Soy un poco caro - cruzó sus brazos.
— No es problema el dinero. - mire a mi amigo.
— ¿Qué tan hundido los quiere? – hablo lo suficientemente alto.
— Como si estuvieran muertos - se levantó y me observó - Ahora eres el nuevo jefe de área. - camino al ascensor. - Me asegurare de que te aumenten el sueldo y puedes elegir el personal.
— Gracias - sonreí.
— Y un bono adicional por el mal rato - Mateo volvió a hablar - Para las dieciocho cuotas - ambos comenzamos a reír.
— Claro - niega - Señor Wells, puede acompañarme, me gustaría ofrecerle algo.
— Y así es como sigues incrementando tú cuenta bancaria - rodé los ojos.
— Algunos podemos - sube sus hombros
Mateo salió del lugar con una sonrisa y yo tenía la mía, así de simple fue todo, ahora yo era el jefe del área, tenía que viajar para resolver cosas en las otras empresas y todo el tiempo iba con mi jefe y Mateo, aunque este último muchas veces solucionaba a la distancia, hasta hoy, hoy un nuevo abogado a las instalaciones.