Esperé sentada a que el chico volviera. Revisé un par de mensajes que tenía, un número desconocido lleva hablándome desde que iniciaron las clases. Sinceramente al principio pasaba bastante de quien fuera y de lo que decía.
Hasta que me empezó a amenazar, con contar lo sucedido con Sanghyun. Si alguien llegara a contar lo sucedido, el resto me echaría la culpa a mi, por ser la chivata. El desconocido se hace llamar H ¿Por qué? Pues no lo sé. Pero pone la H después de cada mensaje.
Dejé el teléfono a un lado, cuando vi al chico caminar hacia mi, me sorprendió el cambio.
— ¿Parezco más atractivo, Mommy?
— Si… osea no. Es una gala benéfica, no una fiesta, Min. Los botones de la camisa cerrados.
— ¿Todos?
— amh… preferiblemente, dos abiertos como mucho, eh.
— ¿Van a probar más o se quedan con este? Es un Luis Vuitton. – nos hizo saber la encargada.
— Me gustaría ver otro un poco más atrevido. – Le comenté, mientras me cruzaba de piernas y apoyaba mi espalda en el respaldo del sofá.
El chico sonrió apartando la mirada de mi. No es el único que sabe jugar a avergonzar al otro.
— Entendido señorita Wolf, buscaré uno más atrevido. Ahora vuelvo.
Nos hizo una reverencia y se alejó junto a su encargada. El de tez pálida cortó la distancia que había entre el sofá y él, tomó asiento como si fuera un sofá de bar de barrio. Me encanta su actitud, es tan diferente a lo que estoy acostumbrada.
La mayoría de chicos de mi alrededor fingen ser caballeros, cuando son unos imbéciles, la mayoría machistas y pervertidos. Y el, el es eso, solo él. Desde que lo he conocido, nunca me faltó al respeto, nunca me hizo de menos por mi género y tampoco intentó sobrepasarse. No soy imbécil, sé que físicamente le atraigo, pero también sé que podría drogarme, emborracharme y desnudarme aquí mismo, y siento que él jamás Me pondría una mano encima. No puedo decir lo mismo del resto de chicos que he conocido.
Y eso que apenas le conozco, pero es lo que me transmite. Va de chico malo, pero no lo es.
— Te estás divirtiendo con esto ¿verdad?
Asentí, mientras le sonreía y arrugada la nariz. Él evitó mirarme mientras sonreía mirando al techo.
— ¿Qué se supone que haga luego con el traje? ¿No se puede alquilar y luego devolver?
— Quedártelo o pueden venderlo. Si vas a otra gala conmigo, deberás llevar algo nuevo. No vale repetir outfit.
— ¿No es una pérdida de dinero? Osea te estas gastando un dineral en ropa, que solo vas a usar una vez.
— Después de usarlo en una gala, suelo donarlos o lo vendo y lo ganado lo llevó al refugio de animales.
— Sabes muy bien cómo callarme la boca, Rubí. Pero creo que ya se cual es tu defecto y no es culpa tuya.
Me dejó con la intriga, ya que la encargada le hizo un gesto para que fuera de nuevo al probador. Antes de irse dio un pequeño toque en mi nariz, sacándome del pequeño trance en el que estaba. ¿Tengo un defecto? Soy Rubí Wolf, todo en mi son defectos.
Sinceramente no soy lo que aparento ser. Me considero una chica observadora, pero es lo único positivo que me sacó. Mis miles de inseguridades me impiden ver algo más bonito o interesante en mi. Pero sería mi perdición mostrar que soy insegura de mi misma, de mi cuerpo, de la personalidad y de mi entera.
Mi madre solía ayudarme con eso. Ella era una persona súper optimista, le veía el lado bueno a todo el mundo y me ayudaba a creer en mí y a mostrarme como realmente soy… pero ella murió y toda mi positividad se fue con ella. Parte de mi alma, también se fue con ella y el pequeño Jake.
Cambie de actitud en cuanto vi al chico llegar, sonreí cómo si nada pasara dentro de mi. Cuando en realidad, una tormenta de sentimientos y recuerdos, me atormentaba. Como decía mamá, sonríe hasta cuando no puedas hacerlo, sonríe aunque sea llorando. Porque eso demuestra que eres una persona fuerte.
— Me encanta, eres un modelo excelente. – comente con una gran sonrisa.
Pero me pareció raro que él no sonriera, estaba serio y ya no tenía la sonrisa traviesa que traía cuando caminaba hacia mi.
Me miraba directamente a los ojos, consiguiendo intimidar me. Me estaba inspeccionando con la mirada. No sé la clase de poderes que puede tener un vampiro, me salte las dichosas clases cuando dimos el vampirismo. Pero sé que son muy hábiles y tienen mucha destreza.
— ¿Prefieres este o el otro?
— El otro, creo que es más acorde y menos transparente.
Cierto es, que dejaba muy poco a la imaginación. Pude ver que tenía un tatuaje en la zona baja de su torso, pero dejé de mirar al sentir su penetrante mirada puesta en mi. Me sonroje.
Tardó bastante poco en volver a ponerse el otro traje, ya nos lo llevábamos puesto. Ya que llegaríamos tarde a la gala sí esperamos a cambiarnos en casa.
La siguiente fui yo, la encargada y su ayudante me mostraron vestidos, mientras yo debía elegir unos cinco. El pelinegro estaba a mi lado, su expresión se relajó un poco más. Tal vez él llegó a notar mi malestar interior. Los vampiros y las emociones son muy raros.
— Creo que esos cinco por ahora.
— Espera – dijo el chico, mientras se acomodaba mejor en el sillón rosa – mejor aquel. Es más largo, pero tiene un buen escote.
Lo mire sin saber qué responder. El rodó los ojos, como si supiera que internamente le estoy llamando pervertido.
— No me mires así, te he observado. Odias llevar cosas demasiado cortas en las piernas, pero te gusta presumir de escote. No estarías a gusto con los demás vestidos, por ser demasiado cortos y además ese queda bien con mi atuendo.
No podía negar que tenía razón, odio mostrar mis piernas, sobre todo mis muslos. Tengo un trauma con ello desde que las chicas de clase se burlaban de mí, por tener muslos más grandes. Pero les jodia muchísimo que yo tuviera pechos y ellas no. Por eso me gusta llevar escote. Considero que es como decirles "jodete".
Acepté llevar el vestido que eligió, para ser sincera me gustaba. Era un vestido largo, podía sacar la pierna por uno de los lados. No era nada pomposo, era bastante suelto. La espalda estaba al descubierto era de un tono grisáceo y tenía algunas piedras de decoración por la cintura, como si fuera un cinturón. Me sentía cómoda con él, así que, me lo llevé. Pagué ambas cosas, aún teniendo al chico quejándose a mi lado.
Ya se lo dije, pagaría yo si o si.
Después de las compras de nuestros atuendos, fuimos a una peluquería. El no se hizo ningún cambio en su pelo, pero yo me lo ondule un poco. La siguiente fue ir al hospital, firmé un par de papeles que afirmaban la donación de esta noche y pudimos volver a mi casa, donde sería la gala en el enorme jardín preparado para estas cosas.
No hablamos mucho durante el trayecto. La radio hizo que el ambiente no fuera tan tenso. Al llegar a casa, dejé el coche a un lado y guíe al chico hacia la cocina. Ya había bastante gente del catering preparando las mesas y los aperitivos. La cocina literalmente era un caos de gente.
Le dejé los informes de la donación a mi padre, quien supervisaba que todo estuviera yendo bien y subí a la planta de arriba con el pálido chico.