Capítulo 10

1791 Words
Una bomba y un escritorio quebrado. Pov Murphy Ya hemos llegado de nuestro casamiento y todo fue perfecto, si bien fue un revuelo en las r************* y los programas de chismes. Nuestras fotos salen cada cinco minutos, de hecho han pedido una entrevista para que contemos nuestra historia. A mí no me va, ni me viene. Por otro lado, él está eufórico por decirles a todos que soy su mujer, la reina de todo su puto reino, lo que me hace reír, ya que es tan exagerado para todo, pero acá entre nos, me encanta. Nuestros días se resumen en hacer el amor de día y noche, y cada vez que tenemos un rato libre lo hacemos. Yo he empezado a trabajar y ejercer mi carrera. Soy abogada financiera con un postgrado en economía. Y mi amado esposo abrió una oficina en su mismo edificio del cual es propietario. Este hombre ha hecho una reestructuración en su piso. Si bien lo ha separado, las oficinas nos une un pasillo interno y directo. Cuando describió el piso, pensé que era más abajo, pero me equivoqué, ya que está en el mismo piso. Ya tengo un equipo de tres abogados, tres secretarias y un administrativo. Él se encargó de la disposición de todo, pero yo me encargué de la decoración, la cual fue minimalista y delicada, en donde jamás faltan las rosas de distintos colores. Su secretaria ha pasado a ser la mía, una mujer de casi cuarenta años muy eficiente y es quien tiene a mi esposo enterado de todo. — Ambos creían que pasaría desapercibido. — Ya tengo clientes y me encanta. En eso, si no deje que él me ayudara, quiero hacerme un nombre por mí, no por ser la esposa de él o por mi familia, aunque es difícil, quiero que vean que soy buena en lo que hago. De hecho, hoy lo llamaré a la hora de salida para poder inaugurar mi oficina. Cuando llega la hora, él, sin la llamada, ya está en mi puerta mirándome terminar de trabajar. Lo miro y ambos nos sonreímos, sus ojos brillan y estoy casi segura de que los míos iguales. — abogada Corleone, necesito que me asesore en unos negocios, pero quisiera saber sus honorarios, primeramente. — Todo esto lo dice con una voz gruesa que me hace mojar mi ropa interior. Por favor, tome asiento y explíqueme en qué puedo ayudarlo. — Le sigo el juego y puedo notar que le encantó por el bulto de su entrepierna. En sus ojos, la lujuria es lo único que se puede ver a kilómetros de distancia. Sentada en mi silla detrás de mi escritorio, lo miro y paso mi lengua por mis labios en señal de deseo, él sin un toque de disimulo acomoda su enorme bulto, esa acción me prende y sin pudor me levanto de mi silla apoyo una mano en mi escritorio y con la otra me saco mis bragas, él ve atento cada movimiento de mis acciones, al terminar se la lanzo cayendo a su pecho, la toma y hunde su nariz en ella, posteriormente la guarda en su chaqueta. Camino al sofá que el muy atento de mi marido hizo instalar. Hago algo que lo hace tragar saliva en seco, sus manos van a la corbata la cual vuela en mi oficina, su chaqueta queda en la silla donde estuvo sentado, él camina con solo una mirada sé lo que quiere, así que lo complazco y mis rodillas se posan en el sofá mientras mis manos tocan los cojines, él sin pensarlo dos veces entierra su cabeza en mi entrepierna haciéndome jadear por sus dedos intrusos y su lengua la cual causa remolinos de sensaciones. Cuando me hace explotar se adentra en mí sin delicadeza algo que me encanta él espera que me acostumbre a su tamaño, pero yo solo quiero más así que me embisto en su m*****o, escucho sus gemidos los cuales me hacen saber que le gustan mis movimientos los cuales oscilan de arriba abajo, y él solo me toma de mi cintura para ayudarme a tener más firmeza, cuando paro él me acerca a mi oído y con voz sexi me dice ratoncita este gatito te dará duro así que afírmate. Y por Dios que lo hacen mis gritos de placer, pidiendo más y más, creo que todo el edificio sabrá qué pasa en mi oficina, su nombre sale cada dos por tres de mis labios. Cuando toma un poco de aire, yo aprovecho de acercarme al escritorio. Corro todo sin importarme nada y lo espero acostada. Él, con hambre, se lanza y nuevamente me toma de manera feroz. Cuando ambos acabamos, me ayuda a levantarme y sin más mi escritorio cae como si fuera de papel. Por el golpe salté del susto cobijándome en sus brazos. Él ríe y yo solo lo miro atónita. Lo miro y besa mi frente y posteriormente mis labios, repitiendo las palabras que tanto me encanta escuchar: “TI AMO”, y él vamos a comer. Salimos abrazados y dejamos todo para arreglarlo mañana. Vamos saliendo de las oficinas y vemos a seguridad, la cual nos indica que debemos resguardarnos porque uno de los automóviles tiene un artefacto explosivo. Niccolò intenta ir con la seguridad, pero no lo dejo irse de mi lado. ¡NICCOLÒ!, Tú