Emery se sorprendió por un momento y un instante después reaccionó. No podía pensarlo tanto, debía comenzar a llamarlo esposo. Al instante, se lamió levemente los rojos labios y exclamó: —Esposo... Aiden relajó el ceño, estaba muy complacido. —Eres tan obediente —dijo él. Al verlo feliz, Emery se emocionó, pero no pudo evitar pensar en los mil dólares que él le dedujo en la Oficina de Asuntos Civiles esa mañana. Con eso en mente, su ánimo se elevó de repente. En ese momento, no le importaba dónde estaba ni la situación en la que se encontraba, el dinero para ella era mucho más importante, pues significaba la vida de su hermano menor. —Sí, sí, soy muy obediente. Entonces, ¿puedes... devolverme los mil dólares que me dedujiste en la mañana? —preguntó. Aiden la miró