Me adentré en el enorme salón de la casa de los Wolf. Él hombre se levantó al verme, me regaló una amplia sonrisa.
— Luke, que alegría verte de nuevo. Veo que adoras estar aquí, te has ido hace menos de cuatro horas. – comentó mientras me señalaba el sofá blanco, que estaba junto a Jonan.
Quien se mantenía de brazos cruzados sentado en una de las esquinas del sofá de apenas dos plazas. Podría sentarme perfectamente en el grande, donde estaba el señor Wolf. Pero no lo iba hacer.
Le hice una reverencia y tomé asiento junto a Jonan. Ari miraba la escena con una gran sonrisa arrogante en la cara. Esa chica es una tremenda hija de… No puedo faltarle así al respeto a la señora Wolf, no la conocía, pero merece respeto. Es tan mala, adora ver sufrir a los demás y crear controversia.
— Osea que Rubí se acuesta con Jonan, pero duerme constantemente con Luke, alias el becado… Que divertido, ¿no creen? –Su sonrisa me perturbada.
Yo lo dije, ella es mala. Una víbora dispuesta a morder a cualquier animal que se le acerque.
— ¡Aria! – Gritó su padre molesto. – Largo de aquí.
— Ahora que se estaba poniendo buena la cosa… bueno, me voy. Adiós papá, adiós follamigo de mi hermana y adiós amante de Rubí. –se despidió sacando nos todo su dedo del medio.
¿Soy el follaamigo o el amante? La estúpida pregunta se esfumó de mi cabeza, al escuchar al señor Wolf.
— Esta niña terminará con mi paciencia, ten hijos decían, no es tan complicado y el día de mañana cuidarán de ti… ¿Creen que Ari cuide de mí siendo viejo?
Al ver que ninguno de los dos hablábamos, se respondió él solo.
— No, no lo hará. Seguro me deja tirado en cualquier cuneta, mocosos malcriados.
Diría que era incómoda la situación, pero no lo era. Al menos para mí, no lo era. Jonan se notaba un poco nervioso, no entendía ni qué hacía aquí.
— Disculpen, no tengo un buen día. Jeon, continúa por favor. ¿Qué querías decirme con tanta urgencia?
— Quiero el matrimonio con Rubí.
Me atragante con el agua que me había dado Tina, no fui el único, ya que el señor Wolf se quedó igual de traspuesto que yo.
— ¿Qué dijiste? – preguntó el hombre, como si tuviera dudas de lo que había escuchado.
— Mi familia quiere continuar con el acuerdo de unificación de manadas, para confirmar el acuerdo, debemos unirnos en matrimonio.
— Pero el año pasado modificamos el acuerdo, dejando de lado el matrimonio entre Rubí y tú. – Estaba más que claro que el señor Wolf estaba en contra de esto.
— Mis madres cambiaron de opinión al saber que Rubí y yo, ahora mismo tendríamos ya un hijo de aproximadamente dos años.
Definitivamente Jeon Jonan es un completo hijo de puta. Sabiendo las consecuencias que Rubí tendrá después de confesar algo como esto, le sigue sin importar lo que pueda pasarle a ella.
— No termino de entender lo que me estas diciendo, Jonan.
— Rubí y yo estuvimos saliendo cuando aún vivía la señora Wolf. No nos cuidamos como deberíamos y pues simplemente pasó… Yo tuve que irme a Busan por mi operación y para seguir entrenando allí después de lo sucedido con Sanghyun.
Me sorprendía con la tranquilidad que hablaba el chico sentado a mi lado. Yo me sentiría muy incómodo y también tenso.
— ¿Dejaste embarazada a mi hija y te largaste como si nada? Veo que alguien no recuerda las reglas de la manada. Un lobo nunca abandona a su familia.
— Lo sé, lo hice mal y estaba asustado. Pero Rubí incumplió otra de las leyes de los lobos. Aborto.
Me hizo gracia con la indignación con la que lo dijo.
— Eres increíble, Jonan. Le estás recriminado a la pobre chica que se vio en una situación crítica y sola. Porque no tuviste los suficientes huevos para afrontar tus actos. –Dije sin tapujos, metiéndome de lleno en la conversación.
— Pero eso no le da derecho a ab…
— ¿En serio Jonan? Tu lo abandonaste, no lo querías. Además, es su cuerpo, sus decisiones. Tu perdiste tu voz y voto cuando te largaste dejándola sola.
Tenía unas tremendas ganas de romperle la cabeza y él a mi. Era algo mutuo.
— Jonan, no es momento de matrimonios concertados. – comunicó el señor Wolf, llamando nuestra atención.
— Mis madres dicen que si no hay boda, no habrá acuerdo. Las leyes de los lobos lo dicen ¿no? Haga caso a sus leyes.
El chico se fue dando un gran portazo. Me siento estúpido por no saber cuales son las leyes de los lobos. El hombre se llevó las manos a la cara y suspiró con frustración.
— Lo siento, no debí meterme. – me sentía mal por haberme metido en la conversación. Seguramente lo haya empeorado
— No, no, gracias por defender a Rubí.
— ¿Qué pasará ahora? ¿Ella deberá casarse con él? – no quería que eso pasará, no porque Rubí me gustará. Si no, porque es algo injusto.
