Me das una mano.
Pov Niccolo.
Me encanta mi mujer, la amo tanto que no soporto verla en esa maldita cama de hospital.
Haber sabido que la maldita esa, quería hacerle daño a mi ratoncita jamás la hubiera expuesto, pero la maldita esa lo pagara. Aún recuerdo de cómo yo les decía a los malditos paramédicos de que la vieran a ella y no a mí que yo estaba bien, solo era un maldito disparo, pero mi pequeña ratoncita tenía su manita roja por el golpe que le dio a esa loca.
Lo que me da consuelo es que ya está bien, y lo que más felicidad me da es que seremos padre de un pequeño o pequeña. Estoy muy feliz que hasta podría regalar mi fortuna.
De hecho, les di un bono a todo el clan por la llegada de mi primogénito, y en las empresas les di vacaciones de 1 semana a todos con un bono no tan grande como a mis muchachos, los cuales fueron de cinco mil dólares para cada uno.
Cuando terminan de curar mi herida, me dirijo a la habitación de mi mujer y lo que veo me hace mover todo mi mundo. Miró a su alrededor y se supone que se le dijo al doctor que mi mujer debía tener una enfermera personal. Y ella está solita, y si eso no fuera poca cosa la manera en que está.
Me acerco, ya que ella llora desconsoladamente, será que no quiere hijos aún, pero cuando la pobre me cuenta el porqué llora fue solo porque ensució el piso de su habitación, mi corazón se apretuja, pobrecita.
La calmó, hasta que llega el doctor que se supone debió haber informado de todo, pero cuando mira el piso hace una mueca de reprobación y mi mujer nuevamente se siente mal, y se esconde en mi pecho y en ese momento no me importa nada así que me acerco y cuando estoy a punto de golpearlo, entran mis cuñados y mi suegro quienes al ver todo su rostro cambia de la alegría que irradiaban se marcha y se acercan con arma en mano, pero llegan las mujeres de la familia y ellas arreglan todo.
Cuando ya le hacen el cambio de habitación nosotros salimos a arreglar algunas cosas.
Rodrigo, mi seguridad me indica que mi madre y su suegra tienen a mi padre. Y que la abuela quiere a la supuesta “hija” de Fredo, yo solo asiento para que vea que se metió con quien no debía.
Yo, por mi parte, apuro todo el cambio de casa, ya que dejaremos el departamento donde hemos estado viviendo, por una casa a unos metros de mis suegros. De hecho, quiero pasar a una librería a buscar cosas para poder estar preparado para recibir a mis hijos.
Cuando el reloj marca las dos de la tarde me informan que todo está listo y que los muchachos jugaron con la maldita hija de puta esa.
Me voy a la clínica no sin antes pasar por una tienda a comprar un oso gigante para mi bebé y un ramo de flores para mi preciosa mujer y obviamente muchos regalos de sus marcas favoritas y también chocolates y unas frutillas que está pidiendo aunque no le gustan, pero si ella quiere, lo tiene así de sencillo.
Una vez llego me informan que la mano de mi pequeña ratoncita está bien y que le darán una pomada para el dolor y nada más, yo solo asiento y cuando quiero pedir otra opinión.
Princesa, me gustaría que un profesional viera tu manita. Me preocupa que tengas algo y que nadie lo haya visto. —Le informo a mi esposa bella.
Pero la abuela sale con una de sus cosas, como siempre
. — Claro, y cuando te la jala no te importa que le duela, verdad. —Yo solo la miro, con cara de wtf. Mi mujer solo niega, ya que está acostumbrada a sus cosas.
Cuando están todos saliendo, ella me toma de la mano y me dice algo al oído que hace que mi compañero se vuelva loco. Mis ojos brillan al igual que los de ella. Llamo a Rodrigo y le pido que por favor corte las cámaras de seguridad del ascensor del piso de mi mujer y que el mismo suba una vez estemos dentro y baje sin ser abierto por unos 30 minutos. Creo que estaba tomando algo, ya que escuchó a muchos decir. —Jefe, ¿qué pasó? — Tose y solo dice ok antes de colgar.
