Fleda guardó silencio; pero finalmente, como él no dijera más, exclamó: —¡Ciertamente representa una gran diferencia! —Ella ya sabía todo cuanto le hacía falta, mas pese a ello se aventuró luego de otra pausa a observar interrogativamente—: Se me ha olvidado cuándo iba a celebrarse su boda. Él se apartó del fuego y, por lo visto sin saber hacia dónde dirigirse, acabó por avanzar hacia una de las ventanas: —Es un tanto incierto. Aún no hay una fecha fija. —¡Oh, me parecía recordar que en Poynton me había hablado usted de un día concreto, y bastante próximo! —En efecto, así fue; era para el 19. Pero lo hemos cambiado: ella desea retrasarla. —Miró por la ventana; luego dijo—: La verdad es que no habrá boda mientras Mamá no se avenga. —¿Avenga? —Hasta que no deje la mansión como estaba.