Apenas el par de chicos estuvo cara a cara con el que parecía ser el jefe del grupo, sus compañeros comenzaron a comunicarse ente sí en un dialecto que no comprendieron los extranjeros, sin embargo, podía leerse en sus gestos y facciones que estaban comenzando una especie de disputa, de la cual ninguno quería ser partícipe.
Quien estaba frente a sí, los liberó de aquella trampa de astillas, pero solo fue para ordenar que les ataran con las manos a sus espaldas.
Los nudos que habían atado eran fuertes, e hicieron que los chicos separaran la unión que tenían con ambas manos.
Fue una lástima, ya que intentaron mantenerlas juntas, pero no los dejaron.
Los llevaron caminando por medio de la selva, siendo que ellos eran aún más hábiles moviéndose entre la naturaleza. La chica casi tropieza más de una vez por el camino, que no era el terreno más estable con el que se hubiera topado en su vida.
Varias veces creyeron conocer el lugar donde se encontraban como si fuera una zona aledaña al hotel, pero lo cierto fue que rato después confirmaron que sus mentes les jugaba malas pasadas, esto debido a que la vegetación se podía confundir fácilmente.
Llevaban alrededor de unos veinte minutos caminando cuando por fin pararon ante el medio de la nada.
Eso creían los chicos, por lo que estaban llenos e terror por lo que pudiera sucederles. Quizá tenían planeado matarlos sin dejar ninguna pista.
Ante el pensamiento, a Arth se le erizaron los vellos de la nuca como nunca había sentido.
A pesar del miedo que comenzaban a sentir, nada de lo que imaginaban ocurrió, puesto que bajo sus pies estaba la respuesta, una pesada puerta hecha también de bambúes pero cubierta por vegetación, confundiéndose con todo el ambiente de alrededor. Uno de ellos abrió dicha compuerta y el hombre que se encontraba detrás de ellos les empujó para que entraran.
Camino abajo parecían haber unas escaleras hechas de barro y arcilla, por lo cual se les hizo sencillo bajar, lo complicado era que no estaba muy iluminado.
Apenas cayeron en cuenta de adónde se encontraban, lograron hacer la conexión entre los grandes túneles donde las criaturas infectadas les persiguieron y los que los indígenas habían construido hasta tener este inmenso búnker subterráneo.
Era muy similar la construcción como para que no fuera de los mismos creadores, así que de algún modo, se sentían poco seguros, muy aparte del hecho de haber sido secuestrados por extraños que ni siquiera hablaban su propio idioma.
Al bajar por esas estrechas escaleras, la iluminación se iba haciendo presente de a poco, ya que les esperaban varias personas, las cuales sostenían antorchas de tamaño pequeño y otros simplemente lámparas de gasoil, lo cual hacía bastante contraste, como si se tratara de diferentes bandos reunidos.
Tanto la pelirroja como Arth fruncieron el ceño, tratando de adaptar de nuevo su vista a tal lugar, que aunque no era el peor donde habían estado, sí que podía verse bastante improvisado.
La tierra encima de ellos parecía desmoronarse de a poco, cayendo algunos granos de arenilla rojiza sobre sí.
Al llegar junto al grupo, que se hallaba en una especie de semicírculo, sus rostros fueron de la sorpresa al miedo, parecía una comedia mal producida.
Comenzaron entonces a discutir de nuevo, quizá pensando qué hacer con ellos, lo cierto fue que siguieron empujándolos momentos después hasta llegar a unas mazmorras que quedaban mucho más alejadas del grupo de personas y del mundo en general.
Holly le dirigió una mirada al más alto que quería decir mucho, en especial lo preocupada que estaba, casi preguntándole, pero ninguno sabía más que el otro.
Estas celdas estaban construidas con pura arcilla roja, y el aire que allí había era denso, húmedo incluso. Lo único bueno fue que los encerraron juntos, así que de ese modo al menos sabrían que se tenían el uno al otro.
Lo que les separaba de la libertad era una especie de reja de madera, que funcionaba a modo de estacas clavándose en la tierra al cerrarlas.
No era el sistema más seguro, pero era ya difícil huir solo con las manos atadas, más lo sería con eso sumado a una reja que se veía maciza.
Cuando les hubieron dejado allí solos y a oscuras, un sentimiento pesado se instaló en ambos como si algo les observara desde lejos, acechando.
—Espero que hayamos perdido a lo que fuera que nos perseguía, no importa si estamos cautivos, esto al menos tiene solución civilizada, el instinto no— comentó sin mucho ánimo el castaño, mientras trataba de hallar la mano de la chica en medio de la oscuridad.
—No creo que nos persiga todavía, lo importante es que podamos salir de aquí— le respondió la chica, encontrando su mano con la del chico, por lo que supieron que estaban completamente de espaldas el uno contra el otro.
—Deberías intentar liberar mi amarre y luego lo hago yo con el tuyo, ya que tienes las uñas largas— comentó Arth, de forma inteligente.
—¿Y qué tiene que ver que tenga las uñas largas?— formuló ella, casi ofendida de que se lo pidiera primero, cuando ella tenía pensado hacer lo propio.
—Que puede que te resulte más fácil deshacer vueltas como estas, en cambio yo no tengo nada y podría tardar mucho más—
—Me pides un sinsentido ¿Acaso me quieres dejar aquí y huir solo?— dijo la chica, comenzando a pensar disparates.
