Me pilló por sorpresa la pregunta de Rubí. ¿En serio quería que la ataran como un perro? Pues sí, eso quería.
Tuve que agarrar unas cadenas que tenía, no sé por qué, pero las tenía. Seguramente fueran de Jae, ya que suele tener cosas de esas para decorar o cualquier otra chorrada suya.
Ayude a la chica a ponerse la cadena en el cuello y también acomodó un pequeño recipiente con agua junto a una toalla en el suelo.
— Si te muerdo eres libre de regañarme. Aunque no lo creas te entiendo, pero no puedo hablarte obviamente. Te gruñire y por favor, no me dejes salir por nada del mundo.
— ¿Cuánto dura la transformación? – me quedé muy sorprendido al verla en mitad de su transformación. Era algo que jamás había visto y que seguramente no volvería a ver.
— Depende la intensidad de la luna, seguramente por la mañana ya vuelva a mi forma normal… ¡ay! esto ya está empezando.
La chica se retorcía en el suelo, mientras clavaba sus uñas en el suelo. Su espalda se arqueaba y su pelaje empezaba a hacerse muy notable, al punto de desaparecer todo indicio de piel. Sólo había pelo. Estaba fascinado con la imagen que tenía enfrente de mis narices.
Admito que al verla completamente como un lobo, sentí bastante ternura. Era literalmente como un perro, concretamente parecido a un husky malamute. Es bastante grande y eso que supuestamente aún le queda por crecer.
— Rubí, siéntate. – ordene de forma tajante, al ver cómo agarró mi zapatillas para morderla.
El ahora lobo dejó la zapatilla, pero aprovecho que estaba distraído escondiendo todo lo que pudiera morder, para subirse a mi cama y acomodarse en ella mientras mordía uno de mis cojines.
— ¡Oh vamos Rubí, deja de morder mis cosas!
La puerta de mi habitación se abrió, haciendo aullar a Rubí. Jae se quedó atónito al ver al lobo de tonos marrones, grises y blancos sobre mi cama y aullando le.
— ¿Por qué tienes un lobo en la cama? ¿dónde está Rubí? Esa es su ropa rota…
Mi vista se quedó en las prendas de ropa rotas, que minutos antes llevaba la chica. Lo que me llevó a pensar en que cuando se vuelva a transformar estará completamente desnuda.
— Ella es Rubí. Problemas con la luna, larga historia.
— Wooh es impresionante – el idiota de mi hermano se acercó a mí cama y empezó a acariciar a Rubí, como si de un perro se tratará. – ¿¡Por qué la tienes atada!? Eres un animal, le harás daño.
— Deja tu lado animalista a un lado, ella misma me pidió que la atara. Ve y busca algo que le podamos dar comer, preferiblemente carne.
Mi hermano rodó los ojos, dejó al lobo y al fin salió de mi habitación. Miré a Rubí, mientras me cruzaba de brazos.
— Esa es mi cama, sé que me entiendes Rubí.
Ella solo me respondió con el lloriqueo típico de los perros. No pude resistirme a esa tierna cosita llena de pelos.
— Ah, está bien, puedes quedarte en la cama.
Lo que quedaba de noche me la pasé revisando a cada rato que Rubí estuviera bien. Le dimos de comer y durmió profundamente por horas. Pero yo no podía dejar de mirar al lobo que dormía a mi lado y peor aún, de acariciarlo como si de un perro se tratará. Su pelaje es realmente suave y esponjoso. Dan ganas de abrazarla y aferrarme a ella de lo suave que es.
También me inquietaba que despertara y se escapase. No parecía ser violenta en este estado, pero sí muy juguetona, como cualquier cachorro de perro. Además de que es bastante asustadiza, cada vez que escucha un ruido fuerte o brusco, se asusta.
☆│☆│☆
La mañana llegó, cuando desperté, Rubí ya no era un lobo. Seguía durmiendo a mi lado, de hecho me abrazaba y su cabeza descansaba en mi hombro. No le tomé mucha importancia, hasta que Jae entró en la habitación con un alegre cántico y un cuenco con agua.
Su alegría se esfumó, al ver que la chica ya no era el adorable lobo con el que estuvo jugando ayer y que ahora era eso, una chica. Y encima desnuda en mi cama.
— Shh no grites, Jae.
— Disculpa… pensé que aún sería un lobo. – la desilusión en su tono de voz era más que evidente.
— Son pasadas las once de la mañana, es normal que ya no sea un lobo. – hable con un tono de obviedad. – por favor vete, así la vas a hacer sentir incómoda.
— Está bien. Oye, saldré a casa de la señora Do, me invitó a desayunar.
— Ajam, vete ya mocoso.
El rubio rodó los ojos y terminó saliendo de la habitación. Mi vista volvió a centrarse en Rubí. No puedo negar que me excita el hecho de estar en la misma cama y con ella desnuda. Pero no soy la clase de chicos que se aprovechan de las situaciones.
Mi vista no bajaba más de su barbilla, me costaba aguantar mi calentura, pero ante todo debía respetarla.
Su teléfono empezó a sonar de nuevo, llevaba toda la mañana sonando la notificación de mensajes. Y eso despertaba mi curiosidad. Desde que conozco a Rubí, me siento diferente. Cosa que no debería ser así. Ella saca mi humanidad a flote, algo que pensé que jamás volvería a tener.
Llevo la mitad de mi vida con la humanidad apagada, sin sentimientos, sin sufrimiento y sin dolor. Pero ella me está haciendo volver a sentir, algo que llega atormentarme, pero también llega a gustarme. Porque me recuerda a mi vida de antes.
Me tomé la libertad de contestar una de las treinta llamadas perdidas de su padre. Entiendo que está preocupado por su hija y debe saber que está bien, sobre todo después de lo sucedido con él tal Jaebong.
~ En la llamada ~
— ¿¡Rubí dónde estás!? – podía sentir la preocupación del hombre solo por su voz.
— Señor Wolf… Soy Luke, Min Luke. El becado. – Respondí con inseguridad.
— ¿Min Luke? – repitió aún intentando entender la situación. – Ya me acuerdo, el joven Min. ¿Dónde está mi hija y porque no llegó a casa?
Mucha gracia no le hizo, algo entendible. Soy consciente de que no soy la mejor compañía para Rubí, a los ojos de su familia. Aunque debo decir que el señor Wolf nunca me ha tratado mal por mi situación económica. Soy consciente de que me utiliza un poco para quedar bien, pero tampoco me importa. Al fin y al cabo, a él le debo poder estudiar en el mejor centro de Seúl. Gracias a él, seguramente tenga un futuro digno.
— Rubí se quedó en mi casa, estuvimos estudiando hasta muy tarde y por la luna llena no le daba tiempo a volver a casa. – no se si contarle la verdad sería lo más apropiado, pero tampoco quiero que le prohíba estar conmigo o que me odie. – Ella está bien, se quedó en la habitación de mi madre y aún debe estar durmiendo.
Claramente no iba a comentarle que su hija dormía a mi lado y sin prenda alguna. Eso detonaría que ese hombre me arrancará la cabeza o me clavara una estaca. Soy muy joven para morir, tengo solo ciento veintitrés años.