Encuentro y una verdad a medias

1772 Words
Lily y Joanne paseaban por la ciudad. La pelirroja ya no hacía demasiada vida social, sólo sabía lo que su amiga le contaba y la verdad, eso era demasiado, esa chica se enteraba de cada chisme de la ciudad, ¿cómo lo haría? A Joanne en verano le encantaba salir con su amiga a pasear y ya de paso, aprovechar y comprar ropa de la última colección para su armario. Las dos jóvenes entraron en una de ellas, una boutique de gran prestigio donde los vestidos costaban un ojo de la cara pero, ¿no venía bien un caprichito de vez en cuando? Las dos mujeres comenzaron a mirar prendas, la última colección era realmente hermosa y rebosaba de colores claros. Colores claros… hacía años que no usaba ese tipo de prendas, desde la muerte de su esposo sus ropajes eran negros, tan negros y oscuros como sus días. La rubia escogió al menos unos cinco carísimos, elegantes y a la vez sexis vestidos de diferentes tonalidades. Lily tampoco tuvo suerte en lo que a su marido se refería. El hombre murió de una horrible bronquitis a los dos años de casados, no obstante, cuando el año de luto terminó, decidió cambiar su n***o vestuario a uno colorido que le sentaba realmente genial. Solo ella podía lucir un vestido simple de un modo tan elegante. Lily siempre tuvo suerte, era fuerte y bastante despreocupada. Amó a su marido más que a nada en este mundo, eso se demostró al ver como no se separó de él hasta su último aliento. Ella siempre le fue fiel, incluso sabiendo que este la engañaba. En ocasiones, hubiera arrancado la cabeza a ese hombre por no saber lo que tenía. Ahora la rubia volvía a vivir su vida y se casaría en un par de meses. Joanne tomó un hermoso vestido de color n***o con pedrería del mismo color. A diferencia de Lily, ella después de tres años, seguía guardando sus respetos a su esposo. —¿Qué te parece éste? —preguntó Joanne a su amiga, mostrándole el vestido. —Feo —Joanne frunció el ceño y agarró otro del mismo color para enseñárselo—. Feo al cuadrado —Joanne bufó, ¿por qué no le gustaba ninguno?—. Un rosa pastel, un verde claro, incluso un rojo sería perfecto. —Me niego —respondió rotunda la viuda Miller. —Entonces no preguntes —Lily sonrió picajosa y ella se cruzó de brazos con enfado, para más tarde dejar el vestido de nuevo—. Vamos, Joanne, pruébate el vestido no digo que lo compres —ella negó con la cabeza, ¿acaso no sabía que un no era un no?—. Por favor… —De acuerdo —cedió la pelirroja, al ver como su amiga ponía ojitos, siempre cedía cuando veía ese rostro. La chica fue hacia los probadores y se colocó uno de los hermosos vestidos que su amiga le entregó, mataría a Lily Morrison, moriría en sus manos algún día de eso estaba segura. El rosa pastel era hermoso y hacía mucho que no se vestía con él. Suspiró y salió del probador, avergonzada para encontrarse con su amiga y dos pelinegros a varios metros de distancia. Uno era un niño y el otro… ¿por qué de todos los Norton, era con él con quien tenía que encontrarse? ¿Por qué era él el que la tenía que ver vestida de nuevo con color? —¡Tía Joanne! —gritó el primogénito de su hermana, yendo hacia ella—. ¡Qué bien que ya te encuentras mejor! ¿Quieres venir a jugar con nosotros? —Ahora estoy ocupada, tesoro —dijo agachándose para besar a su sobrino. —Eres muy aburrida, nunca juegas con nosotros —Joanne rió y acarició el rostro del pequeño, al ver el gracioso mohín que en él se reflejaba. Lily se acercó a ella de nuevo, dejando a Thomas mirando vestidos de niñas con una sonrisa bobalicona en su rostro. ¿Qué hacía, comprar un vestido a una de sus hijas perdidas? Ese chico siempre la sacó de sus casillas. Por alguna razón, jamás le gustó pero bueno, él ahora ya lo sabía. —Kyle, ¿cuál crees que le gustará más? —Preguntó a su sobrino—. ¿Amarillo o rosa? —Amarillo —contestó el niño sonriendo, sin moverse del lugar—. Le pedí a tío Thomas que me comprara un juguete y él dijo que tenía que regalar al resto, algo también por eso estamos aquí, compraremos un vestido a Hannah y luego iremos a por muñecos para Adele y Peter —el niño abrazó a su madrina, que no apartaba la vista del Norton adulto. —¿No te consiente demasiado tu tío? —preguntó Joanne entre dientes, molesta. —Le vemos muy poco y no tiene hijos, así que le gusta gastarse el dinero en nosotros —Kyle rió de forma traviesa. —Eres muy pillo ¿lo sabías? —la tía le hizo cosquillas en la barriga y él rió de nuevo—. Corre con tu tío, te está esperando —el niño asintió—, ven a visitarme pronto, ¿de