Espero la confirmación tomando de la mano a mi diosa y besándola, debo decirles que mi, mujer, se ve espectacular, puesto que lleva puesto un vestido café de lanilla que le queda como un guante, haciendo que su magnífica figura resalte. Me encanta que me vean con ella de la mano, para que se den cuenta de que soy un maldito bastardo con más suerte del mundo.
Ya quiero ver su cuerpo con su barriguita creciendo, la llevo al ascensor, aprieto el último piso y me tiro como un león hambriento encima de ella. Subo su vestido y ninguno aguanta más, me adentro en ella y yo me dejo hacer lo que ella quiera.
Me quedo quieto mientras ella se embiste sola, sus gemidos hacen que mi cuerpo se tense, cuando baja la velocidad yo tomo sus caderas y embisto con fuerza tanto que la caja metálica se mueve, pero no nos importa, nosotros seguimos con lo nuestro, posterior la doy vuelta y la aprisiono contra la pared helada y mi cuerpo, mi m*****o durísimo rosa su intimidad lo que la hace gritar de placer, hasta que sin aviso ingreso nuevamente en ella, tomos sus piernas y las pongo en mi cintura y con el apoyo de la pared ingreso bruscamente algo que se le gusta. Al pasar los minutos, acabamos, le aviso a Rodrigo y él enciende todo. Cuando bajamos del ascensor, nuestros rostros reflejan una felicidad que para nadie pasa desapercibida.
Al irnos, me indican que la abuela hizo de las suyas con la venganza de la perra esa, creo que iré a hacerles una visita cuando pase todo. De buena cortesía total somos hermanos o ¡no!
Pov abuela.
Cuando nos dijeron que la perra de maxin mandó a su hija a deshacerse de mi nieta, una cólera me dio, pero fue peor cuando Lázaro nos informó que mi princesa está esperando a su primer hijo. Así que sin miramientos le pedí a Rodrigo que llevara a la chica esa a la sala de juegos, para que viera cómo se hacía en la vieja usanza.
Llego y me despido de los chicos, quienes son mis escoltas. Al ingresar una chica desnuda y golpeada a más no poder, me mira como si en mí encontrara salvación, pero no sabe, como dicen los chicos cuando aparezco, “se te apareció el diablo”. Caminó a paso ligero, quedando frente a ella.
. —Por favor, estos monstruos, me han hecho daño. — Los que están en la sala conmigo ríen por sus palabras. Claro, quien creería que una mujer de casi setenta años con cara dulce les habría dado la instrucción a sus muchachos de satisfacer sus más retorcidas fantasías.
Hija, tú misma fuiste la propulsora de todo, jamás debiste insultar a mi princesa, menos haberle tratado de hacerle daño. Hoy pagarás, pero no morirás, solo será un adelanto de lo que vivirás de ahora en adelante.
Tomo mi bastón y la golpeo en las costillas sacando todo el aire de sus pulmones, luego sigo con sus piernas; los golpes son certeros, así pasa un tiempo, descanso, ya que una es mayor y no puede estar haciendo tanta cosa. Me siento y mi nieta me envía una foto del dormitorio del bebé. Mi corazón se hincha de alegría.
Se la muestro a los chicos. Ellos ríen porque puedo llegar a ser una anciana tan normal y al mismo tiempo un monstruo. Me informa también que harán un almuerzo con todos, eso incluye a los más cercanos de nuestro clan. Le informo a los chicos que llamen a sus mujeres, para que busquen niñeras, ellos lo hacen mientras yo llamo a mi gran amigo, el coronel de la policía.
Le explico lo que pasó y lo que necesito, y él obviamente acepta. Pero antes de dar todo por terminado, una petición de mi nieto de hacer otra cosa, así que llega uno de los chicos y con una cierra de faenar carne y le corta la mano.
Estoy es un regalo de “tu hermano”. Y sin más salgo.