—Por supuesto que no ¿Qué cosas dices?— rebatió él, un poco cansado de la situación.
—Bien, lo intentaré, pero más te vale no irte solo, Arth Webster— fue la respuesta que obtuvo el más alto.
Entretanto, ella comenzó a intentar cortar o deshacer de algún modo los nudos que mantenían preso al castaño, consiguiéndolo con éxito dos minutos después.
—¿Ves? Te lo dije— insistió él, haciéndole ver que no quería huir por ningún medio, casi se sentía ofendido debido a lo dicho por la chica con anterioridad.
Tal como predijo, le llevó varios minutos desatarla a ella, pero lo logró, así que ambos se levantaron del suelo, pero fue casi inútil.
La poca o ninguna iluminación que había allí abajo, no era de Dios, pensaría sin duda alguna la aterrada Holly, que aunque no era especialmente religiosa, a veces solía recordar las expresiones que soltaba su madre y las dejaba salir ella también.
En medio de tanta oscuridad, llegaron hasta la verja rústica de madera, la cual intentaron abrir de una vez, tal cual con su fuerza, lo que era bastante inútil si se lo preguntaran a cualquier ser humano promedio.
A pesar de todo, se escabulleron exitosamente por entre los espacios de las estacas y la tierra, la cual cavaron con sus manos, haciendo mayor espacio para que sus cuerpos cupieran de una manera más cómoda, de ser posible.
Pasados unos minutos, ambos salieron ilesos de dicha prisión improvisada, de modo que aunque no lograban orientarse debido a la poca luz, solo seguían sus instintos por medio de cada bifurcación.
Hubo un momento en el cual creyeron haberse perdido, pues ningún camino parecía llevar hacia ningún lugar en concreto y tenía a ambos chicos en ascuas.
—¿Y qué si llegamos de nuevo a donde estábamos huyendo? Este lugar parece ser el mismo— insistió Holly —Perdí mi encendedor cuando salimos de allí—.
Arth obviamente comprendía la situación, era de entenderse que la chica no quisiera andar por allí en la oscuridad, pero tampoco la presionaría por haber perdido tal objeto, ya que corrieron por sus vidas, sin exagerar.
—Lo sé, tranquila— asintió él, tomando a la chica por los hombros, haciendo que de ese modo, la abrazara por la espalda, y aunque no podían verse, el gesto se entendió, por lo que de esa manera, quiso decirle que se calmara un poco, ya que Holly había tomado la mala costumbre de Peter de hiperventilar o comenzar a pensar en cosas sin sentido.
La chica se sintió protegida estando entre los brazos del más alto, por lo que se volteó, y al quedar frente a frente, no pudo contener el impulso. Sin importarle tener el brazo herido, tomó el rostro de su amado entre sus manos, así que sin mucho titubeo, lo besó sin mayor explicación.
Arth ni corto ni perezoso, continuó dicho beso como si no existiera un mañana, y aunque no era rápido, sí era intenso, como si se hubieran necesitado desde los tiempos más remotos de la tierra.
Era probable que así fuera, puesto que llevaban años en el intento de iniciar algo, pero parecía ser que nunca se decidían del todo, lo cual era una pena para la mayoría de las personas que los conocían, quienes siempre les alentaron a ir más allá sin temor al qué dirán.
Luego de unos cortos minutos, se separaron, y a pesar de no distinguir sus rostros, era más que suficiente sentir el calor proveniente del otro para calmar sus ansas fueran cuales fueran.
—Por favor, recuerda hacer eso más seguido, así viviré sin preocupaciones...— fue lo que le susurró la chica al castaño, aún teniendo los labios a escasos milímetros.
—Lo haré, siempre y cuando lo desees— contestó de inmediato el ajeno.
—Siempre lo he deseado ¿Eso cuenta?— dijo muy bajo la chica como si se avergonzara de ello, y la verdad, si pudieran verla a plenitud, estarían convencidos del furiosos color rojo que cubría sus mejillas, las cuales se asemejaban a sus cabellos en cierto punto.
—¿Siempre? Entonces tenemos algo en común...— le hizo saber este, de vuelta, como si hablara de un secreto de estado.
Arth acarició el cabello de la chica, quitando los mechones que se interponían entre ambos, volviendo a besarla con decisión, esta vez sin tanto tacto, con mayor deseo.
De haber sido por Holly, se habría entregado allí mismo, pero la realidad siempre está allí para hacernos volver en los momentos menos adecuados.
De nuevo, volvieron a escuchar ruidos, solo que esta vez, estaban seguros de que se trataba de los indígenas que querían cautivarlos de nuevo, como si fueran mariposas o criaturas exóticas.
Se separaron asustados, comenzando a correr en dirección opuesta, aunque no pudieran divisar mucho.
Pasados varios recodos de tierra rojiza en donde la adrenalina les cortaba la respiración y los latidos se incrementaban sin control, se encontraron sin salida aparente, en un túnel que no parecía lleva a ningún lado.
Los dos se tomaron de las manos una vez más, esperando lo pero, sin embargo, nunca pensaron encontrar que entre el grupo de indígenas que les atrapó, hallaran a Jaden camuflado entre todos, este les hizo señas de que guardaran silencio y así lo hicieron, pues parecían cadáveres de lo pálidos que estaban, no solo de la sorpresa, sino por el terror.
¿Qué hacía Jaden ahí?