Capítulo V: Asia y los Dalmau

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—¿Y como te quedó el ojo, güerita? ¿Ya se te volvió redondo otra vez? ¿Vas a reconocer que te deje con el ojo cuadrado, por mi voz? ¿O no? Ella puso ojos en blanco de fastidio —Mira, Dalmau, sí, cantas bien, tienes buena voz, pero en la vida, no todo es el talento, también debe haber trabajo duro, y eso explica porque, teniendo semejante voz, estás donde estás —sentenció severa, y hasta Hope se sintió mal por esas palabras —Pos, no viniste a darme lecciones de música o decirme de tú éxito, morrita, así que órale, a lo que nos truje, vamos, a darle piquetes a la Nancy, que al menos pa´ mí, solo pa´ eso me sirves —dijo furioso, y tomó su brazo con visible molestia, obligándola a caminar —¡Espera! Eres un salvaje —sentenció con voz baja, pero sonreía a todos para despistar semejante situación, que le avergonzaba —Vas a decir que eres mi novia, y que me quieres mucho, más te vale que nos crean —dijo retador en voz baja, cerca de su oído, pero Asia volteó a mirarlo severa —¿Y si no, que? —dijo desafiante, pero quedaron muy cerca tanto que podían escuchar sus respiraciones, él no pudo evitar admirar su rostro, le parecía tan hermosa como un hada de los cuentos que Mora le contaba de niño, su mirada bajó a sus labios, no pudo evitarlo —Buenas noches, señor Dalmau —se alejaron de prisa, el doctor Monterreal llevaba de la mano a Nancy los observaban con perplejidad —¡Qué onda, doctorcito! ¿Cómo me le va? Nancy no pudo evitar mirar a Asia de arriba abajo, estaba envidiándole hasta su peinado —Me va muy bien, gracias a Dios, Nancy y yo estamos excelente, de hecho, nos casaremos en seis meses, nos casaremos en la basílica de Monterrey. Ojalá y puedas acompañarnos. Lex tomó la mano de Asia, y la apretó ligeramente, hacer ese toque pudo darle las fuerzas necesarias para no caer —Pos que bien, que chido, pos, claro, si me invitan, ahí estaremos, ¿Verdad, mi amor? —¿Mi amor? —preguntó Nancy confusa y miró sus manos —Ah, perdonen, es que ya saben que soy bien burro, los presento, pos miren, está güerita preciosa, es mi novia, Asia Millet. Asia sonrió —Un placer conocerlos. —Si, mi vida, mira, pos este es el doctor Monterreal, es un doctorcito que hizo su servicio social acá en la clínica de la colonia, y la Nancy, es de mi vecindario. —Un placer conocerla, señorita —dijo el doctor, dándole la mano, Asia tendió la mano a Nancy, pero ella cruzó los brazos provocando la vergüenza de su novio —¡¿Y te creeremos que es tu novia?! ¡Qué patético, Lex! ¿Por qué no eres sincero? Está debe ser una de esas tipas que se rentan por una noche, has caído muy bajo, das pena. —¿Pos que dices, morra? ¡Ten cuidado, eh! —exclamó Lex molesto, con la cara roja de vergüenza —¡Nancy! Discúlpate —exclamó el doctor con rabia, pero la mujer se negó —¡Es la verdad, Lex solo quiere darme celos! Pero, no volveré contigo, no me interesan los fracasados, como tú. Asia estaba impactada, negó de prisa —Escucha, mujer, Nancy o como te llames, no tienes ningún derecho —Nancy la iba a interrumpir, pues siempre era una mujer impulsiva y de carácter fuerte—. ¡Cállate y Escucha! Ten educación, ¿Por qué te burlas de Lex? Tú no pareces el ejemplo andante, no eres nadie para sobajar así a un hombre, Lex es mi novio, y no voy a permitir que nadie lo humille en mi presencia, él no va a darte celos, porque no tiene ninguna razón para hacerlo, hablas de que es un fracaso, y sin embargo te equivocas, ¿Acaso no lo escuchaste cantar? Esté hombre tiene más talento en su dedo meñique, que él que tú tienes en tu vida miserable, así que no vuelvas a ofenderlo, o te juro que te pesará. Lex la miró irresoluto, Nancy estaba de mil colores —Asia… —dijo Lex impactado, ella miró su rostro y le sonrió con dulzura, luego acarició su mejilla —No te preocupes, mi amor, solo hay gente que merece ser puesta en su sitio, tú tranquilo —dijo y de pronto besó sus labios, ella quería darle solo un breve beso, no esperó que de pronto no pudiera desprenderse, ni que Lex tomará