Capítulo III: Deuda de honor

1879 Words
Lex salió de casa, como si su alma la llevara el diablo, Mora se quedó asustada, esperaba a que su marido Juanito llegara, para ir a buscarlo, porque Rebeca aun no llegaba para cuidar a Matías. Mora sentía una angustia y se maldecía por haber abierto la boca y decirle lo de Nancy. Lex corrió por la colonia, llegó hasta esa casa, si bien Nancy y él eran del mismo estatus social, lo cierto era que ella quería más, tenía ansias de comer el mundo, ambiciones de una mejor vida. Lex tomó piedrecillas y golpeteó la ventana, hasta que la luz se encendió, al pie de un humilde balcón, la mujer se asomó, le miró atónita, y con todo su pesar, bajó silenciosa para que sus padres no fueran a despertar, bajó por una pequeña escalinata de hierro, y lo miró, ella habló en voz bien baja —¿¡Que quieres aquí?! ¿Enloqueciste? —¡No! —dijo severo, con ojos tristes y voz baja—. ¿Es cierto? ¿Te vas a casar con el doctorcito? Nancy resopló con pereza, y lo miró, aunque dolía —Sí, me casaré con él, ahora vete y déjame —ella intentó irse y él la retuvo —No me hagas esto, Nancy, mi niña, mira que te quiero, no te cases, yo sé que no lo quieres a él, ¿No te das cuenta que el dinero no vale como nuestro amor? —¡Cállate! Por dios, Lex, te di miles de oportunidades para que cambiaras, para que mejoraras, mi padre te ofreció trabajo en la empresa que labora, lo rechazaste, luego montaste tu negocio de peinetas y se fue al carajo, ¿De qué crees que comeré? ¿De qué demonios crees que viviré? ¿Creíste que te esperaría hasta que te convirtieras en un caballero? —Nancy rio con sorna—. Eres patético, yo te di una oportunidad, pero tú nunca cambiarás, no voy a vivir en una pocilga por siempre, yo merezco algo mejor, y sinceramente no me voy a matar trabajando, cuando hay un hombre allá afuera, capaz de darme lo que yo necesito, y tratarme como a una reina, por obtener mi cuerpo. Se acabó, Lex, acéptalo. —Mira, mija, yo te quiero un chingo, y sí, yo he tenido mis malas rachas, es neta, pero pos, solo te pedí tiempo, yo iba a cambiar, iba a mejorar, pero pos, no puedo hacer magia, siempre he sido este pobre, lo sabes, pero te quiero, yo quiero darte lo mejor de mí. —¿Y crees que lo mejor para mí son tus canciones baratas? No, tú pensabas que me conformaría con una soda y unos tacos en la esquina, esperándote a ver cuánto dinero juntas en la obra, o cantando en los camiones, pues no, soy mucha mujer para un… vagabundo como tú, ya me perdiste, ahora lárgate. Lex dio la vuelta, su orgullo estaba herido, la miró a lo lejos, no parecía ser la dulce Nancy que terminó consigo la secundaria. Lex volvía a la casa, caminando por las calles, pensó en todo lo que habían cambiado, como la gente de pronto se convertía en personas que conocías, y personas que solías conocer, porque ahora mismo ya no reconocía a Nancy. Se maldijo entre dientes, y golpeó una pared que estaba repleta de grafiti «¡Maldición! No valgo nada, no soy nada, treinta y tres años y nunca pude hacer nada con mi vida» se lamentaba, padecía, le dio la razón a Nancy, después de todo, él nunca había luchado por superarse, el dinero que lograba ahorrar terminaba en negocios emprendidos que llevaban escrita la palabra fracaso, o terminaba en gastos absurdos, ayudando a quienes no le pagaban las deudas, o en alcohol, porque a decir verdad, el alcohol siempre se volvía su peor enemigo, siguió caminando, hasta que se cruzó con ese hombre a mitad de la calle, cubierto por una manta, sucio, haraposo, con olor fétido y quien alzaba la mano pidiendo una moneda, cuando lo vio, descubrió con horror que ese rostro era el suyo, ahogó un grito, respiró profundo, negó con pesar, cerro y abrió los ojos, era su peor pesadilla, su miedo oculto, cuando abrió los ojos bien, el rostro de ese vagabundo, era todo lo contrario a él, respiró con fuerza, sacó lo último de sus cincuenta pesos y se los dio, caminó yéndose, pero encontró a Tobías —Hey, carnal, ¿Qué haces aquí? —Nada. —¿Cómo que nada? ¿Vienes de ver a la nancy? Él asintió —Se va a casar. —Zaz, culebra, ¡No, pos que te digo! Ay carnal, lo que usted ocupa, compa, es una buena caguama, venga conmigo, vamos a levantar ese ánimo —aunque Lex quiso negarse, no pudo decir que no y fue a casa de Tobías, bebiendo hasta perder la conciencia. Al día siguiente Asia estaba ya en la nueva sede de su agencia de talentos, que estaba unida con varias disqueras, entre ellas la internacional Red light Records en Nueva York. Ella dirigía a varios productores a cargo de estrellas internacionales, aunque Asia había comenzado su carrera desde los quince años, primero buscando un lugar en el canto, pero después, halló en el violín un magnetismo que no quiso soltar, sin embargo, aunque hubiese querido dedicarse a cantar, no poseía una gran voz, o por lo menos eso le había dicho su profesor de canto hasta el cansancio, se sintió frustrada al recordarlo, ese profesor no era otro que el mismo Denver Cross. Odió saber que ese hombre estaba en la