acuerdo? —Sí —Kyle besó a su madrina y corrió hacia Thomas, para agarrar su mano. Thomas miró hacia las dos mujeres al abrir la puerta y con una sonrisa, se despidió, quitándose el sombrero que llevaba puesto. Lily se despidió con la mano y la pelirroja le miró anonadada. ¿Por qué ni siquiera se había acercado a saludar a la tía de su sobrino? Era un maleducado. Joanne miró a Lily y se agarró el vuelo del vestido, era hermoso y le sentaba bien pero… la joven negó con la cabeza y su amiga suspiró, en definitiva, otra vez se largaba de la tienda sin un vestuario hermoso y vivaz para su armario. Cuando ambas compraron sus deseados ropajes, pagaron y fueron atendidas cortésmente por el dependiente del negocio. El hombre hizo sacar el innumerable número de cajas y bolsas donde se guardaban todas las compras de las mujeres al coche de caballos que les esperaba afuera. Ambas se subieron en el carruaje y fueron hacia la casa de la mujer de n***o para tomar un té con tranquilidad. El maravilloso té que los suegros de su hermana le proporcionaban, era su preferido sin duda alguna. Joanne se sirvió una taza y otra a su amiga, quien por cierto no paraba de hablar, Lily sabía todos los cotilleos de la ciudad. No es que ella fuera chismosa, simplemente siempre le contaban las cosas incluso sin preguntarlo. Ella mantenía a Joanne informada de todo. Lily bebió un sorbo del té que Joanne le sirvió y abrió los ojos como platos. —Dios santo, qué delicia —dijo asombrada la rubia. —Es de la plantación de los Norton —ella sonrió—. Si no me equivoco, de la que tienen al norte. —No —Joanne la miró extrañada—. Conozco de sobra este té y no es de la plantación de los Norton —puso un rostro pensativo—. Bueno, es de la plantación de un Norton, pero no del señor Joe. —¿Entonces de quién se supone que es? —preguntó Joanne, tras una risotada. —De la de Thomas Norton, por supuesto —Joanne dejó la taza en la mesa, ¿esa chica se había vuelto loca?—. No me mires así, te sorprendería saber lo que tiene ese chico. —No me digas —Joanne rió cínicamente. —Es rico, incluso más que tú —la pelirroja dio un respingo, ¿qué había dicho esa alocada rubia? Ella era la mujer más rica de la ciudad, era imposible—. Es una lástima que no consiguiera lo que en realidad quería —suspiró. —¿Lo que quería? —preguntó curiosa Joanne—. ¿Acaso no pretendía ser un vago persigue faldas apostador? —ella rió ante la mirada inquisidora de su amiga. —¿Qué te hace tanta gracia? —Joanne paró, al escuchar el tono recriminatorio de Lily—. Tú no tienes ni idea de nada y te atreves a juzgarlo. —¿Y tú sabes mucho? —preguntó Joanne sin arrepentimiento alguno. —Más que tú —respondió en un tono más tosco aún—. ¿Por qué te crees superior a él? Sí. Él es el menor de los hermanos Norton, pero sin duda es el mejor y el más trabajador —Joanne no salía de su asombro, ¿qué le pasaba a su amiga?—. No tienes ni idea de todo lo que luchó por esto, para no recibir nada a cambio, por supuesto. Joanne miró a su amiga sin entender nada, ¿de qué iba todo esto? No tenía por qué ponerse así con ella, jamás había visto así a Lily. —¿Te gusta? —preguntó Joanne directa. —No —respondió ella—. Simplemente él para mí es especial —continuó la rubia de ojos claros—. En un momento de mi vida él me ayudó y estaré siempre agradecida con él. —Ya veo, pero aún así sigo sin entender el afán de defenderlo, ¿qué tiene de especial que una persona empiece a montar su negocio gracias al dinero de sus padres? —En eso te equivocas, Joanne —la pelirroja miró extrañada a su amiga—. Thomas empezó a idear sus planes a los dieciséis años —Joanne se sorprendió, ¿acaso no le dijo Mary que ellos le prestaron el dinero?—. No te imaginas lo que sufrió. —Mary dijo que le dejó el dinero a los dieciocho —Joanne frunció el ceño, ¿se quedaba con ella? —Sí, eso es cierto, pero ese dinero fue para cerrar el trato con los proveedores. Por fin lo tenía, era la persona que quería ser pero después de todo, el destino fue cruel con él —la chica colocó un gesto pensativo. —¿Qué ocurrió, Lily? —preguntó Joanne. —Thomas consiguió esto para que el padre de la chica que amaba le viera como un posible pretendiente, pero no llegó a tiempo —Joanne se quedó boquiabierta—. La chica se casó con un hombre rico y él después de todos sus esfuerzos, no pudo hacer nada —Joanne agachó la cabeza, pobrecillo, no sabía eso—. El mismo día en el que ella se casó, él partió lejos del país con el corazón hecho pedazos.
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