Capítulo II: Cuento de lealtad

2074 Words
Asia intentó manotear, pero Lex tomó su cintura, acercando su cuerpo, sintió que se excitaba, no pudo evitarlo al sentir su cercanía, olió su perfume embriagante, con la palma de su gran mano, subió por su espalda para acercarla a él, perdió la cordura al sentir una calentura que capturaba su cuerpo, e intentó apremiar el beso, pero fue inútil, ella se alejó y él recibió tremenda bofetada, que lo dejó impresionado —¡Ay, cabron! Nadie me había pegado tal cachetada, nunca. —Pues que mal, me alegro de ser la primera en ponerte en tu lugar —sentenció, él la miró divertido, mientras ella se limpiaba la boca en un gesto asqueroso —Pos te aseguro que un día te has de morir por mis besos. Lex rio más, al observar cómo Asia se ruborizaba. —Eres un… ¡Naco, vago, delincuente, asqueroso! —¡Asia! —gritó su tío y ella se sintió como tonta por su evidente enojo —Tío, este tipo… —¡Nada! Discúlpate ahora mismo, este hombre te ha salvado la vida, y, ¿Lo tratas así? Asia iba a quejarse, pero tuvo que bajar la guardia, observó con odio al joven —Lo siento, no quise ofenderte. —Pos, ya no importa, ya se me olvidaron todas sus burradas que me dijo —dijo Lex divertido —Eso es bueno, no ser rencoroso no es un signo de debilidad, señor Dalmau, es un singo de inteligencia y bondad. —Pos sí, pero pos no es fácil, pero pos yo lo hago. —Señor Alexander, permítame que lo lleve a casa, supongo que mi sobrina y usted, ya vieron la compensación que recibirá por su buen actuar. —No, señor, pos yo no quiero nada —Asia le miró incrédula, por lo que había pasado—; Pos, aunque la reinita no me crea, lo hice por buen corazón, yo nunca hubiera dejado que nadie lastimara a una mujer, tengo hermanas, y tuve una madre, que el cielo y Diosito me la guarde siempre, así que no se trata de ser un héroe, pero yo siempre defenderé a la mujer. Asia le miró con evidente recelo, mientras su tío Sergio parecía conmocionado con su actuar —¿Es usted creyente de Dios? —¡Pos claro! Soy creyente de mi Cristo Dios, de mi amada virgencita del Tepeyac, y sobre todas las cosas, también soy fiel siervo de mi San Juditas Tadeo, el patrón de los milagros imposibles —aseveró Sergio sonrió, él también era muy religioso, igual que su esposa Brenda —Pues, señor Alexander, no estoy de acuerdo en que no acepte su recompensa, primero porque la merece, y segundo, porque en la vida debemos premiar el bien, como se castiga el mal, y así, la sociedad aprenderá. —Pos, ya que usted insiste —¿Cuánto dinero quieres? —espetó Asia con coraje, su tío la miró negando, con algo de estupor —Yo soy bien sincero, señor, pos sí, yo tengo necesidades, pero, pos no voy a pedir dinero, mire, señito, o como se llame. —Asia, ella se llama Asia —dijo Sergio —Bueno, pues Asia o como se pronuncie, pos si usted quiere recompensar mi buena acción, pos no tengo bronca, pero no quiero dinero, yo ese dinero me lo ganó trabajando bien duro, en la obra, cantando en los camiones, trabajando como ayudante en muchas cosas que yo sé hacer, verdad, pero pos si quiere tener un buen favor, pos… —Lex pensó mucho—. Pos la veo el viernes, en la iglesia de mi San Juditas, que se celebra su cumpleaños, y ahí ya le digo yo pos en que me recompensará. —Me parece justo —dijo Sergio —¡Tío! —exclamó Asia nada convencida, pero su tío insistió —Entonces, ahí se verán—un m*****o de la policía trajo las llaves del auto de Sergio—. Vamos, entonces, señor Alexander, le llevaré a su casa —dijo Sergio y luego pidió que su sobrina fuera escoltada hasta su casa. Sergio observó el humilde barrio donde había crecido Alexander, además de