Él la hizo daño, la utilizó y la abandonó. No quiero que Rubí sufra y se vió obligada a vivir toda su vida con alguien a quien no quiere. Ella no lo merece.
— Haré todo lo posible para que no sea así, tendré que reunirme con la manada Jeon.
Asentí, dejando escapar un suspiro lleno de resignación.
— ¿A qué leí se refería Jonan?
— La ley del lobo, un lobo es fiel a su compañero hasta la muerte, e incluso después de esta. Los lobos son de los pocos animales que se unen a un solo compañero para toda su vida… Este vínculo se crea cuando los lobos tienen su primera camada de cachorros.
— Pero ellos no llegaron a tener nada. – me frustraba demasiado la situación, no era justo.
— Lo sé, pero no sé cómo parar esto. Para ellos sigue siendo de igual forma una unión, algo erróneo, porque es cuando nacen los cachorros cuando se crea el vínculo de pareja.
Los dos dejamos la conversación en él aire, al escuchar los tacones de Rubí, bajando las escaleras.
La chica no tardó en aparecer por el umbral de la sala, con ella venía Izan. El joven tomó asiento de forma despreocupada en el sofá, junto a su padre. Que aprovechó esa cercanía, para estrujar al chico entre sus brazos. El hombre disimulo muy bien la situación, me dio a entender que no dijera nada a Rubí. Ya lo haría el en otro momento..
— ¡Ay papá, me aplastas! – se quejó, pero con una gran sonrisa.
Creo que es de las pocas veces que veo a Izan Wolf comportarse como un chico de dieciséis años. Y no como un matón egocéntrico.
— Hace tiempo que no vamos a jugar, tú y yo. ¿Quieres ir conmigo a correr?
Rubí tomó asiento a mi lado, de hecho prácticamente se me tiró encima. Haciéndome sonrojar, porque su padre está delante.
— Está bien, me apetece ser lobo un rato.
— Bien, saldremos ahora. Creo que estos dos jovencitos quieren algo de privacidad.
Mi sonrojo aumentó por tres. El hombre nos regaló una amplia sonrisa que dotaba también diversión. No tardaron en desaparecer por la cristalera que llevaba al gran jardín que tienen los Wolf.
Su jardín es prácticamente un bosque, no sé cuántas hectáreas tienen, pero son varias.
— ¿Rubí, por qué me estás oliendo? – Pregunté sintiendo la nariz de la chica en mi cuello.
Me ignoró, y se tomó la libertad de subirse a horcajadas en mi regazo. Acomodó sus manos en mis hombros y dejó descansar su cabeza en mi cuello. Nunca me acostumbraré a lo afectivos que son los lobos.
— Hueles al club y a colonia. ¿Te pusiste colonia?
Si lo hice cuando estuve en casa. Se que a ella le gusta y para qué negarlo, adoro que haga estas cosas, aunque al principio me pillen de sorpresa.
— Pero tienes sangre en tu nariz ¿Qué hiciste, Min?
— Larga historia. Pero ya se quien te ha drogado con éxtasis en la fiesta de Georgina.
Levantó su cabeza, quedando a centímetros de la mía. – ¿Quién fue? – sus enormes ojos me miraban con atención.
Baje mi mirada, pero abrí mis ojos de más y volví a subirla, pero está vez al techo. Rubí y su pasión por llevar escotes.
— Fueron Jim y Sam. No se que pretendían hacer contigo, pero supongo que por un lado es bueno que Jonan te llevará con él y no te dejará con ellos.
— ¿Entonces no recuerdo nada por culpa de ellos?
— En realidad no. El éxtasis se utiliza muchas veces para aguantar más en la cama. No te hace olvidar. Fue la burundanga la que te hizo olvidar.
— ¿Entonces la Burundanga me hizo olvidar y el éxtasis me excito?
— La burundanga tiene muchos más efectos secundarios, es un alucinógeno y causa síntomas como sueño, sumisión, hipertensión y varios más, que no recuerdo exactamente… Pero prácticamente estabas en un estado de sumisión absoluta, cualquiera podía hacer contigo lo que quisiese.
— ¿Y que me dio eso?
— No lo sé, Rubí, aún no lo sé.
Pero tenía claro que lo íbamos a describir. Ambos suspiramos a la vez, baje de nuevo mi cabeza, para volver a encontrarme con sus ojos.
— Tengo que pedirte un favor.
Me pilló por sorpresa. Pero luego recordé que había venido a su casa, porque ella me pidió ayuda.
— ¿Qué necesitas, Mommy? – intenté relajar un poco el ambiente, ella me regaló una pequeña sonrisa.
— ¿Me acompañas a hacerme una revisión de fertilidad? No quiero ir sola.
Mi cara de confusión debió ser muy obvia, ya que me sonrió un poco cohibida. No esperaba algo así, la verdad.
— Amh, si, claro…
No sé en qué momento accedí a esto. No pensé que las pruebas se realizarán en la sección de maternidad del hospital. Rubí mantenía su vista pegada a la enorme cristalera que protegía a los recién nacidos.
Me asusta que pueda estar pasando por su cabeza en estos momentos. Creo que está teniendo una batalla consigo misma, por la fuerza que está ejerciendo en mi brazo.