Capítulo Siete: Momentáneo.

1793 Words
La melliza de Holly, Heather, despertó con sensación de haber perdido algo muy importante, con los ojos desmesuradamente abiertos, y un cansancio indecible. Llevaba toda la madrugada intentando conciliar el sueño, cosa que no le fue posible del todo luego de las primeras dos horas que cayó rendida en el suelo de la casa en donde se estaba hospedando. Buscó entre todos los alimentos que pudo, pero ninguno era demasiado relevante, se trataba mayormente de cubrir el consumo básico, y tampoco es que tuviera con quien quejarse, de todas formas. No era una persona muy refinada a la hora de comer, pero al llevar repitiendo comida por a menos dos días, estaba exhausta, y lo único que quería hacer era encontrara a sus amigos, a quienes le preocupaba en demasía que no estuvieran juntos. ¿Qué haría si estaban todos divididos? Allí se instalaba una problemática bastante grande, ya que todas las posibilidades que podrían tener de salvarse serían muy pocas. No tenía muy en claro de qué debían salvarse, puesto que las criaturas a las cuales había divisado no parecían ser algo antes visto por ella misma o alguna otra persona que conociera. Todo era un desastre, y el hecho de estar sola no ayudaba en absoluto a su salud mental. No tenía idea de en qué momento había pasado de hacer su ejercicio matutino a ser la presa de un ser abominable e inconcebible. Y que ese único ser que creyera que existía, en realidad fueran muchísimos y que ese desastre había estado ocurriendo durante un tiempo sin que nadie lo supiera, por lo cual se preguntaba cómo era posible que las aerolíneas no dieran aviso a los futuros turistas o que ninguna autoridad haya salido en busca de ayuda internacional o estado de alerta roja en el lugar, siendo una población reducida y sin muchas oportunidades para surgir, mucho menos para auto-ayudarse. Una situación así, parecida al fin del mundo no era común para nada, lo cual hacía de la vida algo pesado y sin sentido. Quería ir en grupo, de ser posible, pero quedándose allí en esa casa aislada, era probable que muriera primero antes de que se lograra la justicia o se hallara una cura para ese estado en el que entraban las personas sin una razón aparente. Resignada, tomó algunas cosas necesarias, así que con la suficiente comida de marinero o instantánea, algunas vendas y alcohol, empacó en un pequeño bolso que halló allí mismo. Era uno verde militar bastante amplio de los que se colgaba a los hombros, tenía estilo escolar, y aunque no sabía qué más llevar con ella, al menos buscó en algún clóset ropa que pudiera servirle, para de ese modo cambiarse y de paso darse un buen baño antes de partir sin un destino claro. Cuando hubo cumplido su misión de asearse por primera vez en días, corrió con la suerte de que había aún servicio de agua en la casa, lo que le ayudó en varias tareas. No era una persona desordenada, pero sí olvidadiza. Por ello era que Holly siempre solía llamarle la atención en casi todo momento, sirviendo de madre cuando la suya no podía cuidarla, sobre todos porque estaba ocupada con el resto de hijos que tenía, pues su familia era grande. Holly, aún siendo su melliza, parecía más madura e inteligente, así como más emocional, mientras ella era la típica chica que disfrutaba hacer deportes y vestir poco femenino. Eso no quitaba que fuera una mujer de envidiar por su manera de ser, la cual era bastante fuerte, con un gran carácter, pero de buen corazón. Cada vez que giraba su brazo de alguna u otra manera, tocaba la herida que se había hecho con la corteza del árbol donde estaba anteriormente. Estaba mucho mejor y no se había infectado hasta ese momento, sin embargo, tendría que arriesgarse a ir a medio curar por la vida, pues no quería estar un segundo más allí. sentía que había abusado de la confianza de la familia que solía vivir ahí, haciendo estragos y gastando las provisiones que pudieran tener, así que en cuanto tomó sus cosas, salió disparada del lugar, siempre estando alerta por si se volvía a encontrar a alguna criatura en alto estado de descomposición. Cerró sus ojos por unos momentos cuando estuvo fuera, respirando el aire que desprendía el templado día, parecía ser que se encontraba en las primeras horas de la tarde. El sol que golpeaba levemente todo a su paso, no molestaba directo a la vista, sino que estaba justo encima de ella, o eso parecía. Casi como si la estuviera siguiendo, sentía el calor de dicha estrella gigante dar en su cabeza de lleno, así que para no tener un golpe de calor, se colocó encima un sombrero de pescador que halló en las instalaciones, el cual no parecía muy nuevo, pero sí funcional. Lo ajustó en la parte de abajo de su quijada, para que no se moviera si hacía movimientos bruscos, ya que había un viento que recorría el ambiente y estaba bastante fuerte. Caminó encima de la arena húmeda en algunas partes y sumamente caliente en otras, típica vista de lugares como la playa. Siempre había disfrutado de ese tipo de ambientes, ya que su lugar de crianza tenía mucho que ver con ello. Podía recordar con