ser uno de los más pobres de la ciudad, también tenía un alto índice delictivo, pero Alexander le hizo notar que dependía siempre del alma ser bueno, o malo —Gracias, Alexander, por salvar a mi sobrina, es joven, y ya sabes, en esos casos, a veces son necias, sobre todo cuando se ha tenido todo en la vida, sin mucho esfuerzo. —Pos no sé qué sea eso, y a lo mejor, nunca lo sabré, lo que si entiendo es que, no somos iguales, y nunca lo seremos. Sergio sonrió —En realidad, todos somos iguales, nadie tiene sangre azul corriendo por sus venas —Sergio le dio su tarjeta—. Cualquier cosa que necesites, avísame, y cuenta conmigo, y si Asia no va el día viernes, llámame, que recibirá un buen castigo. Lex sonrió y bajó del auto, luego caminó para llegar a su casa. Las calles eran empedradas, e inclinadas, como si se trataran de pequeñas colinas, a cada paso Lex saludaba a la gente que lo conocía desde niño, luego lanzó un silbido, era para alertar que había llegado a casa, su hermana se asomó por la ventana y bajó como una loca, lo miró con ojos casi llorosos, sin que él pudiera entender, luego se abalanzó a sus brazos —¡¿Y hora? ¡¿Pos que, me convertí en santo? —¡Ay, mijo! Creí que te habíamos perdido para siempre —dijo Mora —¿Por qué? De la casa salieron Rodrigo y Tobías, y entonces, Lex entendió todo, fueron a dentro y él tuvo que explicar todo lo acontecido —¡Eres un héroe, mijo! De veritas, que eres un ángel del cielo. Lex negaba mientras comía los tacos de machacado con huevo que su hermana le había hecho, cuando el pequeño Matías intentó tomar uno para comer, fue reprendido por su tía —¡Válgame, malcriado! Si ya te di tus taquitos, estos son de tu tío, que, además, se lo merece por ser un héroe. Lex sonrió, pero al final compartió su comida con el pequeño de cinco años. Asia estaba en su casa, caminaba de un lado a otro y se le vía muy furiosa, intentaba llamar a alguien, pero era inútil, no le contestaban —¡Maldito traidor! —espetó —. No se va a quedar así. Vio de nuevo la nota de televisión, donde se anunciaba que el flamante cantante Adonis Taylor abandonaba su agencia de talentos Yellowheart Ella siguió llamando sin obtener respuesta, pero cuando escuchó que Adonis Taylor había firmado con la agencia de Talentos Prisma se enloqueció. Sintió una rabia congelarla, observó a su amiga llegar —¿Viste lo que salió en TV? —¡Vámonos! —¿A dónde? —Hope no tuvo remedio que ir al lado de Asia Cuando llegaron al edificio de Prisma, Asia estaba tan enfurecida —¡Permanece aquí! —Hope quiso negarse, pero obedeció, ya conocía la mirada de Asia cuando algo la mataba y era capaz de hacer el mundo arder, decidió que era mejor permanecer Asia entró con un temple enfurecido, no encontró oposición, miró a la recepcionista —Quiero ver a Florencia Ortiz —dijo Asia, la recepcionista la miró con el gesto fruncido —¿Tiene cita? Asia la miró de forma altanera —No. —Lo siento, ella no puede atenderla sin cita. —¿Entonces, si está? —Puede dejarme su nombre y motivo de visita, yo se lo transmitiré para ver si podemos agendarle una cita. Asia estaba enfurecida, miró la oficina al fondo y se pasó sin permiso —¡Espere! —exclamó la asistente impactada, y fue tras ella Asia abrió la puerta y miró que la silla estaba girada hacia una ventana, pero ahí había alguien —¡Florencia, tenemos que hablar! Sin embargo, era un hombre quien estaba ahí, se levantó para estar frente a ella, y la miró de arriba abajo con una mirada devoradora y lujuriosa, ella le miró con tal sorpresa, sintió que su cuerpo temblaba, ante el impacto de verlo después de tanto tiempo —¿Tú? ¿Qué haces aquí? Denver esbozó una