Antonella era apenas un bebe recien nacida, no habia cumplido un mes de vida cuando el Rey, que era muy amigo del Conde, ya que lucharon juntos en la gran Guerra de las fronteras y este había sido salvado de un ataque mortal, el Rey siempre agradeció al conde Martell, pues gracias a él y a sus consejos, había sobrevivido y tenido el valor de luchar, en su época de juventud, el Conde era amable, cariñoso con su familia, pero cuando se prometió la primera vez con una hermosa doncella, ella se casó cuando el estuvo en combate, al volver de las guerras, el Conde se enteró que ya ella era de otro, y su carácter se hizo agrio, pensaba que todas eran iguales, y su esposa de hecho, había sido elegida por su padre, fue un contrato, el no deseaba tener hijas mujeres, pensaba que de alguna manera todas eran traicioneras.
El Rey Sebastián 2do, su esposa la Reina Caroline y su pequeño hijo Sebastián 3ero, observaban curiosos a la pequeña, que era adorable, de una piel tan suave como la de un pétalo de rosa, unas hermosas mejillas rosadas, y preciosos ojos verdes, únicos y hermosos.
- Bien Thimotee, tu hija será la esposa de mi amado Sebastián cuando crezcan, te prohibo prometerla a nadie más.
- Para nosotros será un gran honor, a nacido con poco poder, pero si usted así desea que se convierta en esposa de el Príncipe, así será su majestad.
- Bien, entonces cuando tenga edad comenzará a prepararse para ser una buena Reina algún día.
-Así será.
El padre de Antonella estaba feliz, el había pensado darla a algún asilo, para que la criaran como una plebeya, no tenía caso que fuera conocido que era hija del conde, para el sería una vergüenza, pero ahora todo había cambiado, la niña se convertiría en Reina algún día, y el se encargaría de poner orden y disciplina a esa niña para que fuese una mujer sumisa, lo que el no se imaginaba era que Antonella crecería para ser una mujer fuerte, y eso la metería en problemas.
El Rey y el Conde quedaron en ese acuerdo, prometieron a sus hijos, así a partir de ese día y en el momento en que Antonella aprendió a hablar, se le enseñó toda clase de modales, ella tenía que ser perfecta, su vida se dedicaría a ser un apoyo para el Príncipe, pues esa era su misión, no poseeria poderes, no podría ayudar en caso de algún ataque, así que sólo le quedaba aprender a ser una buena esposa.
Al crecer Antonella, comenzó a demostrar una serie de actitudes que a su padre le provocaban furia, pues el sabía que no debía dar ningún tipo de opinión, ella sólo debía sentarse, callar, y sonreír, sólo sería una posesión que debía verse bien al lado de su futuro esposo.
Al cumplir 10 años, la familia de Antonella asistiría a un baile en el Castillo, era el cumpleaños de la Reina, sería una gran fiesta, la familia era invitada con frecuencia pero sólo asistía el hijo de los Condes, Theodore, pero esta vez, el Rey insistió que llevarán a su futura Nuera, que ya ella debía ser presentada como la futura esposa de Sebastián aún que fueran pequeños aún, se debía saber que nadie en absoluto, podría soñar con estar con esa bella Jovensita algún día.
El Rey siemore fue amable con Antonella, el era un hombre que deseo tener hijas, pero el destino hizo que sólo dos varones llegaran a este mundo, su esposa había enfermado gravemente después de tener a Cersius, su segundo hijo, el pequeño era un bebe saludable, pero al ser ambos niños grandes al nacer, dañaron el cuerpo de su madre, así la reina recibió la terrible noticia, otro hijo significaría la muerte segura, el Rey lo acepto, si era así deseo de los Dioses sólo darle dos varones, así sería, pero cada que veía a esa dulce niña, le provocaba el deseo o necesidad de protegerla, el sabía que el conde era cruel con ella, y cuando se enteró del deseo de este de enviarla a un hospicio, tuvo la idea de prometerla a Sebastián, no deseaba ese futuro para la pequeña que ninguna culpa tenía de poseer pocos poderes.
- Mi querido amigo, como te encuentras, mi querida Condesa, un placer.
El Rey era amoroso con esa familia, no comprendía como el Conde al tener a sus dos hijos, y una bella esposa, era infeliz, aquella mujer que lo abandono no se merecía que el sufriera aún.
-Su Majestad, bien, gracias, Mi Reina, gracias por invitarnos.
-Veo que trajiste a tus hijos, Theodore, cada vez estas más alto, me ha dicho tu padre que por fin decidiste unirte a mi guardia real, sabes que un buen lugar espera por ti.
- Gracias su Majestad, es un honor pelear a nombre de mi familia, y por el Reino.
-Y aquí está mi bella señorita, mi querida Antonella, eres más hermosa cada vez que te veo, dime, como van tus estudios.
Antonella siempre se sintió cómoda hablando co el Rey, ese hombre la hacia sentir segura querida, a diferencia de la Reina, que deseaba a una joven hija de los Reyes de Heilen, la joven Sarah era una hermosa joven con gran poder, uniría a los Reinos, pero el Rey ya había tomado su decisión, no dejaría que Antonella sufriera, su decisión estaba tomada así molestará a la Reina.
