Capítulo Veintiuno: Sorpresa.

1818 Words
En cuanto al equipo centinela, este se había conformado debido al estado de alarma en el cual comenzaba a vivir la pequeña aldea, el inicio de un apocalipsis los dejó a todos con los sentidos bastante sensibles, y es que nadie se lo esperaba en absoluto. ¿Cómo esperar un evento así de la nada cuando incluso habían personas que no creían que algo como eso fuera posible? Cada creencia se había hecho pedazos frente a los hechos, los cuales habían sido tan crudos e inesperados que tenían a la poca población sana en constante expectativa de alguna mejora, o en su defecto, de malas noticias. Jaden se sentía un tanto seguro estando con ellos, pero al mismo tiempo, no podía dejar de pensar en que si la seguridad de tantas personas inocentes dependían de él, era un peso adicional que no se creía certero de poder tomar en sus hombros. Había visto merodear a varias personas en conjunto a Odis, y según había escuchado, pertenecían al cuerpo de investigaciones del cual hablaba siempre en las reuniones en donde él había formado parte. Todos tenían una fe irracional en los proyectos de ese hombre, y no se cansaría de mencionarlo, era tan extraña la devoción que le tenían solo por ser el cabecilla del grupo, algo que nunca había visto antes en ninguna organización. Ahora, podía decir que había convivido un poco más con él, sin embargo, no podría asegurar que supiera su vida entera solo por eso, así como tampoco podría saber sobre sus verdaderas intenciones. Según su discurso, la meta que se había trazado desde que obtuvo la facultad de dar mando a los demás en el poblado, era dar la seguridad que se merecían, tanto como la salud y todo lo que creyeran necesitar para ser felices o tener un estilo de vida óptimo. Se rumoreaba acerca de una nueva especie de cura que posiblemente estarían desarrollando contra el raro virus que afectaba a los distintos tipos de seres vivos. Para ser honesto, a Jaden le cansaba mucho tener que ser parte de algo tan importante como lo significaba la seguridad de la ya mencionada aldea. No era que le incomodara o que no le gustara el trabajo que le tenían destinado, pero prefería mil veces estar compartiendo el tiempo con su familia, en lugar de despertar cada día sin un objetivo claro aparte de sobrevivir a toda costa. Cada vez que recordaba el rostro lloroso de su hermana menor, el corazón parecía rompérsele en mil pedazos. Amaba con todo su ser a esa chica, la había criado con todo el cariño que no pudo darle su verdadero padre, y a pesar de ello, sentía que no había hecho su trabajo correctamente siempre. Se esforzó mucho, eso sí, pero nunca se podía saber si lo que enseñas realmente llegaría a la otra persona de la manera en que debería. Quizá por eso no sentía atracción por ninguna persona, quizá su figura de papá y la responsabilidad que tenía con su hermanita lo habían llevado a actuar de cierta manera, y aunque no fuera la persona más madura del universo, puesto que la chiquilla solía ser mucho más inteligente que él algunas veces, creía que de algún modo, sus consejos le servirían en el futuro. Cayó en cuenta de que su manera de ser había tenido ligeras alteraciones al momento de tener lugar el apocalipsis, de llegar junto a Odis y su gente. Sentía que había cambiado de alguna u otra manera, era más valiente, pero también más centrado, cosas que nunca había logrado ser simultáneamente. —Hey ¿En qué piensas?— formuló Alenka hacia él, la chica de piel sin pigmentación, mientras se sentaba a su lado, en el terreno adyacente a la cerca que dividía el lugar del resto de la isla. —No lo sé, solo veo el cielo— contestó este, teniendo presente que la chica era muy insistente cuando quería. Esta asintió, no muy convencida con la respuesta que obtuvo. —¿Cómo te ha ido en el entrenamiento?— formuló, ya que ella había estado separada de él en todo momento. Eran muchas personas las que asistieron a dicha preparación física, así que era un tanto imposible tener a la vista a todos al mismo tiempo. Admiraba a Odis por ello, aunque no lo admitiría en voz alta. —Ha estado bastante bueno...— comentó, dejando la frase al aire, como si hubiera querido decir algo más, pero no se atrevió. —¿"Bueno" dices? ¡Ha estado increíble! Te patearon el trasero, Crawford, admítelo— exclamó la chica, riéndose después, de siendo el sonido desprendido uno que se asemejaba a cuando se limpiaban las ventanas. Solo por eso, fue que el rubio sonrió a medias. —Estaré mejor preparado para la próxima, puedes escribirlo— le rebatió de inmediato en el mismo tono. —¡Como digas!— expresó la de ojos grises, y tras unos segundos volvió a hablar —¿No te parece esa nube de allá un pavo real?— comentó, como si fuera un tema que requiriera total seriedad. —A mí me parece un perro salchicha—le dijo, por el contrario, el chico. Alenka ladeó su cabeza, intentando encontrar la forma que le había descrito Jaden, pero lo cierto, fue que no lo logró, así que se cruzó de brazos, mirándolo de vuelta con reproche. —Para mí sigue siendo un pavo real— le hizo saber con firmeza —Por cierto, Dubby es mi compañero, no lo apartes de mí—. —¿Quién es Dubby?