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1696 Words
Me quedé a cuadros, él sabía de la existencia de H. ¿Cómo era eso posible? No me lo pensé dos veces, agarré el cuello de su camisa y lo acerqué a mi bruscamente hasta quedar a centímetros el uno del otro. — ¿Cómo narices sabes eso? Él sonrió de lado, le encanta hacer eso. – Digamos que accidentalmente tu teléfono terminó conmigo. Y varios mensajes llegaron de él. — ¿Cómo desbloqueas te mi teléfono? — Eso del desbloqueo facial es una mierda, con una foto de tu cara, pude desbloquearlo. Seguía mirándolo fijamente sin saber qué decir, él sabía de H y eso lo ponía en peligro. — Eres… Eres un… ¡Ahg! Me encantaría pegarte ahora mismo. — A mi me gustaría besarte. – Me quedé estática cuando lo escuché. Mi pulso se aceleró, él miraba atentamente mis labios, mientras seguía sonriendo de lado. — ¿Qué? – fue lo único que salió de mi boca, mentalmente me di en la cabeza por estúpida. Mis manos soltaron el agarré del cuello de su camisa, pero se mantuvieron ahí. Se acercó aún más a mí, cortando casi toda la distancia que quedaba entre nosotros. Sentía su respiración chocar con la mía. Estaba paralizada y mi cuerpo no me permitía moverme. — Dije que me gustaría besarte. – Susurro, volviéndose una nueva droga para mi. – Me gusta ser directo. – Dio un pequeño toque en mi nariz, para después alejarse y acomodarse de nuevo en el asiento. – ¿Nos vamos? Llegaremos tarde a cenar con Zack. Salí de mi trance y arranque el coche, sintiendo el calor en mi mejillas. Durante la cena con Zack, me sentí desubicada, no dejaba de pensar en lo que pasó en el coche y el idiota consiguió que me olvidará de que me había espiado el teléfono. ¿Lo hizo aposta? Me pilló tan de sorpresa que no supe como actuar. Normalmente soy yo, la que utiliza la seducción, para salirme con la mía. Utilizo mis trucos conmigo. Irónico. — Quería hablar contigo de forma más privada… — Puedes hablar sin tapujos, como si yo no estuviera. – El pelinegro se recargó en su asiento, mientras tomaba de su bebida de sangre. Suerte que vinimos a un local de seres sobrenaturales. Zack se veía incómodo con su presencia, pero intentó centrarse en mí. — Verás, yo estoy recibiendo mensajes de una persona. Pero se hace llamar H y no se quien es. Estuve investigando si alguno del grupo también estaba recibiendo mensajes como yo. Y eso me llevó hasta ti… Además de lo que pasó en la gala benéfica de tu familia. — ¿También te ha pedido hacer cosas? Bueno, obligado. — Si, pensé que todo se trataba de una broma. Pero no fue así. Me di cuenta de que esto era algo más serio, cuando ignoré sus ridículos juegos y al día siguiente, me envió una caja con la cabeza del gato de mi hermana… desde ese día no duermo y me da miedo sacar a mi perrito tannie y que pueda hacerle daño. — Así que, ambos recibís amenazas… ¿Y si no son los únicos? – Se metió de nuevo en la conversación, el pelinegro. — Es muy probable que no seamos los únicos del grupo. Pero no se quien más puede estar en nuestra situación. — Hay algo que no entiendo – El pelinegro dejó su bebida a un lado y cruzó sus brazos. – ¿Por qué las amenazas? ¿Qué pasó para detonar algo así? — Está claro que es por Sanghyun. – Afirme. – Al principio pensé que H – Dije haciendo comillas – Quería que se revelará quién fue el culpable de su muerte, pero después entendí que no. Lo que realmente quería, era seguir en secreto y hacernos la vida imposible… — ¿Creen que cambió de idea? Al principio quería justicia, pero después vio que se divertía más haciéndolos sufrir. – agarró un trozo del pollo que sobró y nos señaló con el. – ¿Qué pasó con Sanghyun? Tanto Zack, como yo nos mantuvimos en silencio, mientras agachamos la cabeza. Ninguno quería hablar de lo sucedido, no era fácil para nosotros. — Yo debo irme, tengo que recoger a mi madre del trabajo y ya voy tarde. Hablamos en otra ocasión y más centrados. Se levantó y nos hizo una reverencia a ambos. Zack era uno de los chicos más educados del Goya. Siempre suele tener modales, incluso para mirarte con indiferencia. Pero al parecer así es su expresión facial, no lo hace aposta. Simplemente él es así de serio, con su cara neutra. Y eso lo hace ver como más estirado y sofisticado al resto. Me quedé sola con Luke de nuevo. Él estaba a punto de hablar, pero su teléfono empezó a sonar. El bufó mientras respondía la llamada, me hizo un gesto para que me levantará y fuéramos yendo al coche. Empezó a discutir con alguien, no quise meterme y seguí sus órdenes de arrancar. No sé en qué dirección iba, pero parecía ser su barrio. Seguí sus indicaciones en silencio, tampoco me importaba