—Él creía en la vida futura. El consejero se encogió ligeramente de hombros, y Razumov se levantó con esfuerzo. Ya no había nada más que decir en aquel despacho. Haldin había sido ejecutado a las cuatro de la tarde. De eso no cabía la menor duda. Al parecer, había entrado en su existencia futura con sus botas, su gorro de piel de astracán y hasta su cinturón de cuero. Una suerte de existencia fugaz y evanescente. No era su alma, sino tan sólo su fantasma, lo que Haldin había dejado en esta tierra. Esto pensó Razumov, sonriendo cáusticamente para sí mientras cruzaba la habitación, completamente ajeno a dónde se encontraba y también a la presencia del consejero Mikulin. El alto funcionario podría haber tocado todos los timbres del edificio sin moverse de la silla, pero dejó que Razumov lleg