—Eres una muchacha muy sensible, Miriam —le dice Fabián, mientras le toma el rostro entre sus manos y le aparta las lágrimas de sus ojos— creo que ni tu misma sabes, que posees un corazón muy hermoso; yo también me alegro haberte conocido. —¿Sabes una cosa, Fabián? —Le dice ella, aun emocionada— creo que tu esposa, tuvo que haber sido muy feliz; tú haces cosas que le conmueven el corazón a cualquier mujer; eres muy delicado y amable, mira como me tienes llorando. —A mí, me conmueven tus lágrimas, Miriam— le dice el, también emocionado— me estas contagiando tu llanto; ya siento un nudo en mi garganta, y siento deseos de abrazarte muy fuerte —¿y porque no lo haces?; yo también necesito un gran abrazo —le dice ella, emocionándose nuevamente. Los dos se abrazaron fuertemente, y así perm