Cuando llegó el anochecer Gustavo se presentó una vez más en el gimnasio de Giselle para llevar adelante su rutina de ejercicios. Había tenido algunos momentos difíciles en los que se sintió agobiado por su trabajo, o por la vida misma que podía ser complicada.
Esto había contribuido a su ansiedad, haciendo que sintiera una profunda necesidad de volver a ingerir carbohidratos refinados. Extrañaba esos bollos blancos como la nieve, suaves, y tiernos que lo saciaban profundamente y con los que se sentía muy bien. ¡Eran tan deliciosos!
Pero hasta el momento había logrado salir airoso de la batalla. No había vuelto a ingerir ninguno y seguía alimentándose bajo el régimen que le había indicado Giselle.
Las caminadoras estaban ocupadas, por lo que se subió al escalador, con el cual podía obte