claridad y especial nitidez cómo sus padres les llevaban a toda la familia a paseos en distintas fuentes de agua natural, como lo fueran ríos o lagunas con especies de peces muy únicas. Amaba pescar, sobre todo ir con su padre, así que este se llevaba a todos sus retoños de campamento, cosa que era bastante divertida para cualquier niño en el mundo. No podía quejarse demasiado de su infancia, pero desearía haber tenido un poco más de atención. Ella y su hermana habían abandonado el nido debido a que quisieron darles espacio de esparcimiento a sus demás hermanos, y no querían seguir siendo una carga para la familia, pudiendo así demostrar que podían mantenerse por ellas mismas. La invención del canal venía dada a raíz de su interés por la tecnología, ya que no podía dejar de pensar las maravillas que se podían hacer con ella y que por desgracia no estaba disponible en su lugar de nacimiento. Cuando lograron hacer contacto con Arth, fue un avance bastante grande, logrando convencerlo de alguna manera para que formara parte de su grupo. Había hecho lo correcto, y no se arrepentía en lo más mínimo. ... Jaden tenía sus ojos hinchados, debido que aunque intentó dormir, no pudo hacerlo del todo, sin embargo, se encontraba alerta ante todo lo que pudiera surgir.  El equipo vigía, le había dejado en claro que debía hacer lo posible por ayudar en vez de significar una carga. La misión era mantener a salvo a las personas que hacían vida en la pequeña aldea, de la cual aún no sabía ni el nombre, pero no tenía opción más que intentar ayudar. Después del encuentro que tuvo con el tal Odis, quedó un poco fuera de sí, con miles de dudas en su cabeza, ya que ¿Cómo era posible que alguien que no conociera pudiera saber más de su pasado y su esencia que cualquier persona que le haya conocido por años? No tenía sentido, nada lo tenía allí. Respiró profundo, echando un buen vistazo por la mira del arma que le encargaron. Desde allí podía observar si había algún sin mente cerca, y de ese modo lograr alertar a tiempo a todos para aniquilarlo como equipo. No sentía a aquella gente como a una familia, sino como simples personas que le obligaban a hacer su voluntad sin ninguna razón de por medio, lo cual le ponía de los nervios. Jaden jamás había sido violento, pero en ese lugar tenía mucho que sacar desde sus adentros, quería gritar, llorar, salir corriendo, debido a la manera tan desgarradora en que extrañaba a su madre y a su hermana. Si bien, de nada le serviría aquello, por lo menos se libraría del estrés. Eso llegó a pensar. Cuando el primer avistamiento de un sin mente tuvo lugar, sus sentidos se agudizaron de tal manera que reaccionó de inmediato, clavando varios disparos directo a la cabeza, razón por la que todos se quedaron observándolo con sorpresa, pues no se esperaban esa reacción tan certera y precisa de un chico que era nuevo. Algunos dirían que era suerte de principiante, pero él no lo veía de esa manera, se lo estaba tomando en serio, así que si quería ver de nuevo a su familia, tendría que hacer un mayor esfuerzo. No estaba dispuesto a ser destruido en ese lugar. Siempre había querida manejar un arma, peo nunca había tenido la oportunidad, así que no tenía modo alguno de saber si lo que hacía estaba bien o no. De haber sabido que era tan simple manejarla o aprender su funcionamiento, quizá habría comenzado a cazar desde una edad temprana. De haber tenido un padre, seguro que habría ido con él a muchos lugares, y habría practicado muchos deportes, ya que siempre fue híperactivo.  Soltó el aire que tenía retenido en los pulmones sin saber y siguió con su trabajo, ganándose una felicitación por parte de la chica que lo había escoltado hasta allí. Sintió esa felicitación como una especie de bienvenida fenomenal, se había ganado al menos un poco de respeto, lo cual no se conseguía en todos lados, y menos en el fin del mundo, o lo que parecía serlo. Cambió su posición a una más cómoda, siendo que dejó caer su peso en la otra pierna, ya que estaban en un árbol bastante alto. Tenían su propia manera de vigilar, ya que no se concentraban solo en las torres, debido a que eran también los puntos más visibles y más fáciles de atacar de la aldea.  Las horas restantes de vigía se pasaron más rápido de lo que pudo pensar, así que para cuando la ronda acabó, estaba totalmente despierto y atento a cada cosa. ─¿Llevan mucho aquí?─ formuló hacia las personas que en un principio lo llevaron hasta ahí, como una pregunta general. ─Cada quien tiene su tiempo ¿Has escuchado eso alguna vez? Aquí lo tenemos muy claro. Yo me crié con ellos, pero mi compañero llegó hace poco más de dos años─ respondió la chica, con una mirada decidida hacia el amanecer. ─Entiendo... ¿Desde hace cuánto conocen a esos seres?─ preguntó con curiosidad de nuevo.  ─Según Odis, siempre han existido, pero no tenemos manera de saberlo, pues solo pudimos verlos hace varios meses─ dijo la misma mujer. Jaden asintió, y desde ahí, no volvió a hablar en el resto del camino de regreso a la aldea.  
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