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10 Fleda ya había decidido su línea de conducta, tenía totalmente preparado su discurso: en la terraza de los tiestos pintados comenzó a hablar antes de que su benefactora tuviera oportunidad de preguntar nada. —Su recado era sencillísimo: vino a demandar que vuelva usted a embalarlo todo inmediatamente y que lo devuelva tan aprisa como pueda llevarlo el ferrocarril. Por lo visto el camino de atrás había fatigado a la señora Gereth: se erguía allí bastante pálida y macilenta por efecto del paseo. Hubo en ella cierta aguda debilidad al exclamar un «¡Oh!», tras el cual miró en su derredor buscando dónde sentarse. Dicho gesto fue una crítica al orden de los acontecimientos que le ofrecían semejante noticia a una señora que llegaba cansada; mas Fleda pudo advertir que mientras se había dedi

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