ciudad. Estaba en una reunión en sala de juntas —Es inaudito como Adonis Taylor nos traicionó y a unos meses del certamen preliminar para el concurso del festival The Moon. —¿Qué le diremos a la secretaría de cultura? ¿A bellas artes? —preguntó Irina, una de sus grandes gerentes, Asia respiró profundo, y es que, por primera vez en su vida, no sabía qué hacer. Terminaron la llamada vía zoom con Irina, y quedaron en hablar más tarde. —Asia, ¿Qué vamos hacer? Retirarnos del festival The Moon será un desastre, además, es probable que Prisma quiera obtener el título para representar a México en el certamen. —¡Eso sí que no! Nadie va a quitarme el título que me he esforzado en mantener desde hace años, yo fui la primera en traer a un cantante ganador del certamen, no lo olvides, y si tengo que recurrir a Bianca Solís para que me ayuda a convencer a los patrocinadores, lo hare, Denver Cross no me conoce, aún. —¿Denver Cross? —exclamó irresoluta, sus ojos brillaron como cuando era joven —No empieces, Hope. —¿Por qué no me dijiste que estaba en Prisma? ¿Por qué yo no sabía que estaba en la ciudad? ¡Qué locura, lo que muero por verle! ¿Sigue siendo igual de guapo? Asia bajó la mirada —¡Carajo, en lo que piensas, Hope! Estamos en problemas, ¿Entiendes? Nuestro patrimonio está tambaleando, y no sé tú, pero yo lucharé por él. Hope lanzó un suspiro cansado —Está bien, amiga, sabes que yo siempre estoy contigo, incluso aunque tenga que renuncia a mi crush de siempre. Asia sintió un escalofrío al escuchar sus palabras, pero se negó a recordar el pasado que ya tenía muerto y enterrado de su memoria. El móvil de Asia resonó, contestó de prisa —Hola, tío, sí, lo sé, pero, ahora estoy muy ocupada —Asia puso los ojos en blanco de fastidio—. Está bien, tío, lo haré, cumpliré con mi palabra. Asia colgó la llamada y miró a Hope —Tienes que ayudarme, acompáñame a un lugar. Hope le miró con duda. —¿A dónde? Asia contó a Hope sobre el suceso, y ella le escuchó atenta —Entonces, ¿Me acompañarás? —¡No! Asia, por favor, quieres que nos metamos a ese lugar, con esa gente… —Hope la miró con Horror—. No, no me obligues. —¡Claro que sí! Eres mi mejor amiga, y yo te he ayudado en peores circunstancias. —Pero, jamás tuviste que sacarme de esas cavernas. Asia rio, y ambas salieron de la empresa —La única manera que tenemos de salir adelante, es conseguir a un nuevo cantante —aseveró Asia —¿Y como lograrás sacar a un talento mexicano, y que sea capaz de estar listo en seis meses para ganar la competencia? —No me subestimes —dijo Asia con ojos brillantes, pero ella misma dudó de su buena suerte —Bueno, dime a qué hora vendrás por mí, Asia. —A las ocho de la noche. —¿Qué elijó de ropa, Gucci o Prada? Asia rio con burla —Tianguis, mejor. Hope hizo un gesto de tristeza, se quedó sorprendida y angustiada, mientras Asia siguió riendo. La noche refrescaba y era veintiocho de octubre, un día de fiesta para Lex, ya había comenzado la peregrinación para ir rumbo al santuario de San Judas Tadeo, gran parte de sus vecinos de colonia eran devotos fieles a al santo patrono, y hacían una peregrinación hasta ese lugar, llevando flores, veladoras, alegría y música para festejarlo. Al llegar, el lugar estaba repleto de fieles, que buscaban llegar hasta la sagrada estatua y venerarla, pedirle que intercediera ante Dios para cumplir sus milagros. Lex estaba de pie, vestía un traje típico de mariachi, esperaba a que llegara, pero se decepcionó de que, al llegar el mariachi, su padre no estaba con ellos, respiró profundo, cuanto anhelaba verlo, luego de esa fuerte pelea, pero su padre era tan orgulloso, como él mismo. Quería acercarse al mariachi, pero entonces, miró a esa chica, entre toda la multitud, ella era notable, no solo era su belleza, también algo más, que irradiaba, y hacía que todos la miraran, por un instante se sintió nervioso, unas cosquillas se colaron en su estómago, aclaró su garganta, y se prometió seguridad, caminó hacia ella —¡Qué onda, princesita! Así que, si viniste. Asia lo miró con fastidio —Pues sí me estás viendo, debe ser que sí. Hope miró al joven de arriba abajo, de pronto le pareció bastante atractivo, no era como se lo había descrito Asia, y sonrió con burla —Hola, mucho gusto, me presento, soy Hope, mejor amiga de Asia. —¿Hope? —Esperanza Castelli, pero todos me dicen Hope. —A pos mucho gusto, morrita, bienvenida a la casa de mi San Juditas. Hope rio encantada de esa forma de hablar —Bueno, señor Dalmau, ahora sí, dígame, ¿Qué quiere como recompensa? —dijo Asia mirándolo con un rostro fastidiado y presuntuoso Lex estaba pensando, ahora que estaba ahí, ya no se le ocurría nada, pero cuando giró su mirada, y vio a Nancy con el doctor, sintió un dolor en su ego, contuvo el aliento, luego miró a Asia, una idea vino a su mente repentina, como un rayo de luz en la oscuridad, sus ojos se iluminaron —¡Ya lo sé, quiero que, por hoy, se haga mi novia! Asia abrió ojos enormes aterrorizados —¡¿Qué?!
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