Caminando de un lado a otro con los brazos cruzados mira hacia el piso blanco, después a su novio en la cama blanca, piensa como ayudarlo para despertarlo, lo ve relajado de mejillas blancas, desea ver de nuevo sus ojos claros color azul.
Hace unas horas.
Antes del caos Emma había saludado y besado a su novio Héctor que se encuentra ahora jugando en la gran cancha de béisbol, los equipos que se encuentran jugando son los cachorros vs los patos donde el pertenece, ella se encuentra sentada en las gradas mirando el juego junto con algunas amigas y conocidas. Emma se encontraba con un overol de mezclilla con una camisa de manga larga de béisbol, con una gorra puesta del equipo de su novio, al tener su cabello recogido con una coleta. Se encuentra emocionada viendo como lanzan y golpean la pelota que no se encuentra tan blanca, al ser ya golpeada varias veces, miran a cada jugador.
—Ese esta guapo.
Al escuchar que su amiga Josefina le dice eso Emma mira a un chico alto, fornido de piel morena y con casco en su uniforme rojo ajustado, al ver impreso en su espalda el número y nombre.
—Se llama Beto.
Ambas ven el juego, al ver al bateador en su puesto y al chico que se mantiene en el centro como lanzador, al medio jugar con su guante y la pelota para que en ese instante la lance al chocar con el bate y ser lanzada a gran velocidad, al anotar creando una carrera, al ser bateando la bola y corriendo alrededor de una serie de bases antes de que les elimine algún jugador de campo del equipo contrario, y escuchar el silencio que a veces se encuentra durante el juego, aun acompañado entre el ruido de la emisora que trasmite la casetera del señor Charly, en ocasiones, las comunes palabras que siempre se escuchan en un juego de béisbol al lanzarse y lazarlo. Hasta que ven entrar al campo a Héctor en su uniforme de béisbol y con el bate de madera que sostiene en su mano, al ponerse en posición a lo que el pícher desde el montículo hacia el receptor de sacar al bateador, e impedirle que no anote, a lo que en cambio Emma como todo el público presente ven que actúa el lanzador y es como la recibe el bate de Héctor al lanzarla, pero en ese instante ante los ojos de los espectadores ven que suelta el bate que solo cae y está por correr, es como en ese momento lo ven caer como desmayado, a lo que casi todas las personas se levantas de sus asientos asustados y preocupados por el joven.
Emma y Josefina giran al cruzar sus miradas y que en ese momento las personas de su alrededor acuden a ver al chico, al estar ya ahí en la ambulancia ambas bajan de las gradas al ir corriendo hacia la dirección. Emma se da cuenta que los padres de él ya se encuentran ahí, pero eso a ella no le importa al acercarse a Héctor que se encuentra en la camilla y que en ese instante no sabe cómo fue que sucedió, al encontrarse dentro de la ambulancia sosteniendo la mano de su novio y acompañada de la paramédico, a lo que decide soltarse de la mano de el para salir, y que su madre sea la que vaya, pero no sabe cómo puedo sentir al intentar soltar su mano, él la tenía bien sujetada como si no quisiera que ella se fuera a lo que se vuelve a sentar y se acerca a susurrar a su oído.
—Héctor tranquilo solo vuelve a mí.
Y solo lo suelta de la mano al tener algo de timidez, al ser que la madre de su novio se encuentra ahí, al decidir que su madre sea quien le de la fuerza que necesita, algo que al ver a los ojos de una madre de alguna forma es la energía que da cualquier madre para un hijo amado. Mientras Emma da palabras de aliento la ambulancia llega rápidamente al hospital, bajan ambas con los paramédicos, en eso algunos enfermeros y doctor se encuentran y se llevan al joven quedando ellas en la sala de espera, que se encuentran con el señor Rodríguez, alto de ojos azules como su hijo de 40 años, algo canoso y una sonrisa al ser alguien bromista, pero en estos instantes tiene un semblante preocupado que abraza a su esposa y la intenta tranquilizar, al igual que el hermano de Héctor, un joven universitario alto que en cambio, aunque tiene ojos claro son similar a su madre al ser cafés, que Emma lo conoció mucho antes que a Héctor.
—Hola Enrique.
El solo la abraza. En ese momento antes de que él responda Emma recibe su abrazo al hacer ella lo mismo.
—¿Te encuentras bien? —dijo Emma.
—Bien solo quiero que este bien mi hermano.
Los dos se miran.
—Lo estará, pero no te dijo si se sentía mal.
—Nada, llegue el domingo, él se encontraba bien solo no quiero pensar que haya decaído.
—No debe ser nada de eso.
En ese momento la voz del doctor interrumpe la plática de Emma y Enrique como la de los padres, a lo que ellos se acercan enseguida mientras lo escuchan como encontraron al joven, es como Emma recuerda la vez que de repente suena el teléfono. Emma contesta sin ver quién es el que la llama.
—¿Bueno?
—Emma.
—Mamá.
—¿Dónde estás?
—Estoy en el hospital, Héctor se desmayó en pleno juego de béisbol.
—Cariño.
—Estará en observación, parece que algún insecto del campo le causo un tipo de alergia.
