—¿Qué? —exclamó adormilada—. ¿Quién eres? —Soy yo, pos, el Lex. Alexander Dalmau, ¿Ya no te acuerdas de mí? Asia se enderezó en su cama y frunció el ceño —Ah, sí, ¿Qué quieres? ¿Para que me llamas? —exclamó al notar la hora que era —Ah, pos… es que quería decirte, es que tengo una bronquilla, pos, quería pedirte, que, si comenzamos las clases, más tarde ¿Se podría? Asia se levantó de su cama, no había ignorado el tono de la voz del joven, que parecía rasposa, ni menos el sonido que escuchaba detrás —¿Y por qué motivo, señor Dalmau? ¿Acaso no le dije lo importante que era está oportunidad en su vida? Lex sintió muchos nervios, supo que estaba en serios problemas, respiró profundo para pensarlo —Sí, güerita, lo sé, pero… —¡Pero, nada! Por lo visto, prefieres irte de juerga, que mejo