Aiden continuaba sentado en el mejor lugar de la cafetería, con un aura de elegancia y gracia. Miró a Emery y asintió levemente, parecía bastante satisfecho.
—Ven aquí. —ordenó el hombre. Ella obedeció y se acercó—. Siéntate.
Emery nuevamente hizo caso y se sentó al lado de Aiden. Solo había ido a cambiarse de ropa, pero en cuanto salió pudo sentir con claridad que el ambiente era mucho más tenso.
En el instante en que la tuvo al lado, Aiden extendió la mano, la puso alrededor de su cintura y la atrajo hacia él. Luego acercó su cabeza de modo que sus finos labios quedaron cerca de su oído.
—Fue ella quien te quemó el brazo, ¿verdad? —susurró.
—Sí —respondió Emery suavemente.
—Muy bien —exclamó Aiden a la vez que asentía. Luego se dio la vuelta y ordenó—: Tráeme una ta