— formuló confundido el chico. —El lobo al que salvamos, ese es su nombre de ahora en adelante—. —¿Cómo sabes que le gusta ese nombre? Además ¿Cómo podría apartarlo de ti? No le pertenece a nadie— expresó Jaden, un tanto irritado, sin saber porqué. —Pues, adivina qué, hablé con él, y no parecía incómodo con el nombre— le respondió ella, sin perder la oportunidad de debatir. —Vaya ¿Ahora existe el idioma lobuno? ¿Dónde se estudia?— dijo con ironía el de cabellos rubios cenizos, frunciendo el ceño. —En la universidad de la imaginación ¿Acaso no sabías?— contestó ella, intentando mantener el rostro neutro, pero le costó. En medio de tal pelea infantil, ambos terminaron deshaciéndose en carcajadas. ... Habían pasado dos días, en los cuales tanto Arth como Holly habían estado con el credo en la boca, como se expresara en los dichos de su tierra natal. Ambos temían que de pronto invadieran su pequeño espacio, ya fueran los creadores del felino gigante, o este mismo.  Arth no solía creer en cuentos de hadas, por lo cual, la ficción no era de sus cosas favoritas, sin embargo, aquello que se había posado frente a sí con intenciones de devorarlo no parecía ser invención de su mente. De todos modos, como seguían teniendo el propósito de encontrar a sus compañeros para irse de allí cuanto antes, tomaron la decisión de abandonar el lugar, en compañía del canino, el que parecía comprender la situación, por muy extraño que humanizarlo fuera. Le tomaron aprecio en un periodo de tiempo muy escaso, todo debido al recuerdo que poseía la pelirroja sobre Peter, totalmente agradecido y encariñado con Teryon, quien según, le había salvado el trasero en varias ocasiones en las que había sido bastante tonto. Por desgracia, no pudo hacerlo en la situación más importante, no pudo defenderlo cuando realmente fue necesario, aunque claro estaba que no se podría culpar a un animal inocente por la muerte de ningún humano, a no ser que lo hiciera intencionalmente, pero incluso de ese modo, lo que actuaría sería el instinto, y no la criatura en sí. Arth se encontraba tomando lo que pudiera servirles como alimento para el compañero de cuatro patas, ya que no sabían si el camino podía ser peligroso o si llegarían con vida a algún lugar seguro. Si fuera por ellos, se hubieran quedado allí mucho más tiempo, al menos hasta que las cosas se calmaran y Holly tuviera su brazo un poco más sano, pero la verdad, era una muy diferente, no podían darse el lujo de esconderse para siempre, no cuando sus compañeros estaban en algún lugar ahí fuera, ninguno de los dos podría vivir la vida plenamente si se enteraban de que estuvo en sus manos rescatar a los demás y no lo hicieron. Apenas pusieron un pie fuera, empezó a desfilar una larga fila de caminantes, y aunque no tenían armas funcionales al cien por ciento, se defendieron bastante bien, sobre todo Arth hizo su trabajo de mantener el brazo de la pelirroja fuera del alcance de dichos seres moribundos. Ninguno podía con las arcadas que generaba el solo acercarse a metros de distancia de aquellos pútridos seres. El hedor que desprendían no era para nada algo que pudiera considerarse normal. La verdadera pesadilla comenzó para ellos cuando se toparon directamente con una criatura que hasta ese momento no se habían topado. Parecía tener consciencia, y por un momento llegaron a pensar que se trataba sobre una persona común y corriente, pero no podían estar más equivocados. Este llevaba en sus manos lo que parecía ser una estaca de madera bastante grande, se hallaba moviéndola de un lado al otro, de una mano a la otra. Sus ojos se veían llenos de algún tipo de maldad, como si por medio de ellos pudiera absorber almas.  Teryon comenzó a lloriquear desde su lugar, mientras que Holly no cabía de lo terrible e impactante del momento. Esa ropa la conocía... Era el mismísimo Peter, quien se encontraba en un estado deplorable, de putrefacción tremenda, desprendía sangre y su mirada parecía perdida. Cargaba aquella herramienta como si su vida dependiera de ello. Algunas de sus extremidades se hallaban gravemente heridas. La pelirroja le hizo saber a Arth su horroroso hallazgo, por lo que apenas comenzó a perseguirles, solo pudieron huir con las pocas fuerzas que les quedaron. Teryon había intentado acercarse hacia quien alguna vez fue su amigo, pero en vista de que quiso atacarle, huyó despavorido por su propio camino. Ni Holly ni el castaño pudieron ver con claridad cuál dirección tomaron las veloces patas del husky. Ambos llegaron prácticamente sin respiración hasta la parte trasera de un edificio pequeño, que colindaba con una calle ciega. No había más escapatoria que entrar por la puerta de emergencia. El más alto tiró de ella, siendo que se abrió con rapidez. Aún podían escuchar los pasos del nuevo caminante cerca de ellos, así que entraron sin dudarlo, cerrando tras de sí con fuerza, queriendo sellar esa salida a como diera lugar. Lo que no lograron ver, fue el aviso manchado por pintura en aerosol amarilla y barata escrito en la pared de ladrillos desgastada que ponía "Manténgase alejado" con letra irregular.
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