—Que feo, Emma debes venir a casa, tu padre y yo debemos decirte algo importante.
—Si mamá.
Se despiden y cuelga, decide despedirse de los padres y hermano de su novio, unas personas que la quieren mucho. Mientras, Emma se va, pero antes se escabulle al ir a la habitación donde Héctor se encuentra, ella abre y entra lo ve ahí tranquilo como durmiendo, solo besa su mejilla, pero no sabe, tiene una inquietud de mirar su pierna a lo que hace al alzar su cobija que lo cubre, nota su picadura abultada extrañamente a lo que le hace pensar que eso lo ha visto antes, pero decide salir para ir a casa.
Se encuentra escuchando a sus padres que le hablan de la reunión anual que será mañana, donde se encontrara con cada vampiro que vive en Zarquira, aparte con los que pertenecen al concejo como también vampiros importantes de la orden, pero su mente está ocupada en sus propios pensamientos.
—Emma en que piensas.
—Halle una picadura en Héctor muy familiar.
—¿Familiar? Cariño.
—Si mamá la misma picadura que hacen las arañas de Nicolás.
A lo que sus padres que la conocen desde sus trece años y vieron que su hija es alguien valiente y decidida cuando se trata de ella, más aún si ve algo que no está bien, más si son presentadas ante ella y sus seres queridos.
—Emma, — dice su padre un hombre alto, delgado muy simpático y educado que aparenta tener 42 años y que ama mucho a su única hija. —Sé que estas preocupada por Héctor, pero estará bien, los doctores lo ayudaran.
—Papá, tu no viste lo que yo vi, estoy segura que Nicolás tuvo algo que ver con lo que sucedió en el juego de béisbol.
—Cariño, — le dice su madre, una mujer linda de cabello largo como cascada, en esa rubia cabellera, con una sonrisa agradable y facciones delicadas que aparenta tener 38 años. —Te conozco no intentes involucrar.
—¿A quién? Madre el consejo o a la orden por dios, ellos están vendidos por el mismo Lord, me crees tan tonta, yo misma lo averiguare.
En ese instante sus pensamientos son interrumpidos, al escuchar el sonido de la puerta abierta. Al entrar a la habitación voltea a verlo, un muchacho alto de cabello corto y n***o desordenado y ondulado, su expresión, aunque serena no muy a gusto de a ver llegado.
—Ya lo traes, — dice ansiosa, él solo asiente. —¿Crees que eso ayude?
—Tontita.
Le pone la mano sobre su cabeza molestándola.
—Ya hazlo.
Emma está nerviosa, pero antes de que él lo haga solo voltea a mirarla y ver esas perfectas pecas y labios, simplemente la besa, ella siente sus labios fríos y suaves sobre los suyos, algo raro, pero sus narices chocan cuando acaba de besarla, mirándose a los ojos en algún punto, él creía que no tenía permitido sentir emociones, pero verla fijamente le hace sentir algo tan agradable que creyó que no era tan prohibido. Ella aun esta con los brazos cruzados, el voltea a mirar al sujeto, ella con sus dedos se limpia el beso, traga saliva y pasa su lengua en sus labios respira y sopla suavemente. Mientras ve que el añade el antídoto a través de una pequeña mordida, sus labios están sobre su muñeca.
—Listo, — los dos miran. —Nunca estuve aquí.
—A quien se lo diría, no me has dicho de que familia eres, pero él está bien.
—Lo está, debo irme.
—Está bien.
—¿Te quedaras?
—No, yo también me voy, si mis padres supieran o se dieran cuenta que vine no me lo quiero imaginar, mañana vendré a verlo.
—Te llevare a casa.
Voltea hacia él, su rostro, no puede mentir su piel es blanca sin negar que es casi aterciopelada, él la mira con una expresión que es tonta para ella, algo presumido piensa, pero no puede dejar de ver sus ojos verde olivo oscuro. Ella desvía la mirada hacia su novio manteniendo su cabeza quieta para no pensar demasiado.
—Tendré un día ocupado debo ir a la reunión familiar, después de todo ya viene el día de muertos.
—Sí, la única noche que no me oculto.
Emma ríe, se miran y salen de ahí al estar afuera.
—Sube a mi espalda.
—¿En serio?
El asiente sonriendo, sube y acelera el paso recorriendo las calles tan rápido. Al estar cerca de la casa comienzan a caminar hablando.
—Sigues viviendo en ese callejón.
—Ya no.
—Ahora deambulas por las calles.
—Vivo en el bosque, pienso en irme.
Ve que asiente con la cabeza sin mirarlo.
—Ya te metiste en problemas.
—No te preocupes, te diré que día me voy.
—Está bien Alejandro.
—Ve, debes entrar está empezando a llover.
Ellos se despiden.
La ve entrar a su casa, el da la vuelta y camina rápidamente hacia el bosque, al llegar sube al árbol más alto y mira su alrededor, recuerda cuando conoció a Emma una noche que la cazaba, intentaba atraparla, pero cuando lo hizo parecía que ella no le tenía miedo, más bien mantuvieron una charla tan interesante como si fueran viejos amigos al sorprenderle lo mucho que sabía sobre su r**a.