- Bien su Majestad, me esfuerzo cada día durante muchas horas para no decepcionarle a usted, a la Reina o al príncipe.
- Me alegra mucho escuchar eso mi bella niña, serás un día una buena Reina, amable, caritativa recuerda que siempre debes cuidar de tu pueblo.
- Así será su Majestad, me esforzare mucho.
Antonella fue a por un postre, cuando llegó ahí, vio al joven príncipe acercarse a ella, ella le sonrió, pero el parecía molesto, su madre siempre le había dicho que Antonella no era lo suficiente para el, que merecía a su princesa, así que el joven príncipe comenzó a sentir odio por ella, pues estaba obligado a casarse con esa Joven de poco poder.
-Su Majestad, que placer verlo.
Sebastián sin atisbo de buenos modales fue directo.
-Es una lástima, algún día tendré que casarme contigo, sabes que eso será terrible, yo merezco no menos que una princesa, y tu, nisiquiera tienes un poder decente.
Antonella se sintió ofendida, y contestó de la manera en que le hablo el joven.
- Mi abuela dice que el poder no se mide por su color, si no por el valor que tienes, de nada sirve tener luz azul, si no luchas por tu Reino, Permiso!
Antonella se retiró molesta al jardín, en casa siempre era humillada, se le educó para saber que prácticamente no valía nada que sólo sería la esposa del príncipe, que su opinión nada Valía, ella se sentía triste, lloraba muchas noches al pensar en que sólo era la joven que se casaría con el príncipe, era un dolor que pareciera nadie la amaba, sus únicos momentos de paz, eran cuando su abuela venía de visita, ella era su respiro en un mundo donde nadie parecía sentir amor por ella, Antonella era muy dulce, quizá más de lo que se merecían, de muchas maneras había intentado agradar a su padre, a su madre, incluso a su hermano, que siempre la ofendia, dejando en claro que si no fuera por el Rey, ahora sería una niña huérfana, ya que nadie la amaba, Antonela sufría, lloraba en la soledad de su habitación, en una ocacion, ella horneo con ayuda de su abuela, una tarta de cereza, para su padre, su abuela decía que era la favorita de su hijo, Antonella de esforzó y al terminarla se dirigió a su padre, llevo un trozo, y una taza de té, el hombre la vio, y le dijo que no había pedido nada, Antonella le explicó que ella misma la había preparado para el, el hombre la vio será, y le dijo que dejará esas tonterías, y dedicará su tiempo a estudiar, Antonella salió de el despacho de su padre con el c orazon roto, ese día sintió esas palabras como hierro ardiente en su garganta, evitó llorar, pero no pudo contener las lágrimas, su abuela al verla salir en ese estado, se puso furiosa, se encerró con su hijo, se escuchaban los gritos de la mujer, el podía ser un conde, tener gran poder, pero ella era su madre, y protegeria a su nieta siempre, de el mismo, que era quien debía cuidarla.
Ese día la abuela llevo a Antonella a su mansión, estuvo cerca de dos meses en ella, parecía que nadie la hechaba de menos en casa, no había cartas, notas, nada, pero fueron los dos meses más felices de esa dulce niña, hasta que el Rey envió invitación a Palacio, y pidió que la futura esposa de su hijo asistiera, así que el Conde fue personalmente por la pequeña Antonella.
Ella al principio estaba feliz, pensó que quizá la extrañaron después de todo, hasta que llegó a casa y su madre le dijo el por que de su regreso, sólo fue por quebró Rey la invitó a ella también al cumpleaños de la Reina, Antonella supo que no había sido por amor que volvieron por ella, si no por deseos del Rey.
Aún así extraño su hogar, fue preparada para la fiest y aceptó.
Al escuchar a ese príncipe tan grosero con ella, se puso furiosa, y salió al jardín, ella caminaba por la hermosa vereda llena de árboles, muchas flores de bellos colores, ella siempre pensaba en que de haber sido un niño, su vida hubiese sido muy feliz, pero parecía que la vida se negaba a que la felicidad fuera parte de ella.
Antonella se sentó en una banca de piedra, ella veía al cielo, la hermosa luna, pedía que algún día su familia la quisiese, que fuera diferente, que si tenía que ser esposa del príncipe, el se diera la oportunidad de conocerla, pues era buena, nunca había sido mala con nadie, al contrario, siempre que podía ayudaba en casa, las cocineras, las doncellas eran amables con ella, por que su familia no podía serlo.
Sus lágrimas cayeron, ella resoplo, y de pronto alguien le tendió un pañuelo, al verlo se asombro, era el propio Rey, que al verla salir al jardín la siguió, Antonella tenía algo que lo hacía sentirse siempre protector con ella.
- Sabes Antonella, se que tu vida a veces parece difícil.
- Su Majestad, usted sabe por que mis padres no me quieren? Yo, no soy mala, he intentado complacerlos, pero parece...
El Rey sintió tristeza por esa pequeña, pero el sabía que decirle, estaba seguro que algún día Antonella sería un ser poderoso, y la vida sería buena para ella.