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11 La conciencia de aquella sequedad, ominoso presagio de complicaciones, hizo que Fleda, antes de cumplir con lo solicitado, se demorara unos instantes en la terraza; sentía además la necesidad de recobrar el aliento tras semejante vuelo por las frías atmósferas de la negación. Cuando por último se unió a la señora Gereth, se la encontró de pie muy tiesa junto al fuego de la chimenea del salón. El té de ambas iba a celebrarse en aquel mismo lugar, y la señora de la casa, para quien su preparación era por lo común una elevada tarea que no delegaba en nadie, mantenía una actitud insensible al silbido de la tetera. Esta omisión constituía tal confirmación de que algo gordo se avecinaba que a fin de disimular su aprensión Fleda se encargó del té inmediatamente y sin excusarse; mas con el sol

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