Soltó una risotada. —Mi padre es un hombre muy útil, y eso es estupendo para mí. Ya sabes que me meto en unos líos de mil demonios. Su euforia concluyó. Eso era todo. ¿Qué clase de vida era la suya? Insignificante; absurda; pura celebración. Cualquier día terminaría con el cráneo reventado por una botella de champán en una reyerta de borrachos. Incluso en tiempos como los que vivían, cuando los hombres se sacrificaban por sus ideas. Pero él era incapaz de albergar ninguna idea. Su cabeza no servía más que para romper en ella una botella de champán. Razumov intentó zafarse de él, alegando falta de tiempo. El otro adoptó entonces un tono serio y confidencial. —Por el amor de Dios, mi querido Kirylo, permíteme que haga una especie de sacrificio. Aunque no será un sacrificio auténtico. Ya