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1213 Words
Un fuerte escalofrío recorría todo mi cuerpo, haciéndome despertar. Abrí mis ojos después de bostezar y miré a mi alrededor. Claramente no era mi habitación, recordé lo sucedido y la vergüenza se apoderó de mis mejillas; quienes ahora estaban completamente rojas. Estaba completamente sola y tenía una camiseta negra puesta. Supuse que él me la puso. No me molesta, de hecho para nosotros la desnudez es prácticamente algo natural. Desde pequeños debemos hacernos a la idea de que siempre después de una transformación, vamos a aparecer sin prenda alguna. Me levanté de la cómoda, pero pequeña cama del chico y salí de la habitación sin importarme mucho mi atuendo. Caminé hasta llegar a la cocina abierta a la sala. Desde la cocina se podía ver toda la sala y la entrada del apartamento. Vi como el chico de tez pálida cocinaba concentrado en la cocina. Se ve tan tierno abultando sus labios mientras prepara lo que deduzco que es ramen. Me acerqué lentamente y con sigilo a él. Pero es un vampiro y sus reflejos son rápidos. Me miró sin saber qué decir o cómo empezar una conversación. Algo que me pareció tierno. - Buenos días... en realidad deben de ser ya tardes ¿no? - Él asintió a mi pregunta. Esta bastante tímido, algo que no había visto en él. - Yo quería darte las gracias... gracias por dejar que me quedé y por cuidar de mi, yo lo siento en realidad. - No te preocupes, todo bien Rubí. Me sentía agradecida con él, para mí fue un gesto muy lindo. Me tomé la libertad de robarle un abrazo. El se quedó estático ante mi acción, pero tampoco le disgustó ya que sus brazos me rodearon sin ningún problema. Dejé mi mejilla pegada a su pecho, es agradable sentir lo frío que es su cuerpo a comparación de lo cálido que es la temperatura del mio. Creo que ninguno contaba con que la mujer de piel bronceada y cabello castaño apareciera por el pasillo, interrumpiendo el momento cursi que teníamos. - Creo que fue mala idea venir antes del trabajo... Entendía la incomodidad de la situación. Esa mujer se encontró con una escena un tanto abrupta. Literalmente se encontró a una chica que apenas se cubría con una camisa ancha de su hijo. Ambos nos separamos avergonzados. Él se rascaba la nuca nervioso y yo sinceramente no sabía donde meterme. Pero debía aparentar tranquilidad. - Yo... iré a la habitación. Necesitaba salir de ese ambiente tan incómodo. Seguramente esa señora piense cosas que no son, pero que parecen ser. Entré en la habitación del chico, no sabía muy bien que hacer y no tenía ropa. La única prenda que sobrevivió a mi transformación, fueron mis bragas de encaje negras. Me sobresalte al sentir una corriente de aire en la habitación. Cuando me di la vuelta, tenía delante al chico. - ¿Tu madre se molestó? - Pregunté con cautela mientras tomaba asiento al filo de su cama. Negó con la cabeza mientras se rascaba la nuca - Solo me dio un pequeño sermón sobre lo importante que es usar protección... prácticamente se burló de forma divertida de mí, es muy complicado que mi madre se enfadé. Tomó asiento a mi lado, pero se levantó a los segundos de hacerlo. - Ropa, debería dejarte ropa. - comentó mientras rebuscaba en su armario que podría déjame. - ahg creo que no tengo nada que pueda servirte de pantalón. - ¿Tienes alguna camiseta aún más grande que esta o alguna sudadera ancha? - Ehm... si. Él me dejó elegir entre su variedad de sudaderas y camisetas anchas. Prácticamente su armario consistía en eso. Menos el traje que le compré, el cual tiene colgado en uno de sus laterales. Me cambié de ropa sin importarme su presencia, cuando ya tenía mis botas de tacón puestas salí de la habitación junto al chico. Su madre estaba terminando de poner la mesa, junto a Jae. Tenía intención de irme, reparó en nosotros dos. - Espera, no te vayas... - Rubí, mamá - Se adelantó a decir el pelinegro. - Quédate a comer, Rubí. - insistió la mujer. No podía negarme, esa mujer estaba siendo amable conmigo y sus dos hijos fueron hospitalarios conmigo. Acepte comer con ellos, era simple ramen que había hecho Luke antes de la interrupción. Los cuatro empezamos a comer, me mantenía en silencio, mientras la mujer le preguntaba a Jae como le estaba yendo en el Goya. Todo estaba yendo bien, hasta que la mujer de pelo castaño se centró en mí, mientras apoyaba sus codos en la mesa. - Así que, Rubí... ¿Eres compañera de clase de Luke? - Rubí Wolf. Si, estudio en el Goya y comparto clase con él. No me sentía incómoda, de hecho me hacía gracia que el incómodo y nervioso fuera el chico. El insiste en que no tiene humanidad, no tiene sentimientos. Pero yo no creo que sea así. Me trata bien y a cuidado de mi, supongo que alguna clase de afecto llega a tenerme. - ¿¿Wolf?? ¿Rubí... Wolf? - la mujer no se creía que ese fuera mi apellido, parecía muy sorprendida. - Si mama, es la hija del señor Wolf. - Comunicó Jae mientras terminaba de meterse lo que quedaba de ramen en la boca. - Diablos, lo siento muchísimo. Si lo hubiera sabido, hubiera comprado carne y no ramen. Lo siento señorita Wolf. - la mujer se sentía avergonzada y yo no entendía porque. El ramen estaba bueno. - Está todo bien señora... - no sabía cómo llamarla, se que no es la señora Min. - Anh Hani puedes decirme Hani. En verdad siento haberte dado algo tan escaso para comer. Puedo bajar a comprar carne, vuelvo en unos minutos. - se levantaba a toda prisa, pero agarré su brazo frenando su paso. - De verdad no hace falta, todo está bien. Me gusta el ramen. - ahora era yo, quien se sentía avergonzada. Preferiría no haberle dicho mi apellido y que siguiera tratándome normal. - no es necesario que compre más, gracias por la comida. - Me siento mal al no poder servirte algo más, que no sea sangre, plasma o ramen. - Ya hizo mucho por mí, dejándome dormir aquí e invitándome a comer. Se lo agradezco, Hani. - Debemos mucho a tu familia, gracias a tu padre estos dos chicos podrán tener un futuro decente. Por mi, como si quieres comprar a Luke, todo tuyo...- El tono divertido usado en la última frase hizo que el chico se quejara de forma también divertida. - ¡Oye mamá! Me estás regalando, por lo menos vendeme. - En verdad, Rubi, gracias por sus becas. Me sentía bien, sabiendo que mi padre había ayudado a muchos chicos a poder tener un futuro mejor. Pero también sentía que era algo injusto. ¿Por qué nosotros tanto y ellos tan poco? No me parecía justo que unas personas tuvieran de todo y otras no tuvieran nada, al punto de no poder vivir. Extraño que nunca me hubiera puesto a pensar en esto, hasta hace nada ni siquiera sabía cómo era la vida de personas con menos economía. Y mucho menos me interesaba saber. Sin duda era imbécil en ese entonces.
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