tenue sonrisa —Bueno, soy dueño de esta agencia, de ahora en adelante. Un estupor cubrió el rostro de Asia —¿Qué dices? —arrugó el gesto, atormentada —Es un buen negocio, ya no quiero seguir con las clases de música, y preferí cambiar de giro. La confusión de Asia pasó del estupor a la furia —¡Así que esto es para dar la competencia! ¿Y consideras justo robarte los artistas de otra agencia? Eso es un juego muy sucio, pero claro, ¡Qué se puede esperar de ti! Asia dio la vuelta, y esas palabras dolieron a Denver —Espera, Asia. Ella caminó para irse, pero cruzó de frente con Adonis quien al verla se puso pálido —Ah, mira, aquí está el malagradecido número uno del planeta, felicidades, espero que puedas conseguir el éxito que conmigo tuviste y mantuviste por tres años —espetó —Yo… Asia… esto no es personal, mira, en la vida surgen cambios. —¡Cómo sea! —dijo ella poniendo su mano entre ambos para que supiera que había terminado sus excusas—. Solo hay una cosa que no te enseñé, Adonis Taylor. En la vida, solo hay una cosa importante, no es el dinero, no es el amor, ni siquiera la felicidad, todo se resume, en una palabra; Lealtad. Personas con tu talento, afuera, hay miles, como piedras para pulir y que quedan hermosas, pero, leales, no, estarás aquí brillando, pero aquellos que te invitaron a traicionar, tarde o temprano, te traicionarán también. ¿O me equivoco, Denver Cross? Él la miró con coraje, pero bajó la vista, ella sonrió y se fue. Subió al auto y arrancó tan fuerte, que Hope se quejó todo el camino de su forma de conducir. La noche arropó Nuevo león, ya era otoño, el clima por las noches, al fin, ya se volvía fresco, y se auguraba un buen invierno. Tras el terrible verano, y el otoño semi caluroso, era perfecto el frío. Lex estaba frente al espejo, cantaba la canción para el evento en la Iglesia de San Judas Tadeo, al centro de la ciudad. Desde niño mostró sus dotes como cantante, y desde muy chico cuando no tenían nada de dinero para comer, su padre lo llevaba consigo a los autobuses para cantar y pedir dinero, fue ahí donde él perdió cualquier atisbo de vergüenza, sin embargo, nunca había tomado clases de canto, podría decirse que era un privilegiado con una potente voz natural de barítono. Luego de terminar su canto, se quedó frente al espejo, el recuerdo de ese caótico día volvió a él, y recordó a esa chica, ese beso, pudo imaginarla justo frente a ella —Asia… que lindo nombre, jamás encontraría a alguien con uno igual —sonrió repentino y tocó sus labios, si pensaba bien, aun podía sentir su sabor, o incluso podía oler su perfume de jazmín—. ¿Qué se sentirá? Ay, pero que pendejadas digo, yo solo te amo a ti mi chiquita, mi Nancy, ¿Por qué no esperaste a mi amor? Ahora estás con ese hijo de su… ¡Ay, no! Lo feliz que seríamos, ¿Por qué yo no he tenido ningún buen amor? —¿Pero, con quien hablas, mijo? —exclamó Mora —Morita, hablo con mi otro yo, pos conmigo mismo, mijita, es que pensaba en Nancy. —Ay, no, te he dicho chorrocientas veces que te olvides de esa niña, pos ella ya hizo su vida, tú ya sabes que esa vieja es bien interesada, su mamá le pagó la escuela, es una secretaria, pos ¿Qué esperabas? No se va a resignar con ser la pobre del barrio, y pues, mijo, ya te lo voy a decir, pos la neta no quiero que te hagan burla los huercos. Lex frunció el gesto, ansioso por escuchar —Pos como rujes, tira, ándale, desembucha, manita, dímelo —dijo con algo de angustia —Pos… la Nancy se casa en abril con el doctorcito de la clínica. Lex se levantó con ojos bien abiertos, y bajó la mirada con dolor.
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