su cintura, y apremiara el beso. Nancy pataleó el suelo con sus pies y salió de la iglesia vuelta una furia, el doctor Monterreal fue tras ella —¡Nancy! ¿Qué pasa? —¡Nada, esa zorra me humilló! —¿Te humilló! Te humillaste sola, ¡¿Tanto te importa Dalmau? ¡Quédate con él! —exclamó furioso, Nancy gritó que no y corrió tras él, se subió a su auto y arrancaron, lejos de ahí. Asia sentía esa humedad, esa lengua que rosaba la suya, su cuerpo reaccionaba a él, y su estómago sentía cosquillas, como mariposas que volaban, cuando reaccionó, se alejó abrupta, tenía el rostro cubierto de rubor y un ligero sudor perlaba en la frente de Lex, en pleno otoño —¿Y a donde se fueron estos? —exclamó Lex, que ni cuenta se dio cuando Nancy y su novio se habían marchado Asia recuperó el temple —Pues parece que quedó arreglado, ahora debo irme, trato cerrado, señor Dalmau. Él la miró y asintió con un gesto endeble, Hope vino hacia ellos —¿Cómo les fue? —Bien, ya vámonos, Hope. —¡¿Qué?! No, me dijeron que hay una feria, y comida y baile, ¿Es cierto, Lex? —¿Eh? Ah, sí, claro afuera. —Vamos a divertirnos, Asia. —Quiero irme —dijo Asia sujetando la mano de Hope —Oye, no seas amargada, vine contigo a este lugar y ahora me divertiré, anda. Asia tuvo que ceder, no podía ser egoísta con su mejor amiga y fueron hasta allá. Lex iba tras de ellas, cuando se encontraron con Mora, Juanito, y su sobrino Matías —¡Tío! —exclamó el niño y Lex lo cargó—. ¿Ella es una princesa? —dijo señalando a Asia quien sonreía Lex sonrió ruborizado —Eh, pos, ella se llama Asia, y pos si es una princesita de las nice, pero, pos es una amiga que vino a saludar a nuestro San Juditas. —Tío, pedí que este año todos tengamos lana para ir a la playa, yo quiero conocer el mar. Lex le sonrió con fragilidad —Pos mira, acuérdate que a San Juditas le debes dar las gracias, el San Juditas es para milagros, no para regalos, ese es Santa Claus. —Pos yo quiero ir a la playa, por favor —dijo con inocencia, Asia lo miraba con ternura —Tal vez algún día tú tío te lleve. ¿Quieres un dulce? El niño bajó de los brazos de su tío y fue con Asia, tomó su mano, miró los dulces —Sí, quiero un dulce —él niño señaló unos churros y ella los compró, Lex estaba avergonzando, sacó un billete de cincuenta pesos y los pagó antes de que Asia lo hiciera, por supuesto que era todo el dinero que tenía en su bolsillo, pero no diría nada, y no permitiría que ella pagara nada. —Pos no me gusta que le compren nada a mi sobrino, yo tengo —Asia asintió, para no ofenderlo, pero cuando le ofreció comprarle algo, se negó a querer nada, pensó en las palabras de Hope, su cabeza era un dilema rotundo, pero miró a Lex —Lex, ¿Quién es ella? —preguntó Morita acercándose repentina, y casi asustándolo Lex estaba nervioso —Eh, ella es Asia Millet, es… —Soy una amiga de Lex. —Ah, ¿Sí? ¡Cabron! ¿No estarás en un lío? —dijo al juzgar su vestimenta y su belleza —¡No! —¡No, no lo está! Lo aseguro. —Pos yo soy Mora Dalmau, y soy la hermana de este hombre, pos soy su hermana mayor, casi su madre, así que cualquier cosa que tenga que ver con él, yo lo resuelvo —aseveró con fuerza Asia sonrió, Mora no la dejó de ver, nunca había visto a una chica tan linda, sino en revistas —¿Y pos de donde se conocen? Lex y Asia se miraron, estaban por hablar, cuando Rebeca, la hermana de Lex se unió —Morita, ya me voy. —¡Achis, achis! ¿Y a dónde? —Te dije que iba a salir, hoy, así que no me vengas con que no sabías, tú dijiste que te encargabas del chamaco, ¡A ver, ven Matías, dame besito, que mamá se va! —Matías la obedeció, dándole un beso azucarado que la hizo enfurecer, pero miró a la joven, la miró con recelo, pero cuando vio su cartera se quedó muda —¡Oh, es Prada original! Asia dijo que sí, segura de que la cartera de Rebeca no lo era —¡Está preciosa! Rebeca recibió un mensaje y se fue. —Bueno, yo ya debo irme —dijo Asia incómoda —¿Y por que güerita? No me has dicho, ¿Cuáles son tus intenciones con mi carnal? —exclamó Mora con evidente desafío.
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