llegar tarde a casa, después de todo el tiempo que llevo encerrada en ella. Colgó el teléfono en cuanto aparqué el coche enfrente de una pequeña plaza, donde varios adolescentes fumaban en un banco. Las farolas parpadeaban y la mayoría de ellas no funcionaban, haciendo ver las calles más oscuras de lo que eran. Debía admitir que me daba miedo y no quería bajar del coche. — Apaga el motor, acompáñame. Trague en seco, mientras veía como él bajaba del coche. Podía jurar que hasta el clima era más frío aquí. Salí del coche y fui directamente a su lado, agarré su brazo asustada al escuchar un fuerte golpe en una de las calles oscuras. Me quitó las llaves del coche, al ver que yo ni me inmutaba y no salía de mi trance. Se encargó de cerrar el coche y de tirar de mí, hacia un local lleno de luces neón de colores morados y azules. Entramos en el local, recordé que lugar era, pero la última vez que vine, entramos por otra puerta. Caminamos a la par hasta llegar a la barra, no podía dejar de observar el lugar. Todo lo que estaba viendo era perturbador para mí. Chicas con ropa más pequeña de lo que ya es un bikini, hombres mayores y borrachos inundaban el local. La gran mayoría estaban sentados viendo bailar a dos de las chicas en el pequeño escenario y junto a una barra de pole dance. Mi pánico aumentaba con cada hombre que se me acercaba. Tenía tanto miedo, que no me importaba quedar en ridículo con Luke o el hecho de que no hubiera espacio personal entre nosotros. Literalmente me atreví a meterme entre sus brazos, mientras éstos se habían apoyado en la barra del local. — Eh tú, mocoso. Préstame, será solo un rato. – Comentó un hombre de unos cincuenta años, mientras intentaba agarrar mi brazo. El pelinegro suspiró con pesadez, agarró mi muñeca y se limitó a mostrarle la marca que dejaron sus colmillos en mi piel, la otra noche. — Codigo Vampiro, no toques la comida de otros. Largo. El hombre renegó, pero terminó alejándose. Nunca agradecí tanto ser una comida. Cuando soltó mi muñeca, me aferre a la cintura pegando mi mejilla a su pecho. Las piernas me temblaban y el simple olor del lugar, me hacía ponerme alerta. — Prometo que ahora nos vamos, siento haberte traído aquí, pero era urgente. – Podía notar la preocupación en el olor del chico. Los hombres lobo sentimos las emociones a través del olor, como los perros. Olfatee la presencia de alguien más conocido, era Nam, con él venía su compinche o aliado Jung Jack. Ambos ayudaban a Jae a mantenerse en pie, quien se fue veía horriblemente mal. — Vino a enfrentarse al jefe y no terminó bien, evidentemente. – Nam miraba con lástima al menor, mientras lo sujetaba por el brazo. — ¿¡Eres estúpido o te haces, Jae!? ¿¡Cómo se te ocurre venir aquí!? – Él pelinegro estaba dispuesto a darle el sermón del siglo a su hermano pequeño. Intenté frenarlo, y evitar que esto fuera a más. Jae necesitaba descansar y alimentarse bien. — Vine a defender a mamá, llego a casa mal y llorando. No voy a permitir que le haga más daño, no lo merece. En eso estaba de acuerdo, la señora Ahn no merecía que le hicieran daño. Luke iba a contestarle, pero todos se quedaron en silencio mientras observaban mi espalda. La curiosidad pudo conmigo y giré lentamente mi cabeza, encontrando a un hombre alto, corpulento y trajeado. Sus ojos eran negros como la noche y su piel pálida como la nieve. Su simple aura asustaba. Retrocedí unos dos pasos, chocando mi espalda con el pecho del chico. Trague en seco al ver la sonrisa aterradora de ese ser maligno. — Me cansé de advertirles… No pensé que mis hijos salieran tan estúpidos. Esto sumará más a la cuenta, Luke. Trabajarás más horas aquí, y aún así tu hermano le pareció gracioso romper mi lámpara y lanzarmela. Tan estúpido el mocoso. El hombre hizo un gesto para que Luke se acercara a él. Este no tuvo más remedio que hacerlo. El hombre agarró la barbilla del chico y le hizo mirarle directamente a los ojos. — Me dais vergüenza, ojalá ninguno de los dos existiera. Cerré los ojos al ver el tremendo golpe que le metió en la mejilla. Cerré mis puños intentando controlar mi ira, pero era irremediable que saltará en su defensa. Soy un lobo y defiendo a mi manada. Luke me importa, lo considero de mi manada. Me posicioné entre el hombre y el chico, quien aún se sobaba la mejilla aturdido. Mis colmillos salieron a relucir mientras gruñía al hombre. — No lo toque. – Fue lo primero que salió de mi boca, ridículo. — Ahora tienes perro, me sorprendes Luke. La próxima vez, déjalo atado en la entrada. No quiero que me llene de pelos el local o de pulgas.
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