Prosiguió su camino y al cabo de un rato musitó su asombro. «¡Parecía completamente vivo! ¡Parecía respirar! ¡Y justo en mi camino! He tenido una experiencia extraordinaria». Avanzó unos pasos y murmuró entre dientes: —Acabaré con él. Después, por espacio de unos veinte metros, todo quedó en blanco. Se arrebujó en su abrigo. Se caló el gorro sobre los ojos. «Traición. ¡Qué gran palabra! ¿Qué es la traición? Hablan de un hombre que traiciona a su país, a sus amigos, a su amor. Para eso primero debe existir un vínculo moral. Lo único que un hombre puede traicionar es su conciencia. ¿Y qué clase de vínculo tiene mi conciencia en este caso, qué vínculo de fe o de convicción común me obliga a permitir que ese idiota fanático me arrastre consigo? Es todo lo contrario: la obligación del valo