TE VAS DE MI LADO Y DUERMES EN EL SOFÁ, digo tajante a lo que el paso que él dio los toma de vuelta a mi lado. Donde está la entrada del servicio, salgamos por ese lugar y tomamos un taxi. Esa persona jamás pensará que haremos eso. Lo más lógico es que subamos a la azotea y tomemos un helicóptero. No creen. — Ambos hombres se miran entre sí y se rascan la cabeza y asienten. Camino delante de ellos y mi esposo le dice a Rodrigo, - quien es un hombre de casi 50 años, pero que se mantiene muy bien, - por eso la amo, es que es lo más bello que ha creado el de arriba. Yo solo niego y Rodrigo ríe, porque mi amado esposo siempre encuentra la forma de subirme el ego. Al salir él nos pide que tomemos el taxi, pero yo le exijo que lo haga y vamos a casa. Ya dentro del auto y a una distancia considerable, ambos hacen los llamados correspondientes, y como siempre yo, al lado de mi amado Niccolò. Pasamos por el departamento para buscar a Londres. Él, al vernos, corre como puede, pero ya está mejorando, se ve más feliz y eso me encanta. Al llegar a casa, mi padre nos recibe y London se olvida de nosotros y corre hacia mi padre, quien lo toma en sus brazos, de su bolsillo saca algo, y London lo recibe muy feliz. Ahora todo tiene sentido. No terminamos de llegar y detrás de nosotros llega la comitiva de mis suegros la cual estos días ha crecido mucho, mi esposo me mira y me dice que debemos hablar. Pov Niccolò. Ya es tiempo de decirle a mi mujer que el tiempo que estuve en Italia, me encargué del negocio de mis abuelos y no precisamente de los legales, y lo hice mientras mi tío se recuperaba de su enfermedad, cuando él volvió me pidió que siguiera en el negocio familiar, pero yo estaba decidido a tener una oportunidad con mi esposa, pero es mi legado y en este mes ha sido maravilloso. De aceptar tendría que ir a mi tierra. Si acá tenemos seguridad en mi hogar, nadie podría acercarse, pero requiere de trasladarnos. Ahora estamos bien porque estamos tomando territorio en América, pero ya el tiempo se nos está acabando. . — Amor, debemos hablar. —Ingresa al dormitorio mi pequeño ratoncito con su pijama. — Yo solo le digo: no me puedes dejar estoy embarazado. Ella ríe por la tontera que he dicho bueno yo también, pero fue lo único que se me ocurrió, le tiendo mi mano y hago que se siente en mis piernas, ya sin tener más remedio le empiezo a contar todo, ella me mira atenta cuando termino le pregunto qué piensa de todo, y le recalco que por ella dejaría todo, pero que no tentaría mi suerte para perderla. . — siempre he sabido a lo que tu familia se ha dedicado desde siglos, debo ser sincera siempre esperé que tú me lo contaras, pero siempre supe que no lo hacías para poder protegerme, pero quiero saber qué quieres hacer tú, yo soy tu esposa y mi firma la puedo manejar donde sea, solo quiero que pienses en ti y que sí es seguro para ambos y para nuestra futura familia yo lo acepto. Por eso y más es que te amo más que al maldito aire que respiro, eres mi vida, mi todo y jamás lo dudes, nunca. Ella baja de mis piernas, pero se arrodilla quedando entre ellas. Yo la miro y es mi diosa. Desabrocha mi pantalón, saca mi durísima erección, la mira, sé que jamás ella ha hecho algo como esto. La toma entre sus manos, la acaricia y besa su punta, sin decir nada la mete a su boca lo cual hace que un jadeo ronco se escuche en toda la habitación, ella succiona como una maldita condenada a muerte, no puedo controlarme y tomo su delicada cabeza y doy embestidas cortas ella gime porque tiene su mano en la entrepierna, y sus gemidos los cuales parecen ronroneos. Hacen que las ganas de acabar aumenten con voz ronca. Le pido que deje que estoy por terminar, ella solo asiente y sin más embisto su dulce boquita hasta que me vacío en ella. Apenas termino la beso y mi esencia en su boca resulta embriagadora. Sin pensarlo, la tomo en mis brazos, la despojo de su pijama con su ayuda y nos entregamos al amor más placentero. Terminamos, nos duchamos juntos como lo venimos haciendo desde hace un mes, donde nuevamente la hago mía. Esta mujer me prende como jamás pude imaginar y ella es tan receptiva. Cuando bajamos, las mujeres miran a mi mujer y todas sonríen. La abuela siempre con sus cosas nos dice algo que hasta a mí me hace sonrojar, aunque solo se lo dice a mi mujer. Bueno, eso lo que intenta. . — hija, sin tragárselo, para que quedes embarazada. — Mi esposa, quien al momento de los dichos estaba bebiendo un vaso de jugo, expulsa todo y le cae a mi cuñado Thomas, que se levanta mojado. Todos nos miran sorprendidos por lo que pasó. Mi esposa habla cuando por fin deja de toser. — ¡Abuela, por favor! - Todos niegan porque saben que algo debió haber dicho
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